Hesíodo y su obra: Prometeo

Los trabajos y los días, segunda obra de Hesíodo.

Es la segunda gran obra que se ha conservado prácticamente completa. Hesíodo (Ἡσίοδος), una vez que ha dedicado su primera obra (Teogonía) a los dioses para obtener su favor, se fijará en las realidades con que deben contar los hombres para garantizar su existencia. La intercesión de los dioses asegura la vida de los humanos; pero la libertad de acción de los humanos la garantiza. Ambas son necesarias y se complementan.

El duro trabajo de los hombres es, en consecuencia, uno de los pilares sobre los que pivota la temática de esta obra. El otro tema importante es la justicia…

En los Trabajos (Ἔργα: Erga), el poeta describe las actividades de los campesinos (γεωργός: gueorgós) durante las estaciones del año. En la parte que dedica a los Días (Ἡμέραι: Hemerai), describe cuáles son los más propicios para el ejercicio de dichas actividades. Cuando se plantea cuál es la causa para clasificar los días favorables y los que no lo son no encuentra otra clasificación que la voluntad de Zeus.

El duro trabajo de los hombres es, en consecuencia, uno de los pilares sobre los que pivota la temática de esta obra. El otro tema importante es la justicia, algo que los hombres buscan y persiguen para vivir en armonía y paz en la sociedad, aunque no siempre lo consiguen, unas veces por su propia voluntad; otras, por la existencia de tribunales que no obran rectamente. En esta segunda causa Hesíodo nos transmite su experiencia personal acerca de la conducta de su hermano Perses (Περσης), que había dilapidado la parte de la herencia que le correspondía de sus padres y, no contento con eso, le reclamó injustamente una parte de la totalidad que pertenecía al poeta. Por eso, después de invocar a  las musas para que le inspiren el canto que quiere transmitirnos y que aparece recogido en el libro, se dirige a su hermano Perses solicitándole una reconciliación después de que este hubiera iniciado la querella contra él. 

Según Hesíodo, los hombres fueron castigados por los dioses, que se enfadaron por su conducta. Desde entonces el género humano debe trabajar duramente.

El poema puede dividirse en dos grandes apartados: en el primero, que ocupa un tercio de extensión, Hesíodo describe la cólera de los dioses ante la conducta de los hombres. Como castigo, deben trabajar duramente.

Según Hesíodo, los hombres fueron castigados por los dioses, que se enfadaron por su conducta. Desde entonces el género humano debe trabajar duramente.  Por eso en la primera parte de este poema el poeta muestra a los griegos, entre proverbios, aforismos y máximas, la cólera divina a través del ejercicio arbitrario del poder y la justicia. Y lo hace a través de varios mitos: Prometeo (Προμηθεύς) y Pandora (Πανδώρα); las cinco edades o las generaciones de los metales, y la fábula del halcón y el ruiseñor.

La segunda parte contiene instrucciones del poeta a su hermano Perses acerca de los diferentes trabajos que realizan las personas, así como su enumeración y correspondencia con las distintas estaciones. Entre las labores destacan las agrícolas y la climatología, desde la descripción del rigor térmico estival hasta la construcción de un arado que roture la tierra; también sobre el comercio marítimo y la conducta religiosa y moral y, finalmente, un calendario de los días más convenientes y afortunados para el ejercicio y mejor rendimiento laboral.

Como puede apreciarse, el contenido de esta obra difiere enormemente de su Teogonía. Si en ésta la temática de Hesíodo es de orden mitológico-teológico y erudito y cuyos contenidos le fueron transmitidos oralmente por los antiguos (épica), en Los Trabajos y los Días cambia dicha materia probablemente por la experiencia personal que él mismo recuerda en los primeros versos: la división de los bienes que heredó de sus padres y el litigio con su hermano, disoluto, indolente y avaricioso, que le obliga a sufrir injustamente por culpa de un tribunal de justicia corrupto. En la obra se valora positivamente la ambición por la riqueza mientras esta estimule el trabajo para conseguirla, aunque es fácil caer en el excesivo deseo por ella, que conlleva a la avaricia y, en consecuencia, a la perdición. La transgresión de ese límite o línea es tenue y solamente los dioses la conocen.

Zeus había intentado crear al hombre, pero había fracasado en las cuatro ocasiones que lo intentó. Por eso quiso hablar con Prometeo para dedicarle este arduo e importante trabajo.

Prometeo

Hijo del titán Jápeto (Ίαπετός)  y de Clímene (Κλυμενη), destacará por ser el protector de la humanidad y por liberarla de la esclavitud que esta tenía respecto de los privilegios que ostentaban los dioses. Algunos autores sostienen que nuestro titán creó al primer hombre con el barro como materia, al estilo de los alfareros.

Prometeo cumple el encargo de Zeus y crea el género humano.

