Elecciones

Si me dieran a elegir

Si tuviera que elegir, elegiría la isla con palmeras y sin mosquitos. Pero me ha tocado naufragar aquí, en el típico lugar de todo el océano en el que, aun siendo una isla, no apetece estar más de un minuto. Ese sitio donde traen a gente que lo tiene todo solo para demostrarse a sí mismos que son capaces de encender un fuego, el mismo que han ensayado en el curso de supervivencia de mentira, en algo más parecido a un parque infantil que un escenario real. Y aquí estoy, odiándolos a ellos e imaginándome cómo no sabrían hacer nada. Porque estoy solo y me apetece meterme con alguien, solo por eso… y porque tanto mosquito me está volviendo loco.

Elijo supervivencia, porque es superoferta

Me he apuntado, me ha costado decidirme, pero voy a ir a ese curso de supervivencia, porque estoy seguro de que algún día necesitaré encender un fuego y saber qué excrementos son comestibles. Porque me aburro frente al ordenador, que lo más interesante que pasa es que algún bicho entre volando por la ventana mientras trabajo. Porque me imagino en la selva con el taparrabos y bronceado por el sol, y valiente y musculado, enfrentándome a un rinoceronte si no es muy grande. Y porque el curso es online y estaba de oferta, y porque me regalaban una mosquitera para la ventana, para no distraerme con las moscas y mosquitos.

Y si luego hago el curso avanzado, ¡me dan a elegir entre machete o repelente!. Y yo, repelente, por supuesto.

Elección fogosa

Haciendo el fuego una vez más, mi abuela se emociona viendo las llamas. Ella que antes lo quemaba todo, pero ya no se puede, por suerte pienso yo. Que se le iba la mano y lo mismo quemaba las hierbas secas, que la basura, que hasta quemó las cartas del yayo, con lo que me hubiera gustado verlas. Total, que ya me lo decían mi tía Presen y mi abuela, que no hay que jugar con el fuego, que si no me haré pis en la cama. Pero es que es adictivo, creo que es como ahora la tablet, el móvil o la consola.

Mirar fijamente el fuego y sus formas y que pasen horas sin pensar, y que solo te saque de ese estado algún mosquito que te pase muy cerca de la oreja. Y lo matas y echas unas patatas para asar a las cenizas. Buena elección para cenar. Y en la cena les diré a mis hijos que si juegan tantas horas con la tablet se harán pis en la cama, solo por ver la cara que ponen.

Eligiendo ruta

Un día más cruzando los puentes blancos que separan cada calle, sorteando la lava de las baldosas negras, cerrando los ojos cada vez que veo un perro, y contando hasta 3 para abrirlos de nuevo. Si llueve el camino se complica porque cada charco es un profundo pantano que no puedo esquivar, por el que tengo que pasar sin respirar. Y las alcantarillas, ¡cuántas hay!, grandes y pequeñas. Hay que pisarlas todas, y si bailan… ¡nooooo!, sale una cabeza de dragón que te lanza fuego y solo te puedes refugiar corriendo hasta la siguiente esquina.

Antes lo hacía con mis pequeños, pero ahora son mayores, y lo hago yo solo cuando voy a comprar el pan. Y elijo la ruta cada vez más larga, para disfrutar un ratito más. Y conozco panaderías a kilómetros de casa, por si alguna vez elijo cambiar de barrio.

Ultimátum

No quiero que sigas con esto de darme tanto ultimátum. Que si tengo que decidir, que si adelgazo o hago ejercicio. Que si cuando bajo a comprar el pan tardo una hora, vas a comer sin mí. Que si o ayudo más en casa o contratamos a alguien. Que si compro la citronela o te crujen los mosquitos solo a ti. ¿Y qué hago yo? ¿Me hago una transfusión de sangre?

Que si vamos a la montaña o tú te aburres en la playa. Que aburrirse no es malo, digo yo. Pero ahora la gente no se quiere aburrir, y ahí está el problema. Que si te aburres y no lo aprovechas y coges lo primero que pillas no has aprendido nada. Cuando llega el aburrimiento a veces es un aviso de que hay que cambiar algo, y hay que aburrirse un rato más para pensar y elegir bien qué hacer después.  ¿Y sabes lo que te digo? Que elijas ya, o te aburres contenta o me voy solo de vacaciones.