Murmullo sin ruedines
Playa sucia blues
26 agosto 2023
Aquella playa estaba casi vacía, pero no por estar escondida, sino porque el agua estaba tan sucia que nadie se acercaba a darse un baño. La suciedad llegaba, por un extraño y reciente fenómeno de corrientes y mareas, desde todas las localidades costeras cercanas y la desembocadura de un río que a menudo era empleado como vertedero por los pueblos del interior. Jéssica y Vanesa, dos hermanas gemelas que habían trabajado en el mundo de la moda se habían hecho cargo del chiringuito que daba servicio a la playa antes de que esto empezase a suceder y habían quedado atrapadas en una concesión de 3 años que estaba terminando con sus ahorros y su salud.
Era la víspera del 15 de agosto y todas las playas estaban llenas menos aquella. El bar estaba casi vacío y solo un anciano de barba roja ocupaba la mesa en la que pasaba las horas del día mirando las gaviotas, bebiendo absenta con coca cola y escribiendo en un cuaderno.
Jéssica y Vanessa discutían en la trastienda susurrando reproches, pues ambas culpaban a la otra de la ruinosa aventura que suponía el negocio en el que estaban metidas. Su atenuada discusión fue interrumpida por un golpe en el exterior y las dos salieron apresuradas para encontrarse el cuerpo del anciano tendido en la tarima mientras las páginas del cuaderno eran desperdigadas por la playa por un repentino viento. Mientras Jéssica atendía al anciano, Vanessa corrió tras las hojas, que comenzaban a adentrarse en el océano como bailando sobre la espuma de las olas.
Una nube de gaviotas se formó sobre la cubierta del chiringuito y comenzaron a volar formando el símbolo matemático del infinito. Jéssica intentaba reanimar al anciano y el viento arreciaba, llevándose las páginas del cuaderno hasta casi perderse en un horizonte desdibujado por el inmenso atardecer.
En la orilla, Vanessa vio que a sus pies había quedado una página rezagada que mojada por la espuma de las olas se había resistido a volar. En ella, la tinta ya estaba diluyéndose por el agua pero Vanessa aún acertó a leer unos versos a los que no encontró sentido.
‘Se va la vida y deja el dolor del agua salada en las heridas, llega el susurro de un viento lejano con olor a esperanza‘.
Los gritos de su hermana desde la otra punta de la playa la sacaron de su ensimismamiento y al volverse vio al anciano bailar entre miles de gaviotas, y un relámpago a lo lejos se convirtió en el trueno que anunciaba la tormenta que iba a limpiar sus vidas.