Zeus había intentado crear al hombre, pero había fracasado en las cuatro ocasiones que lo intentó. Por eso quiso hablar con Prometeo para dedicarle este arduo e importante trabajo. Pero el titán se encontraba cogiendo frutos en el bosque y tardó más de lo debido en presentarse ante el padre de los dioses, que, enfurecido, fue calmado por Prometeo cuando este le prometió que le dedicaría todo su tiempo posible. Zeus quería crear una raza de seres inteligentes igual que los dioses en cuanto a la forma, pero no con su poder. Y la finalidad de esta creación era que los seres humanos entretuvieran y divirtieran a las divinidades.

En otras tradiciones helénicas, son los dioses los que crean a los seres y los hermanos Epimeteo (Ἐπιμηθεύς) y Prometeo son los que deben darles los instrumentos necesarios para subsistir y dominar la naturaleza. Epimeteo fue tan dispensador y generoso que repartió tantos útiles que, cuando les tocó a los hombres, ya no había nada que repartir. Su hermano Prometeo, compadecido por la pobreza y la fragilidad de los seres humanos, hará lo posible para dotarlos con todo lo necesario para convertirlos en seres inteligentes. Prometeo consultará con Atenea (Ἀθήνη) sobre los materiales que debe utilizar, pero Atenea se encuentra dolida porque su padre Zeus no ha acudido a ella para tal menester y ha elegido a un titán. Prometeo, astuto, para evitar la enemistad de la diosa, le ruega que exhale su espíritu al hombre que va a crear y así la diosa se sentirá satisfecha y confortada. Después recurrió a Helio (Ἥλιος), a quien envió un recado con el mensajero Hermes (Έρμῆς): al día siguiente, Helio debía detener el carro del sol al mediodía encima de la casa de Prometeo. Helio le preguntó la causa de esa detención, pero no obtuvo respuesta. De esta forma, Helio partió con su carro y los cuatro corceles según lo previsto.

Prometeo tomó tierra y agua y modeló un hombre robusto y bien formado. Atenea exhaló su aliento sobre él y le dio la luminosidad. Fue el comienzo de la vida humana.

Mientras, el titán convocó en su casa a todos los dioses. Quiere que contemplen el ser humano que ha creado, aunque todavía no tiene vida. En casa de Prometeo se dan cita Atenea, el patizambo y contrahecho Hefesto (Ἥφαιστος), que se molestó al ver llegar a su esposa Afrodita (Ἀφροδίτη) con su amante Ares (Ἄρη), dios de la guerra. Y también acudieron Zeus y Hera (Ἥρη). En presencia de todos, Prometeo tomó tierra y agua y modeló un hombre robusto y bien formado. Atenea exhaló su aliento sobre él y le dio la luminosidad. Fue el comienzo de la vida humana.

Prometeo enseña a los hombres y Zeus lo castiga.

En el mismo momento en que Prometeo crea el primer hombre y los dioses aplauden tal, hazaña, Helio detuvo el carro y, de repente, las tinieblas sembraron la confusión. Una lengua de fuego, que produjo una vivísima luz, se manifestó a los presentes. Era Helio, que tendió sus manos hacia el nuevo ser y le dio así la energía y el movimiento. Zeus bautizó al nuevo ser como “Fainon” (el más bello, brillante, de φαίνω: brillar, resplandecer, manifestar). Después llamó a Hermes y le ordenó que condujera a Fainon y a los seres humanos a la tierra, donde gozarían de su protección.

Prometeo, compadecido de la debilidad del género humano, fue a vivir con ellos y les enseñó a protegerse del frío

Sin embargo, los hombres no eran inteligentes, no veían, no oían, no sabían aprovechar los recursos de la naturaleza. ¿Cómo podía consentir Zeus que estos seres pudieran vivir en estas condiciones? Prometeo, compadecido de la debilidad del género humano, fue a vivir con ellos y les enseñó a protegerse del frío aclimatando sus cavernas con fuego porque los hombres todavía no sabían cómo utilizarlo. Zeus se enfadó muchísimo por esta osada iniciativa de Prometeo. El titán le dijo que solo había querido ayudar a los hombres, y el padre de los dioses quiso fulminarlo con un rayo, pero decidió confinarlo en Escitia. Embarcado nuestro titán al destierro, llegó a la isla de Aea en una noche en que se acercó a la llama eterna. Cogió un carbón, lo encendió y mantuvo en ese estado suspendido mágicamente en el aire. A partir de ese momento, los hombres utilizaron el fuego. Este fue el relato con que Helio informó a Zeus, después de haber escuchado a Faetón (Φαέθων). Pero Zeus no se conformó solamente con escuchar estas versiones, sino que esta vez se informará de Hermes, mensajero de los dioses, y de Hefesto. El primero intentó engañar a Zeus para evitarle la furia, pero no lo consiguió, y decidió castigar a Prometeo, que había dado la inteligencia a los hombres y, con ella y el fuego, el resto de las artes. A partir de ese momento, los hombres podían subsistir libres e independientes de los dioses.