Donde las aves Anidan

Sin futuro

28 noviembre 2022

            Nunca llegó a comprender por qué le llamaban mal romano. Ciertamente, la metrópoli quedaba lejos, cada día más lejos, pero tanto para él como para el resto de los cæsaraugustanos. Allí malvivían en lo que un día fue el gran puerto y mercado fluvial de los pueblos alrededor del gran río. Quizás —se preguntaba— debido a ese extraño carácter que había heredado de su padre. ¿Podría ser porque su linaje jamás se acostumbró del todo a la vida urbana? ¿Tal vez por la degradación social a la que se había visto sometida su familia a lo largo de los últimos años? Por muchas razones añoraba la tierra de sus antepasados, en los altos montes donde lucía el sol de mediodía, tantas veces mencionada por su padre.

            Lo cierto es que últimamente la vida se había vuelto dura para su familia y, consecuentemente, para él. La decadencia económica de Cæsaraugusta había arrastrado a la ruina el taller de transformación del cuero que tantos ingresos les proporcionó durante décadas. Sabía que sus ancestros lo habían trabajado durante siglos. Desde hacía unos años habían tenido que prescindir de toda la mano de obra, tanto por manumisión, como por cesión de siervos.

El ejército o, más bien, lo que de él quedaba, había sido su principal cliente. Ahora era su mayor problema. Eran patrullas de mercenarios-policías, gran parte de los cuales procedían de la tierra donde no hay sol. Se llamaban a sí mismos germanos y estaban al servicio de los cuestores y curatores en general, verdaderas aves de rapiña. Los impuestos eran su presa y él no era dócil precisamente, herencia paterna. ¡Pues no le llamaban mal romano precisamente ellos, cuyo único amor por el imperio era el dinero que irregularmente recibían!

En algún momento llegó a sospechar si su fama de antisocial no se debía a la costumbre paterna de rememorar grandes glorias de sus antepasados, transmitidas de boca a oído. No estaba expresamente prohibido, pero no era posible o al menos sencillo celebrar derrotas del imperio. Los desconocedores de la historia no sabían que éstas se habían producido entre pueblos libres antes de que Augusto se erigiera como emperador. ¡Maldito fuera una y mil veces Julio César por tergiversar la historia y enterrar entre mentiras la grandeza de su pueblo!

            Lejos quedaban ya los tiempos del estudio que sus padres le habían proporcionado y la vida fácil de la ciudad. De los viejos tiempos solo quedaban los cuestores y los mercenarios.  Su corrupción no era nueva, pero su corta trayectoria en el cargo no hacía más que acrecentar la velocidad de rapiña. Tanto era así que, lo que en tiempos era recibido como un sostén del orden, los sucesivos impuestos se habían convertido en una mordaza social, impuesta a sangre y fuego. Y le habían golpeado a él.

            Abulo, que así se llamaba por empeño de su padre y oposición de su madre, había sabido de boca de alguno de los pocos amigos que tenía, más bien compañeros de andanzas, de la existencia de tierras allá de donde viene el persistente viento frío, en las que los hombres, eran verdaderamente libres. Libres pero paupérrimos, gente que huía de la miseria urbana o campesinos empobrecidos para encontrar la miseria del ager. Los funcionarios locales, de los cuales estaba cada día más alejado y hastiado los llamaban despectivamente brigantes, pero, por alguna razón que aún desconocía, los odiaban y también los temían. No sabía que su único sustento era el pillaje.

Poco a poco fue interesándose por la existencia de estas gentes con una mezcla de incredulidad y fascinación. La situación social de la ciudad se deterioraba por momentos, pero no era cuestión de plantearse dejar la ciudad. Se había criado en un ambiente urbano. Su padre le había contado una y mil veces las gloriosas historias de sus antepasados, la confección de las armas de una calidad inigualable que el ejército compraba en sus tierras, pagándolas con oro. Tiempos mejores hasta que, cansados de pagar, los romanos decidieron quedarse con el negocio. Guerra, heroicas batallas, derrota… y la nada.

En muchos momentos se había planteado volver a esa tierra, pero su padre, ahora ya fallecido, le había quitado una y otra vez la idea de la cabeza. «De lo que yo te he contado ya no hay nada —decía—, solo terratenientes y sus sicarios armados. Viven en latifundi rodeados de altos muros y son más peligrosos que las patrullas de mercenarios que atormentan a los campesinos. O estás con ellos o contra ellos».

Fue el odio profesado a los funcionarios públicos lo que acrecentó su curiosidad por aquellas gentes desclasadas. Más adelante, estrechó amistad con un joven, llamado Arranes, cuyo nombre podía suponerle que había recibido una educación paralela, cosa que se vería corroborada con el paso del tiempo.

En aquellos tiempos, las familias de vieja tradición tribal huían de nombres romanos y buscaban en la jerga gremial. Era como una especie de negación del imperio y realmente esos nombres procedían de antiguas lenguas. El padre de Arranes veía en él a alguien que debiera volar alto, llamado a grandes hazañas.

Provenía de una familia de artesanos originarios de Segia que, como la suya, había sufrido un galopante proceso de empobrecimiento, hasta el extremo de verse literalmente en la calle. Tuvieron que malvender las últimas posesiones familiares a personas llegadas a la ciudad acompañando a los mercenarios germanos de la última leva. Últimamente, habían aumentado la cantidad de levas pues, como habían sabido, también algunos soldados desertaban, huyendo a tierras libres, llevándose consigo a sus familias, su ganado y sus pocas posesiones. Hasta ese punto llegaba la degradación administrativa. No pagaban ni a los sicarios que defendían lo poco que quedaba de lo que fue y aún se sostenía, el Imperio.

s r

Deja una respuesta

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad