Mitología

Ciclo Troyano Agamenón II

14 marzo 2024

Vamos a estudiar el poema de Agamenón, dedicándonos previamente a un breve estudio de los personajes que aparecen en la obra, de manera que podamos situarnos en el contexto de la misma con los conocimientos previos necesarios que nos ayuden a comprenderlo mejor y a ampliar los episodios mitológicos.
Los personajes principales son: Agamenón (Ἀγαμέμνων), Egisto (Αίγισθος), Clitemnestra (Κλυταιμνήστρα) y Casandra (Κασσάνδρα), cuyos actos y declaraciones son contestadas por el coro de los ancianos. Junto a ellos debe destacarse dos personajes menores: Taltibio (Ταλθύβιος: el heraldo de Agamenón) y el vigilante, especialmente este último por el lirismo de sus declaraciones.

1. Agamenón. Rey de Argos (Άργος, ‘brillante’), es el hijo del rey Atreo (Ἀτρεύς). Se le conoce, junto a su hermano Menelao (Μενέλαος), con el nombre de “El Átrida”. Menelao cuenta a su hermano la desgracia del abandono de su esposa, Helena, e indica que ha sido secuestrada por Paris, hijo de los reyes troyanos Príamo y Hécuba. En realidad, Helena no fue secuestrada, sino que abandonó a su marido por su propia voluntad. Agamenón, al ver a su hermano deshonrado, convoca a los reyes de la Hélade para que todos juntos partan en múltiples embarcaciones a conquistar la ciudad de Troya o Ilión, recuperar a Helena y castigar a Paris. Este es el argumento principal de la Ilíada, como ya anticipamos en otro artículo.
Agamenón había tenido grandes diferencias con Aquiles, hijo de Peleo y Tetis, por Briseida (Βρισηίς), hija del sacerdote Crisés (Χρύσης), que Aquiles había tomado como esposa y que tuvo que ceder a Agamenón, que la acogió como concubina. Este hecho originaría que un Aquiles enfadado se retirara del campo de batalla y que Zeus se apareciera en sueños a Agamenón para que se convirtiera en el caudillo de los griegos o helenos contra los troyanos. Sin embargo, las batallas no otorgaban la victoria que esperaban los griegos, puesto que se notaba la ausencia del feroz guerrero Aquiles. A ello había que sumar las vacilaciones de Agamenón, que en varias ocasiones ordenó a sus hombres partir a casa, aunque siempre encontró otros héroes y caudillos que lo reanimaron a combatir. En un caso, fue Odiseo; en otros, Diómedes (Διομήδης) y hasta el mismo Poseidón (Ποσειδῶν), que le inspiró coraje bajo la forma humana de anciano.
Si todos estos acontecimientos tenían lugar en el décimo año de la guerra, la muerte de Patroclo, el amigo de Aquiles, motivó a este para acudir al campo de batalla y vengar su muerte, sumando un gran efectivo al mando de Agamenón, con quien se reconcilió.
A pesar de ser el jefe de todos los ejércitos griegos, Agamenón no es el héroe de la Ilíada. Su espíritu caballeroso, valentía y bravura en el combate son inferiores a los de Aquiles, verdadero protagonista de la obra. Pero el rey está por encima de todos los griegos en cuanto a dignidad y poder. Agamenón es para los héroes como Zeus es para los dioses olímpicos. El cetro real de Agamenón, símbolo de su mando total, es obra del dios Hefesto, que Zeus había dado al dios mensajero Hermes, y que este, a su vez, lo entregaría a Atreo y lo heredaría Agamenón.
Antes de partir a Troya, la escuadra griega estaba atracada en el puerto de Áulide (Αὐλίς) y no podía partir porque no había vientos favorables que pudieran transportar las naves trirremes o pentarremes (con tres o cinco filas de remeros, que lo hacían al mismo tiempo al sonido de un tambor) a conquistar la ciudad.

Al parecer, Agamenón se había ganado el odio de la diosa de la caza Artemis (Ἄρτεμις) porque había matado un ciervo en una arboleda sagrada, motivo que le había hecho jactarse de sus cualidades como buen cazador. Calcante (Κάλχας), el vate, reveló un oráculo por el que la forma de aplacar a la diosa sería sacrificar a Ifigenia (Ίφιγένεια), hija de Agamenón.

Inicialmente éste se negó a ofrecer en sacrificio a su hija, pero la presión de su hermano Menelao hizo que enviara un mensaje a su esposa Clitemnestra para que Ifigenia fuera conducida a Áulide y allí casarla con Aquiles. Pero más tarde envió otro mensaje a su esposa para que evitara la partida de la princesa, mensaje que nunca llegó. Finalmente, cuando Clitemnestra llegó, fue ofrecida en sacrificio a Artemis. Así lo indica Esquilo en su obra, aunque otros autores afirman que no llegó a morir, porque cuando estaban a punto de ofrecerla, se convirtió en otro animal (toro, ternera u osa) y desapareció sin ser vista por los presentes, que se taparon los ojos para no contemplar aquel exigente y horrendo ritual.
Siguiendo la versión de Esquilo y Sófocles, Ifigenia perdió la vida, algo que su madre, Clitemnestra, no olvidaría jamás, y guardaría rencor hacia su marido Agamenón en lo más profundo de su corazón, esperando que llegara el día en que pudiera vengar tal ignominia.

