Pintura
Rafael
9 junio 2023

Cuando se pregunta por obras de pintores famosos todo el mundo sabe que “La capilla Sixtina” es obra de Miguel Ángel o “Las Meninas” de Velázquez, etc. Pero ¿Y Rafael? ¿Quién no ha oído hablar de él? ¿Pero una obra suya? Es reconocido como un pintor cumbre del Renacimiento, pero ni Blas recuerda alguna de sus obras. Resulta curioso.
Hablemos de este pintor.
Yo le veo como el “Hombre Marca” del Cinquecento. Si hubiese vivido en la actualidad las señoras llevarían bolsos con su anagrama y los señores zapatillas de su marca comercial.
Me explico.
Rafael Sanzio nace en Urbino el día de Viernes Santo de 1483. Su padre, un modesto pintor, ve muy temprano que el retoño no es un niño prodigio de la pintura, sino directamente un genio, sin paliativos.
Por hacerlo corto, con 25 años triunfaba en Roma, especialmente en el centro de poder del mundo de la época, el Vaticano, donde pintó los frescos de las Estancias Vaticanas, aposentos del Papa, entre los que está el impresionante “La escuela de Atenas”.

Pero antes de ver su pintura vamos a detenernos en su poco divulgada vida.
Para empezar Rafael era un tipo muy querido por la gente y a todo pintor que se le acercase le ayudaba reclutándolo para su estudio, llegando a tener un taller no con aprendices y ayudantes, cosa común, sino una factoría con cientos de pintores de donde salían pinturas y grabados a cascoporro, que decimos en Aragón y que eran distribuidos por toda Europa. Siempre con el marchamo “Made by Raffaello Sanzio”. Bueno, mejor dicho, “Realizzata da Raffaello” que para eso estamos en pleno renacimiento italiano. ¿Generosidad con sus colegas o intereses comerciales?
Ansiaba protagonismo y beneficios. De hecho, fue uno de los primeros artistas en firmar sus obras ya que hasta entonces, y aún después, el pintor estaba considerado como artesano y no como artista, sin derecho a poner el nombre del autor.
Para poder progresar en el entorno vaticano necesitaba títulos, por lo que fue nombrado Arquitecto Vaticano, no se conserva ninguna de sus obras y Guardián de la Antigüedad.
Algo así como la Oficina del Español, sin competencias definidas pero mucho nombre y mejor estipendio.
Raffaello lo tenía claro, hay que tener un modelo de negocio para lo cual es necesario:
Buen producto y fácil de identificar. Él lo tenía. Por ejemplo esta imagen de la Virgen con el niño y San Juan, llamado “La Jardinerita”. Todo dulzura, formas amables, nada de tensiones que eso al público no gusta. Aunque esto es común a casi todo el renacimiento.
Como este cuadro salieron decenas del taller de Rafael, por ejemplo “El niño del jilguero” que está en el Prado.

Pero sigamos viendo el por qué digo lo del modelo de negocio.
También se necesita una buena imagen de marca. Pensemos que era llamado el divino tanto por sus pinturas como por sus armas amatorias. Fama que agrandó llegando a todo el mundo con su campechanía a pesar de tratarse con nobles y poderosos. No como el borde de su competidor Miguel Ángel, el de la Capilla Sixtina, un huraño que le molestaba ser interrumpido cuando trabajaba. ¡Y además trabajaba él solo! ¡Qué antisocial!
Hay que disponer de un buen equipo de creativos, formado por todo pintor que él viese con posibilidades de realizar los encargos de pinturas mientras él hacía de comercial.
Ya solo falta un buen marketing, su segunda especialidad después de la pintura, para lo cual nada mejor que tratarse con Papas y cardenales. Y lo hizo tan bien que el cardenal Dovizi se empeñó en prometerlo con su sobrina María Bibienna.
Vamos que era más un Amancio Ortega de la pintura que un Balenciaga, lo cual tampoco es nada fácil.
Tenía una gran pasión, el sexo. Como suena. A diario y sin límites. Era una especie de atleta sexual y no estaba por la labor de casarse con la sobrina del cardenal, que una cosa son los negocios y otra los placeres.
Rafael en sus muy famosas noches de francachelas tenía una debilidad, Margherita Luti, la Fornarina (del italiano fornaio, «panadero») llamada así por ser su padre panadero.
Aparte de eso poco se sabe de la chica. Unos dicen que era una prostituta compañera de juergas, otros sostienen que simplemente era su amante con gran ardor amatorio… ¡Qué más da! Era su pasión.

