El bar del Carlos

De la importancia de la barra en las relaciones sociales interpersonales en la taberna del Carlos y otros asuntos relevantes

4 febrero 2022

En este mundo globalimbecilizado no nos damos cuenta de la importancia de las relaciones sociales en el bar para un sector de la población. El homo baris es un hombre dado a la borrasquería y al chascarrillo, de acuerdo, pero también es un hombre con unas necesidades específicas, vamos, que tiene su corazoncito, un corazoncito que hay que llenar y cuidar.

Las relaciones sociales interpersonales del homo baris no son iguales con barra que sin barra. Me explico. La barra, aunque separa y pone en su sitio a los taberneros y a los parroquianos, es un eje simplificador del buen desarrollo del universo dionisíaco y sutil que nos envuelve.

Porque, aunque a ustedes les parezca mentira, nosotros hemos visto cosas que nunca podrían imaginar, hemos visto la puerta del Tannhäuser tantas veces que una tarde la fuimos a buscar con el Paco para que se la pusiera el Santi en la cochera. Y todos, todos, todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia, si no volvemos pronto a la normalidad de la barra.

Hemos estado sentados en la puerta a 3 grados bajo cero tomando un cortao o una cañica. Hemos levantado la moral de la tropa pasando en manga corta por la calle Mayor un diez de marzo mientras algunas, por la ventana, decían aquello de “qué poca vergüenza con la que está cayendo en España”. Y, aún así, somos gente con sentido de Estado. Hemos llevado mascarillas, guardado algunas distancias y, por supuesto, hemos comido torreznos de Ólvega alguna de las veces que al Víctor le ha dado por ir al pueblo de su suegro, Noviercas. Ni que decir tiene que esos pocos jueves que hay torreznos se llena la carpa de nuestros queridos amigos que tanto nos quieren y nos echan de menos.

Ya no quedamos nadie, creo, por confinarse alguna semana en estos dos últimos años. Como el Santi vive en el piso de arriba del bar se confinó con el Paco una semana y salían a beber cerveza al balcón. Así era como si realmente no estuvieran confinaos, solo que tenían que beber en lata.

Al lío. Que lo de prohibir otra vez la barra con lo que hemos sufrido estos años es otra cabronada. Que no puede ser. Que resulta que ya hay estudios que demuestran la importancia de la barra para nuestra salud mental[1], para nuestras relaciones de homo baris. ¿Qué va a ser de todas las miles de personas que saturarán el sistema sanitario estos próximos años por haberles coartado sus libres relaciones sociales interpersonales en la barra de la taberna? ¿Quién cojones nos salvará entonces? ¿A quién le importamos? Queremos hacer un llamamiento, me cago en Dios, que es el único sitio donde nos hacen caso, ¡Copón!


[1] “Die Bedeutung des Tresens für die psychische Gesundheit lebenslanger Gäste“, artículo del sociólogo Ernesto Jartillo publicado en The Guardian el 21 de diciembre de 2021

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