2. Clitemnestra. La madre de esta, Leda (Λήδα) era una princesa etolia que se convirtió en reina de Esparta al contraer matrimonio con Tindáreo (Τυνδάρεος). Un día, mientras caminaba por el curso del pequeño río Eurotas (Εὐρώτας), se le apareció el rey de los dioses, Zeus, en forma de cisne asustado, fingiendo ser perseguido por un águila. El caso es que la sedujo y, en la misma noche, Leda yació también con su esposo Tindáreo. De estas uniones, Leda puso cuatro huevos: dos fecundados por Zeus, que darían origen a Helena y Pólus; y los otros dos, de Tindáreo, cuyos hijos serían Cástor y Clitemnestra. Ésta se había casado con Tántalo, pero Agamenón lo asesinó junto a su hijo recién nacido y fue obligado por ello a convertirla en su esposa, de cuya unión nacieron cuatro vástagos: Electra (Ἠλέκτρα), Ifigenia, Orestes (Ὀρέστης) y Crisótemis (Χρυσόθεμις: ”justicia dorada”).

3. Egisto. Era sobrino carnal de Atreo. Atreo y Tiestes, el padre de Egisto, eran hermanos. Tiestes fue desterrado de Micenas (Μυκῆναι) por Atreo que, no conforme con ello, mató también a sus descendientes. Desde entonces, Tiestes (Θυέστης), herido por el rencor, esperaba el momento para vengarse, una vez que consultó al oráculo y le reveló que el vengador sería el hijo que tuviera con su propia hija. Tiestes yació con su hija Pelopia (Πελόπεια) y después de esta relación incestuosa nacería Egisto. Tras el natalicio, una Pelopia avergonzada abandonaría a su vástago en el campo y, años más tarde, conocería a Atreo, con quien se casaría sin saber en realidad quién era. Pelopia contó a Atreo parte de su vida y éste, conmovido, ordenó que buscarán al niño Egisto, que fue encontrado en la cabaña de unos pastores. Se preocupó por él y lo educó como un verdadero padre. Ya de mayor, Atreo encomendó a Egisto la tarea de buscar a Tiestes con la intención de ejecutarlo. Egisto portaba la espada que Pelopia arrebató a Tiestes cuando mantuvo la relación, y este reconoció al joven por el arma. Cuando se presentan padre e hijo en la casa de Atreo y Pelopia, y Tiestes es informado de que había tenido un hijo, Pelopia se suicida y Tiestes y Egisto matan a Atreo y reinan sobre Micenas.
Egisto no fue a luchar a Troya, sino que se quedó en Grecia e intentó seducir a Clitemnestra en reiteradas ocasiones. Aunque inicialmente rechazado, la reina cambió de opinión al enterarse por Nauplio (Ναύπλιος) que su esposo, el rey Agamenón, además de haber sacrificado a su hija, había tomado como concubina a Briseida. De ahí que no respetara su matrimonio y mantuviera relaciones con Egisto, que se llevó a una isla desierta al aedo al que Agamenón había ordenado que vigilara constantemente a su esposa.

4. Vigilante. Este vigilante no debe ser confundido con el poeta anterior. Al partir a Troya, Agamenón había puesto un centinela apostado al techo de la casa familiar para que avisase a su esposa y familia de la destrucción de Troya y del fin de la guerra. El mismo rey se encargaría de encender una gran hoguera cuyas llamas pudieran divisarse en toda Grecia. En el poema se observa el cansancio del centinela, que lleva varios años sin poder dormir, “agotado como un perro” y obedeciendo los dictados de una mujer “con corazón de varón”. Y aunque lamenta los destinos que presiente que sucederán sobre la casa de Agamenón, promete no revelar la señal que ha conocido en sueños. A pesar de todo, el lacayo cumplirá fielmente la tarea encomendada.

5. Casandra. Hija del rey troyano Príamo y hermana de Paris y Héctor. Era una sacerdotisa de Apolo. Este dios olímpico la amaba y ella pactó con él un encuentro carnal a cambio de que el dios le concediera el don de la profecía. Cuando Casandra conoció la adivinación, rechazó a Apolo, que, ofendido y traicionado, la maldijo y le escupió en la boca, lo que significaba que tal cualidad de predecir los acontecimientos la seguiría teniendo, pero nadie creería sus vaticinios. Cuando Casandra predijo la destrucción de Troya, la muerte del rey Agamenón y su funesto fin, nadie le hizo caso. Incluso su familia creía que había enloquecido.

6. Ayax (Αἴας), el guerrero griego, una vez concluida la guerra de Troya, encontró a la pitonisa escondida debajo de un altar consagrado a la diosa Atenea. Aunque la joven se agarró a la escultura, el guerrero hizo caso omiso a sus súplicas y se la llevó junto con la escultura de la diosa. Algunos autores indican que Ayax la violó en aquel lugar, pero el hecho de no respetar la estatua, lo que suponía un sacrilegio, enfureció a la diosa, que instó al dios Poseidón para que enviara una fuerte tormenta en un promontorio, de forma que la embarcación donde iba Ayax se hundió en la profundidad del mar y tanto él como todos sus hombres sucumbieron.
Ayax entregó a Casandra a Agamenón, que la convirtió en su concubina. Con ella regresaría a Micenas y sería recibido por su esposa Clitemnestra, que preparó una alfombra de color púrpura para que el rey entrara en la ciudad con el máximo honor, tras haber vencido en la guerra. Casandra advierte repetidas veces al rey que rechace tal ofrecimiento, puesto que, si lo hacía, cometería un sacrilegio, puesto que tales preparativos se debían hacer a los dioses, no a los mortales. Agamenón no hizo caso y se dejó agasajar, sin pensar que la soberbia de los hombres (“ὕβρις”) era castigada por los dioses olímpicos.

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