¿Qué dices niño?
¡Qué Arte!
6 junio 2021

En aquellos tiempos pre-covid, el aula del inglés estaba más activa. Podíamos organizar las sillas en círculo en vez de en filas, y los niños no tenían que usar las malditas mascarillas que, además de complicar las excavaciones en sus fosas nasales, los dejan medio anestesiados. Para aprovechar su energía innata y evitar el aburrimiento, incluíamos varios juegos físicos. Al aprender los verbos de movimiento, por ejemplo, hacíamos dichos movimientos con un juego que se llamaba Teacher Says, o “El Profe Dice”. El teacher decía, “¡Swim!”, y los alumnos imitaban la natación. Decía, “¡Play football!”, recreaban los gestos de ese deporte. En el caso de que un alumno dado aún no hubiera aprendido un verbo en concreto, podía mirar a los compis y coger la idea, aprendiendo así por el efecto rebaño. Si el rebaño se equivocaba, como puede pasar con los rebaños—si todo el rebaño ¡Play football! cuando se proponía ¡Swim!—el teacher intervenía, como buen vaquero de la llanura, para poner todo en orden.

Confieso que, tanto para el teacher como para los alumnos, el juego Teacher Says tenía su encanto. Era un descanso muy bienvenido a la pedagogía rutinaria, con sus preposiciones y conjugaciones. Podía ser bastante entretenido, también—sobre todo cuando el teacher decía “¡Dance!” («¡Baile!»). Y es que a los seis o siete años, la mayoría de los niños todavía carecen de sentido del ritmo y la coordinación. Cada parte del cuerpo aún tiene una mente propia. Cada brazo y pierna tiene sus propios planes e intereses. Sincronizar el conjunto, con orden y ritmo, puede resultarles complicado. La verdad es que, cuando el teacher decía “¡Dance!”, era imposible saber si el rebaño de niños conocía la palabra o no, porque lo que hacían parecía ser cualquier cosa menos bailar. En vez de ¡Dance!, era como si el teacher hubiera dicho, ¡Be a drunk monkey! (“¡Sé un mono borracho!”), o ¡Pretend you’re a spastic salamander! (“¡Finge que eres una salamandra espástica!»). Por mucho que pretendieran hacer el baile del momento—el Waka Waka, el Gangnam Style, el Swish-Swish—casi siempre terminaban pareciendo una colección de amebas electrocutadas.

Hombre, había excepciones. Siempre las hay. En el baile de Teacher Says, la excepción más notable fue, cómo no, la famosa Gema, esa alumna tan sui géneris que la recuerdo no como “Gema”, sino “La Gema”. Cuando el teacher decía ¡Play football!, La Gema se metía en el papel, como los demás, es decir, mal, pero con gracia. Cuando el teacher decía ¡Swim!, La Gema se ponía en situación como los demás (mal, pero con gracia).
Pero cuando el teacher decía ¡Dance!, La Gema marcaba una gran diferencia. En aquella época, el baile del momento era el Waka Waka, del Mundial 2010. (Si quieres sentirte viejo, pregúntale a un niño de hoy si le suena un baile llamado Waka Waka. Es que los niños de hoy ni siquiera habían nacido. El hecho de que hubiera un baile llamado Waka Waka, les resulta tan extraño como el hecho de que la selección ganara el Mundial.) Por lo cual, al oír ¡Dance!, los compis de La Gema pretendían bailar el Waka Waka, con resultados dispares. El Waka Waka de Paco parecía La Foca Desorientada; el de Marta parecía La Gaviota Enfadada; y el de Kiko, La Araña Lesionada. Pero para La Gema, nada de eso. Al oír ¡Dance!, La Gema supo exactamente qué hacer. Al oír ¡Dance!, como no podía ser de otra manera, La Gema puso un brazo en jarra y el otro en alto, y comenzó a bailar una sevillana.


Yo flipé. No dije nada—no quise interferir. Simplemente me maravillé en silencio. Sigo maravillándome, tantos años después, cuando me acuerdo. No fue algo puntual. En esa clase, cuando quiera que el teacher dijera ¡Dance!, La Gema no bailaba el baile viral del momento, sino el baile de su tierra. Sin duda alguna, sin titubeos.
Para un español, cuyo país está repleto de maravillas autóctonas, puede parecer poca cosa, o incluso algo anticuado, pero para un estadounidense, que siente que su país está atrapado en una marcha frenética e irreflexiva hacia el futuro, era conmovedor—un claro aviso de lo que una cultura puede perder si apuesta todo por lo actual. Soy de Charleston, una ciudad que tiene su propio baile epónimo, pero ¿sé bailar el Charleston? Qué va.
Lo que sí puedo bailar—con mayor o menor éxito—son las sevillanas. Inspirado por La Gema y sus compatriotas, impresionado con la forma en que este baile une a tanta gente, independientemente de su edad, su credo, o su grupo social, me apunté a clase con mi teacher habitual, Concha. Eso sí, mi versión personal puede parecer a veces La Foca Desorientada, de mi antiguo alumno Paco, pero ganas no me faltan. Por ahora, lo único que me falta es lo que nos falta a todos: la feria.
Genial y divertido.
¡Qué razón tienes al escribir que una cultura puede perder todo, si apuesta por lo actual!