Mitología
Prometeo y las edades del Hombre
29 octubre 2023
En el artículo anterior escribimos sobre el titán Prometeo (Προμηθεύς), que creó al hombre y le dio el fuego, la inteligencia y las artes. Este artículo concluirá con el mito de Prometeo y comenzará con las edades del hombre.
1. Zeus castiga a Prometeo
Al crear unos seres superiores a lo que Zeus (“Ζεύς”) pretendía, la osadía de Prometeo fue severamente castigada. Para ello, el rey de los dioses citó a Hefesto (Ἥφαιστος”: dios de la forja y del fuego) y Hermes (“Έρμῆς”: dios de los mensajeros y de las fronteras) para acompañarlo a la casa del titán. El primero, el dios de la fragua, le había fabricado unas argollas con las que Zeus quería encadenar a Prometeo y sujetarlo fuertemente a una roca, la roca Tarpeya (la “rupes Tarpeia” o “saxum Tarpeium” era una pendiente abrupta del Capitolio, en la antigua Roma). Pero el castigo infligido era todavía más doloroso, pues todas las mañanas un águila enorme le devoraba el hígado, que se reproducía durante la noche. Así, el dolor duraría toda la eternidad, aunque Prometeo solo se quejaba en algunas ocasiones con alaridos que causaban pavor a los habitantes de la comarca.
Tras escuchar los ensordecedores gritos, Heracles (Ἡρακλῆς: “gloria de la diosa Hera”. Es el Hércules romano), que marchaba a Hesperia (“ἓσπερος”: atardecer. Así denominaban a España, la parte más occidental del mundo entonces conocido), se compadeció, mató con una flecha al águila y liberó a Prometeo. Zeus consintió todo esto porque en una de las visitas periódicas con que obsequiaba al Titán, Prometeo, que tenía también el don de la adivinación, le predijo que no se uniese a Tetis (“Θέτις”), pues, si tenía un hijo con ella, lo destronaría, como había hecho él con su padre Crono (“Κρόνος”: dios del tiempo), y este con el suyo, Urano (“Οὐρανός”). Como muestra de agradecimiento ante el vaticinio, Zeus quiso compensar a Prometeo con el perdón, respetándole la vida y quitándole el sufrimiento a cambio de la renuncia a su inmortalidad. Para evitar que el astuto e inteligente titán no olvidara su inferioridad respecto de él y el resto de los dioses, encargó a Hefesto que fabricara un anillo de hierro que Prometeo llevaría en su dedo y que le recordaría permanentemente su dependencia respecto de Zeus.
2. Prometeo vuelve a engañar a Zeus en los sacrificios rituales
Cuando los hombres celebraban sacrificios a los dioses, reservaban a estos la mejor parte de la res sacrificada, mientras que la peor se la comían ellos. Prometeo ve que esta costumbre es injusta. Por eso invitará a los dioses a un banquete en su casa. Zeus, sentado en el sitio de honor, es el primero en tomar una parte del alimento que Prometeo ha preparado, aunque el titán le advierte que deberá dejar la otra parte a los hombres. El dios se sintió ofendido, aunque olvidó la condición impuesta porque, al fin y al cabo, tenía el honor de elegir la parte que deseara.
Prometeo dividió el ternero sacrificado y asado en dos partes: la tripa y el lomo con las patas. Lo que ocurrió es que el sagaz Prometeo había usado un ardid: la mejor parte, más asada y crujiente, ocultaba solamente los huesos envueltos en grasa, mientras que la tripa contenía los mejores bocados. Zeus, engañado, tomó la parte que visualmente era más apetecible y, al darse cuenta del engaño, se enfadó y salió airado. Desde entonces, los griegos realizaban los sacrificios rituales con bueyes o terneros y dejan a los dioses los huesos y la grasa, aquella parte que el mismo Zeus había elegido para sí. Así pues, Prometeo liberaba a los hombres de la dependencia respecto de los dioses en tanto que los primeros, fruto de su inteligencia, disfrutarían más de las riquezas y dones que ofrecía la naturaleza que los segundos, algo que Zeus no olvidaría.
3. La venganza de Zeus contra Prometeo: Pandora.
La venganza de Zeus no se hizo esperar. Quitó a los hombres el fuego como castigo para que, a partir de aquel momento, aunque se comieran las mejores partes de los terneros sacrificados, la carne que ingirieran sería cruda. Sin embargo, Prometeo volvió a devolver el fuego al género humano. Zeus, molestísimo y muy indignado con Prometeo y el género humano, visitó el taller de Hefesto y le rogó que de su fragua creara una criatura bellísima, llamada Pandora (“Πανδώρα”: la que posee todos los dones o regalos). Era una mujer a la que Atenea (“Αθηνά”) le dio el aliento de vida, instruyó en la costura y confección, así como en el arte culinario; Hermes la dotó con la astucia y el engaño; y Afrodita (“Ἀφροδίτη”) le concedió el arte de la seducción y la belleza. Zeus le regaló un cofre que bajo ningún concepto debía abrirlo. Era un regalo de matrimonio porque quería que fuera la esposa de Prometeo, en el momento en que este la viera. Pero se equivocó y nuestro titán la rechazó, pues creyó que el dios Zeus, a quien conocía ya sus intenciones, como estaba ofendido, tramaría su venganza contra él. En cambio Epimeteo (“Ἐπιμηθεύς”: que reflexiona más tarde), su hermano, cuando la vio tan bella, la convirtió en su esposa.
