Pintura

Sacamuelas

4 octubre 2021

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Si hay un motivo poco glamuroso para realizar una pintura, es un individuo que está en pleno proceso de extracción de un diente, o al menos a mí eso me lo parece.

Y no me estoy refiriendo a alguien tumbado cómodamente en un sillón reclinable iluminado por un potente foco en una aséptica consulta, sino a una persona que se retuerce de dolor mientras alguien tira de su diente con toda fuerza y todo esto en medio de una muchedumbre que se regocija de cuanto sufre el pobre desgraciado.

¿Y porque digo todo esto? Pues porque me llama la atención la cantidad de cuadros que recogen esa escena de la extracción dental.

Este cuadro de Gerrit Dou nos cuenta a la perfección como era la consulta, siempre y cuando tuviese consulta, de un dentista en pleno siglo XVII.

Con una silla frente a una ventana, unas tenazas y a correr.

No obstante este sacamuelas debía ser de los reputados a juzgar por su vestimenta y lo que se acumula en sus estanterías: redomas -¿Serán para atar a los pacientes rebeldes?- un mortero, una calavera, espero que de ningún paciente, una bola del mundo, una viola… vamos, lo que no puede faltar en la consulta de un sacamuelas que se precie.

Lo que el pintor si ha logrado reflejar magistralmente es el gesto tenso del paciente, que levanta los puños un tanto acojonadillo. Casi le oímos decir ¡Ay, ay!

El hombre ha depositado su cesta con huevos en el suelo, lo que muy posiblemente sea el pago por la intervención.

Este cuadro tiene una peculiaridad. Es de los pocos que apareciendo un sacamuelas no tenga alrededor una muchedumbre dándose el gustazo de ver a su vecino retorcerse de dolor y temblando como una damisela.

La escena narrada por Theodoor Romboust, y que se puede ver en el Museo del Prado, lo describe muy bien.

Este pintor claramente influenciado por Caravaggio, hasta el punto de que la figura del paciente es casi una copia de alguna imagen de este, ha realizado un cuadro de esos que no tienen fin para ser narrados, empezando por los rostros de los cotillas. Cada uno de ellos merece un estudio sociológico: el empático que mira y sufre tanto como el paciente, el viejo que mira con sus quevedos como supervisando y juzgando la intervención, el pelma de turno que te cuenta, quieras o no, cuando a él le sacaron una muela o lo que sea…

¿Y del collar de muelas que lleva el dentista que me decís? A falta de títulos y orla de la promoción es la credencial de que tiene experiencia y valía en estos menesteres.

El hombre debe llevar rato trabajando a juzgar de los dientes que hay depositados encima de la mesa. Bastante negros por cierto.

También sobre la mesa numeroso instrumental entre los que se ve un berbiquí. ¿Os imagináis lo que tiene que ser que te hagan un agujero con esa herramienta en la raíz de una muela que se parte? Y sin anestesia.

Algo similar se ve en este cuadro del holandés Gerrit van Honthorst.

Este pintor hizo un viaje a Italia y volvió fascinado con el tenebrismo de Caravaggio. La diferencia entre ambos es que Caravaggio no utiliza fuentes de luz artificial para iluminar sus escenas, mientras que van Honthorst hizo un máster en velas y lámparas. El recurso del niño sujetando la vela para que el sacamuelas pueda ver dónde atacar resulta de lo más efectista y consigue dirigir la mirada del espectador a la cara del paciente. Por cierto, que la vestimenta azul del muchacho es la única nota de color para dar más densidad a la atmósfera de la escena.

Y para finalizar dos grabados. El primero del campeón mundial de los sacamuelas, ¿Qué por qué lo sé? ¿A ver cuantos sacan muelas sin ni siquiera bajarse del burro?

Eso sí, a la paciente le tienen que sujetar, otra sale despavorida… No me extraña.

El segundo es un grabado de la serie Los caprichos de Goya titulado “A la caza del diente”.

Una joven, que evidentemente no es sacamuelas profesional, le está arrancando los dientes a un ahorcado para preparar un hechizo amoroso que le permita conquistar a su amado. Como buen ilustrado, Goya critica duramente la ignorancia y superchería de la sociedad en la que le tocó vivir. Como casi siempre lo hago he pretendido poner una música acorde con el tema, pero solo he encontrado una que se titula El dentista y francamente no os recomiendo que la escuchéis.

*Nota de la dirección
El redactor jefe, que se jacta de conocer bien la psicología humana, convencido de que todo aquel ser vivo que haya leído hasta el final el texto de nuestro inefable colaborador, buscará de inmediato la canción "El Dentista", os facilitará la tarea, enlazando la canción a la primera imagen. Sabiendo que esto es superior a vuestras fuerzas, pulsaréis el play que allí se encuentra. Para ampliar horizontes nada como sumergirse en el rico universo de Calixto Ochoa.
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