Gastronomía

Magdalenas

19 noviembre 2021

Buenos días, tardes noches amigos de la garceta de la ribera. Otra quincena más nos reunimos alrededor de los escritos y posts para hablar de cosas. Cosas ricas que llenan la panza imaginaria a través de las palabras.

Y es que a nadie le amarga un dulce, y el dulce del que vamos a hablar esta vez es uno de los dulces tradicionales para desayuno más consumidos en la ribera, en la comunidad, en el país y en el continente. Más allá… quizás sea exagerar. Creo que América desayunan huevos mal revueltos, o eso vemos todos los días en las películas. Huevos que, por cierto, como van con tanta prisa siempre se quedan en el plato. Vaya gasto más innecesario verdad.

Como casi todas las recetas famosas, ésta también tiene leyenda. O leyendas… que en este caso la magdalena tiene dos bonitas historias.

No sabemos cuál es la original, así que escucha las dos y quédate con la que más sentimientos te remueva.

Cuanta la primera de las leyendas que este dulce proviene de Commercy, una ciudad francesa, pero que era ciudad súbdita del rey polaco Stanislav Leszcysnki. Este rey cuando rondaba la campiña de la ciudad en una pequeña aldea notó cierto olorcillo deliciosos que hizo que éste se acercara a una vivienda de campesinos. Allí, la campesina estaba metiendo una nueva hornada de una pasta aceitosa y brillante en un molde extraño. Al hornearse estos dulces crecían en tamaño y al dorarse quedaban hinchados. El monarca quedó impactado y se apropió de la receta de la joven. La compartió en los palacios de Versalles y pronto este dulce se popularizó. Pero claro, esa campesina de nombre Madeleine, no fue la inventora, ella la aprendió de alguien, y ese alguien de otra persona, como ocurre con las recetas tradicionales de los pueblos. Por lo que esta leyenda puede que solo sea eso, una leyenda.

La otra leyenda cuenta que fue una joven española en los duros caminos del Camino de Santiago quien se ganaba la vida vendiendo estas delicias a los peregrinos y comerciantes de paso. De hecho, se cree que fue ella la que le dio la forma original de concha con estrías que recuerda la concha de Santiago apóstol. Curiosamente a esta muchacha se le conocía por el nombre de Magdalena.

Tal fue el tránsito de los caminos que se hicieron famosas las delicias de la tal Magdalena y tomaron así el nombre de su creadora.

Lo que está claro es que las dos recetas llevaban como ingredientes la grasa, ya sea manteca o aceite, harina, ralladuras de limón, los huevos y el azúcar. A veces si el huevo es emulsionado correctamente, casi no es necesario ningún emulsionante. De hecho, en esa época era difícil conseguir nada que surtiera efecto como tenemos ahora, levadura en polvo, prensada, fresca o simplemente las gaseosas del tigre. Por eso, la ardua tarea de batir enérgicamente los huevos junto al azúcar y añadir posteriormente la harina era un trabajo costoso que bien merecía las monedas que los caminantes pagaban a la pobre magdalena.

He tenido la suerte de probar muchas magdalenas en mi vida, he cocinado magdalenas muchas veces y en cada sitio que visito de la ribera, hay una panadería en las que tienen su propia versión. Curiosamente, las versiones más usadas en España suelen ser las versiones más baratas. Ya que no todos los obradores poseían el molde de hierro con forma de concha. A veces estos moldes debían de ser encargados en herrerías y no todo el mundo podían comprarlo. Así que se ideó la forma de poder cocinar estos dulces en algo que fuera menos costoso. Ahí fue cuando nacieron las magdalenas redondas cocinadas dentro de papel aceitoso que servía como utensilio después de cocinadas para transportarlas.

El famoso gorro de papel o capsula de papel.

En Cantabria se utiliza manteca de cerdo o mantequilla. De esa forma las magdalenas quedan más apretadas, pero mucho más gustosas, esa variante se le conoce como las magdalenas mantecadas. Normalmente estas magdalenas van en un papel cuadrado doblado de otra manera que se asemejan a otra receta similar pero diferente en resultado que es el bizcocho sobado. Seguro que también habéis probado unos cuantos de estos.

Cuando era niño y acompañaba a mi abuela a comprar el pan a la panadería de la Esperanza en Luceni. Siempre esa señora de daba una de esas que aún no había embolsado. Por eso y para que no pareciera que iba con la yaya nieves a comprar solo por la magdalena, muchas veces me dejaba la yaya fuera para que no se pensara mal. Y después ella me daba una de la bolsa recién comprada allí mismo. Esa costra de azúcar crujiente encima era lo mejor para aquel niño gordito de seis o siete años. ¿Soy un pesado, pero recordáis alguna vez que he comentado lo de la memoria gastronómica? Otro claro ejemplo más. Con el tiempo la suerte o el destino me ha llevado a poder oler cada día el olor de las magdalenas recién hechas. Pero esta vez en el pelo de la mujer que comparte este camino llamado vida. Cristina elabora cada día unas cuantas de éstas. Con la receta de la familia y sus secretos intrínsecos. Es que cada magdalena de cada panadería de la ribera es distinta, ni mejor ni peor, no seamos malos ni malas. Solo distintas. Os recomiendo que las mañanas que andéis aburridos, cojáis las carreteras y caminos y creemos la ruta de la magdalena. Y así probar todas las de la ribera.

Ya sabemos cómo son las cosas y las modas. Ahora está de moda el cupcakes, los muffins… recetas derivadas de las recetas originales, con diversos rellenos, cremas psicodélicas y decoraciones extravagantes. ¡Hay mercado para todo! ¡Si prefieres una de esas adelante! Cómelas.

Yo prefiero el gozo y el disfrute de una magdalena traidora y ladrona, de esas a las que le quitas el papel poco a poco para no romperla, esas que acercas al café con leche y te vacía medio vaso de líquido y al acercarlas a la boca dejan caer unas gotas que manchan la camisa, te las engulles y piensas…. Ha merecido la pena tener que cambiarme la camisa de nuevo. Hasta la quincena que viene amigos y amigas.

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