Un día, celebrados los esponsales y viviendo ya en la normalidad, cuando Pandora se encontraba en casa, tuvo la curiosidad de abrir el cofre para comprobar el regalo que supuestamente contenía. Al abrir una rendija, salieron de él todos los males del mundo: el cansancio, la pobreza, la vejez, la enfermedad, los celos, los vicios, las pasiones, las guerras, la muerte,… De esta forma, los dioses volvían a ser superiores a los hombres por la condición de la inmortalidad. Pandora, al ver lo que sucedía, cerró súbitamente y de un golpe el cofre. Desde entonces la vida de los hombres y las mujeres sería una constante lucha para superar todas las dificultades. Sin embargo, al cerrarlo rápidamente, dentro del cofre quedó una virtud, la esperanza, que, puesta en la libertad que enseñó Prometeo, consuela a las personas en los fracasos que se producen en la vida.
4. El mito de las edades del hombre
Después de los mitos de Prometeo y Pandora, Hesíodo narrará otro sobre las distintas edades del hombre. Según el, los dioses y los humanos tenían el mismo origen. Inicialmente los dioses crearon un género de mortales que compartieron su existencia con Crono mientras este se erigió en el rey del universo (la primera edad: de oro). Esta estirpe vivía de una forma similar a las divinidades: no tenían preocupaciones, problemas, ni conocían el mal. Al contrario, disfrutaban de la vida, participaban en las fiestas y no se cansaban, pues gozaban de una juventud perpetua que los mantenía permanentemente fuertes y vigorosos. Tampoco tenían que preocuparse por su forma de vida, pues la tierra les era tan fértil que derramaba abundantemente sobre ellos copiosos frutos y en cuyos campos, una vez recolectados, pastaban numerosos rebaños. Era el mundo de la abundancia, la cornucopia. Además, estos seres no conocían la muerte, que era sustituido por un dulce y profundo sueño. Pero Zeus los sepultó bajo tierra y los denominó “δαίμονες”(daimones: que significan ‘divinidades’, ‘genios’, ‘fortunas’). Protegen a los mortales, les proveen de toda clase de riquezas y suerte, y vigilan las sentencias y sus malas conductas.
Zeus y los dioses olímpicos crearon una segunda generación (segunda edad: de plata), diferente e inferior a la primera. Permanecían en los domicilios familiares durante cien años e, independizados, vivían ya poco tiempo: su estado permanente de infantilidad les obligaba a una breve juventud, adultez y senectud. Al no ser inteligentes, actuaban de forma violenta y se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses. Zeus, encolerizado, se encargó de hacerlos desaparecer, aunque les concedió el rango de “mortales bienaventurados”.
No contento con ello, y a partir de los fresnos, el rey del Olimpo creó una tercera estirpe (tercera edad: de bronce), temible y fuerte, solamente interesada en la guerra y la provocación. Sus armas y casas eran broncíneas; su trabajo, de bronce. Pero tuvieron la mala suerte de que murieron y ni siquiera pudieron dejar su nombre.
Zeus no se desanimó: creó una nueva raza, los héroes o semidioses (cuarta edad: de los héroes. Hijos de un dios o diosa y un o una mortal, como Aquiles), la mayoría de los cuales perecieron en las guerras de Troya y Tebas, salvo los que logró salvar y llevarlos a las islas de los bienaventurados.
Finalmente el dios creó la generación de Hesíodo y sus coetáneos (quinta edad: de hierro), que son sometidos por los dioses a tribulaciones, fatigas y males, que comparten con alguna alegría. La sociedad se caracterizará por la rivalidad de los amigos y la pérdida de la amistad; la desunión entre los hermanos y la destrucción de las familias; la inobservancia de las leyes sagradas de la hospitalidad; el expolio de las ciudades, la falta de respeto a los ancianos; la falta de reconocimiento social a los honrados y justos; la pérdida del pudor y la sustitución de la justicia por la fuerza; la envidia acompañará a los peores. Entonces Aidos (Αἰδώς: ‘vergüenza’, ‘modestia’, ‘humildad’) y Némesis (Νέμεσις: ‘venganza’, ‘equilibrio’, ‘justicia’, ‘fortuna’) abandonarán a los hombres y partirán al Olimpo a vivir con los dioses. Obsérvese el tono de pesimismo y de degradación que presenta Hesíodo, que tomó las cuatro edades en función de los materiales utilizados por el hombre y que los adoptó emulando las mitologías india y persa, a las que añadió la edad de los héroes. Volveremos sobre las edades.