El Bohío Caraqueño

Los corderos de Suzanne

26 febrero 2023

Suzanne Lennon, la cultivadora de rostros, además de artista itinerante, es, primeramente, la pana de todos quienes la conocen. Con el alba sale a la Avenida Fuerzas Armadas, a dar vueltas, a estacionarse en cualquier esquina, a contemplar el paisaje urbano, dibujando los matices de la comunidad. Rostros deambulantes, unos son partículas de luz, agujeros de gusano, algunos melancólicos y desteñidos, pero los hay serenos con el alma entre los ojos.

Entre tertulias me contó, que en Liverpool llegó a este mundo, su madre era una imperturbable inglesa de clase media, con una moral victoriana. Siempre quiso lucir como Jackie Kennedy o Liz Taylor, pero los espejos siempre le llevaban la contraria.

Con su padre se extendió más, era del sur de Irlanda, pero él odiaba ese agreste lugar, puro monte y culebra —enfatizó la hija. Una noche borrascosa, saltó desde un acantilado y la marea lo condujo hasta Inglaterra. Allí estudió. El día de su graduación, estalló la Segunda Guerra Mundial se uniformó de patriota y cumplió el servicio militar en La India.

Al concluir el conflicto y posiblemente como consecuencia de percibir la exhalación de la muerte en la cara, quiso acercarse a Dios, pero no todos los caminos conducen a Roma.

Inmerso en el claustro, comprendió que no se le daba el latín ni el hábito del celibato.

En esa confusión, lo envolvió una epifanía, desde las arterias escuchó la sangre del pasado que siempre llama.

Obedeció los sabios designios, regresó a Liverpool, para trabajar desde abajo, en el abasto de su padre que allí moraba. En una ocasión, llevando un encargo a una casa, tocó la puerta y abrió la que más tarde, sería su esposa y madre de sus cuatro vástagos. El hombre trabajó duro y al cabo de un tiempo ya era el dueño de una cadena de supermercados.

Suzanne nació en un ambiente de prosperidad y estabilidad económica.

Sin embargo, siempre fue la oveja negra, una rebelde con una pésima relación familiar, especialmente con su madre. Desde pequeña le encantaba dibujar y escribir poesías,

Spring is here. Fleecey little lambs appear. No one ever, sheds a tear, because they know that, spring is here…”.

Suzanne Lennon

Una sensibilidad que ofendía a su noble parentela, quienes querían educar a una dama bajo una estricta pauta inglesa, por tal motivo y para evitar que descarrilara, la internaron en un convento. A partir de esa estadía, Suzanne abandonaría la fe y la religión.

Entre tanto, su familia se mudaba al continente, girando entre el peñón de Gibraltar y Francia. Un día en Normandía, la cuerda no dio para más. En medio de una discusión, Suzanne, que contaba con quince años, se hartó, agarró sus macundales*, y se largó. saltando desde su propio acantilado. Las olas la arrastraron por una alternativa de tierras, gentes, sucesos prósperos y adversos. Con mirada acuciosa comenzó a dibujar llanuras y firmamentos, pero también cavernas e inframundos.

Para ganarse el pan, trabajó como enfermera veterinaria, posteriormente lo hizo en un hospital para personas, así pudo constatar la diferencia abismal a favor de los animales. Paralelamente, en sus adentros, se incrementaba la rebeldía de espíritu.

Yendo de farra por los bares, a veces con los arcángeles Miguel y Gabriel, en otras ocasiones con los ángeles del infierno.

Sin darse cuenta se sumergió en unas aguas turbulentas que dejaron fisuras en su memoria. Viajando río abajo, tuvo dos hijos, y paró en prisión al detenerla la policía en Algeciras por transportar hachis desde Marruecos, a sus niños nunca más volvió a ver.

En una cadena de fragosos sucesos cruzó el Atlántico hasta Venezuela, cuando arribó pensaba que lo sabía todo, pero golpe a golpe se dio cuenta que no sabía nada. De hecho, con voz entrecortada, reconoce, que sigue sin saber.

Bajo las faldas del Ávila, se enamoró, se casó y viuda se quedó. En esa secuencia, tuvo otros dos retoños que tampoco pudo criar, ni conocer.

Suzanne, desde el suelo, con las manos llenas de tierra y la cabeza encendida, ha conocido el dolor perpetuo, la soledad, el desdén, el abuso y la violencia.

A día de hoy se la puede ver por los callejones y acequias del lugar y todavía, algunos mal vivientes tratan de comprarla con alcohol.

La semana pasada nos topamos en la panadería Iberolusa, yo deseaba comprarme un pan campesino, mientras esperaba ser atendido, apareció Suzanne, ofreciéndole a los adultos su servicio de dibujante por un dólar, con los niños es diferente, los dibuja a cambio de una sonrisa.

Confieso que sentí por un instante deseos de esquivarla pero justo en el momento en el que el panadero me atendía, decidí cambiar el campesino por un par de panes canilla, al voltearme, nos miramos. Le dí la canilla izquierda, Dios, como olvidar esa mirada, se lo comió en el acto con tanto gusto que me conmovió.

Nos despedimos, pero llegué a la casa reflexionando sobre lo sucedido, valorando la belleza de las palabras pan y pana, ambas se parecen tanto a nuestra dibujante.

Para mi es un patrimonio cultural de la parroquia San José. Porque a pesar de transitar situaciones escabrosas, todas las mañanas Suzanne se empecina en transmutar todo lo odioso en miel, a través de sus dibujos.

Ella sabe que las cosas hermosas no necesitan la atención de los ojos ordinarios. Ojalá que, en algún umbral de la conciencia, sus corderos sepan, que, para una humilde cultivadora de rostros, éstos representan la cálida luz de la primavera.

Vocabulario:
*macundales: según la rae, término usado en Venezuela que significa enseres en españa.

Música:
Imagine, John Lennon
The Rose March, Smashing Pumpkins
Suzanne, Leonard Cohen
s r

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