La Fornarina aparece en numerosos cuadros de Rafael de Urbino pero es en este retrato donde muestra toda su belleza, muy alejada de los cánones de la época. Con una perla colgando de su turbante en alusión a su nombre Margarita, perla en griego.
Pero fijaos en el brazalete. Aparece escrito “RAPHAEL VRBINAS”. Más claro no se puede decir.
Otro Viernes Santo, como el día que nació, pero 37 años más tarde, Rafael volvió a casa después de una noche especialmente fogosa y extenuante, hasta el punto de llegar a tener algo de fiebre. Al verlo tan agotado los médicos preguntaron por la causa de su malestar, pero el artista ocultó lo sucedido. Los galenos, ignorantes del origen psicógeno del mal, aplicaron el remedio pertinente de la época, una muy severa sangría.
Consecuencia, Rafael Sanzio de Urbino pasó a mejor vida.
Como curiosidad y para terminar la parte cotilla del artículo, cuatro meses después del fallecimiento de Rafael, Margarita Luti se enclaustró en el convento de santa Apolonia hasta su muerte. Hay biógrafos que dicen que en realidad se habían casado en secreto y que, en su retrato, en el dedo corazón, aparecía un anillo de desposorios. Ni idea.
Pero pasemos a la parte pictórica.
Como he dicho Rafael Sanzio ha sido considerado el máximo exponente pictórico del renacimiento y lo digo en pretérito perfecto, ha sido, pero en el siglo XX se ha modificado ese criterio en favor de otros, especialmente Miguel Ángel.
Se decía que una de las mayores virtudes de Rafael era saber compendiar las aportaciones de otros muchos artistas coetáneos como Leonardo da Vinci o el citado Miguel Ángel Buonarroti. Pero hoy en día se considera que en gran medida directamente imitaba muchos de los recursos pictóricos de sus colegas.
Ya en 1511 Miguel Ángel le acusó ante el Vaticano de plagio. “Todo lo que ese sabe lo ha aprendido de mí”. Pero el ojito derecho de los cardenales era el de Urbino, así que ni caso y eso que Rafael entró disfrazado en la Capilla Sixtina con el objetivo de espiar mientras Miguel Ángel realizaba los famosos frescos del Juicio Final a pesar del expreso deseo del pintor.
Para que se vea el valor del marketing, a Rafael le encargaron unos tapices para la Capilla Sixtina y recibió por ellos 70.000 ducados, es decir cinco veces más de lo que percibió Miguel Ángel por todos los frescos de la misma capilla.
Nuestro protagonista no solo había sido alumno de su rival Buonarroti, también lo fue de Leonardo da Vinci, al que admiraba, al menos en público, y por eso su retrato aparece en el centro del fresco en La Escuela de Atenas, dando imagen a Platón.
Observad este cuadro de Leonardo y el que hemos visto anteriormente de Rafael. ¿Veis cómo están pictóricamente resueltos de la misma manera?

Pero Leonardo estaba a otras guerras por Francia como para preocuparse.
Otro pintor competidor de Rafael para los frescos vaticanos no pensaba lo mismo.
Se trata de Perugino. Mirad las imágenes y lo entenderéis.
A la izquierda el fresco de Perugino “La entrega de las llaves de San Pedro”, a la derecha “Los desposorios de la Virgen” obra de Rafael.

Juzgad vosotros mismos. Por cierto, Perugino también había sido maestro de “El divino”.
De todo este artículo se puede deducir que yo considero que Rafael no fue un gran pintor, no es así, que lo fue y mucho. Pero que no daba puntada sin hilo también. Yo es que soy un poco anti mitómano. Pero solo por puro esnobismo. O por puta envidia que no lo sé bien. Tengo que investigarlo.