Mitología

La religión griega

12 septiembre 2024

Los griegos conocieron a las divinidades a través de la mitología y los rituales específicos de cada dios. Ambos los aprendían en casa, pero la mitología formaba parte de la enseñanza del “pedagogo”, antiguo esclavo que se dedicaba a la educación de los niños de la casa, siendo la religión una de las materias específicas que todo griego tenía que saber, puesto que, junto a la lengua y el sentimiento compartido de pertenencia a una entidad cultural y antropológica mayor (la Hélade, Grecia), eran los únicos aspectos que fortalecían la unidad, ya que los griegos no formaron nunca un gran Estado (esto sucedería con Alejandro Magno, a partir de 323 a.C.), sino multiplicidad de ellos a través de la creación de las ciudades-estado (las llamadas poleis, plural de polis).

Por otra parte, el mundo helénico concibe la religión como una entidad propia y específica de dicho pueblo, aunque experimentará una transformación en el decurso de la historia. Inicialmente profesaron, como todos los pueblos antiguos, una religión animista, por la que los seres humanos creen que los objetos de uso cotidiano, aquellos utilizados en situaciones especiales y vinculados a elementos del mundo natural (rocas, ríos, cielo, tierra, plantas, animales, árboles, …) están dotados de vida, son seres dinámicos y conscientes por sí mismos, y poseen un alma (“anima”) o espíritu (“animus”) propio. Así pues, los seres inanimados cuentan con entendimiento, memoria y voluntad y, por lo tanto, los pueblos les atribuyen características espirituales y sobrenaturales. Es muy probable que la experiencia común de todos los pueblos indígenas proceda de una herencia sociocultural de sus antepasados, por lo que el animismo entraría dentro del estudio de la ciencia antropológica.

Pues bien: el mundo griego pasará de una religión animista de la divinidad a otra antropomórfica de los dioses, según describen Homero y Hesíodo, junto a otros autores. Precisamente las corrientes legalistas y místicas de la época arcaica (pitagorismo, orfismo) configurarán la religión griega, que continuará hasta la última etapa en que dividimos la historia de Grecia, la época helenística.

Distinción terminológica

Vamos, en primer lugar, a distinguir varios términos: mito, saga, cuento, fábula y parábola.

El mito es una explicación ancestral que responde a cuestiones inexplicables. El planteamiento del problema o la pregunta que se hace el hombre es perfectamente racional, pero la respuesta es ficticia, aunque válida para una comunidad que desea aclarar los misterios de la vida, la muerte y el origen de todas las cosas (fuego, sol, etc), justificar sus acciones cotidianas (cómo proceder en las diferentes labores agrícolas, comerciales, caza, …) y que las trasmite de generación en generación, puesto que su significado es un paradigma o prototipo que los oyentes deben imitar. Los acontecimientos portentosos que describen son debidos a seres sobrenaturales (dioses, semidioses, héroes, etc).

Así pues, el mito cumple una función social basada en el pragmatismo: no sólo consolida la identificación de una comunidad y la pertenencia del individuo a la misma; también es tautegórico (neologismo inventado por Schelling distinguirlo de la alegoría. En efecto, mientras esta debe asociarse a algo, el mito es autorreferencial, se refiere a si mismo). La religión griega es mítica. Y no puede entenderse sin los mitos.

La saga o leyenda es un relato deformado de determinados sucesos históricos (por ejemplo, la leyenda del cid campeador); el cuento, un relato ficticio dedicado al entretenimiento; la fábula es la narración de hechos por personas y animales a los que personifica, puesto que les atribuye cualidades humanas, y tiene un fin moral; y la parábola, o la narración de un suceso donde se describe situaciones próximas y cercanas a la experiencia humana con un sentido de realismo y una finalidad moral.

Tipología de los mitos

Según se desprende de cuanto hemos afirmado, hay una variada tipología de mitos: los más extendidos y numerosos son los referidos al origen del mundo (“mitos cosmogónicos”: en unos casos, el origen de la tierra radica en un inmenso océano; en otros fueron los titanes quienes determinaron tal aparición); hay otros que  explican el origen a través de la intervención de los Dioses (“mitos teogónicos”: Zeus, que llegó a estar vivo porque su madre Rea lo escondió y evitó que su padre Crono, temeroso de la predicción de que un hijo lo mataría, devoraba a sus descendientes; o Atenea, que nació de un dolor fuerte de cabeza de Zeus); también los hay en que el protagonismo recae en los seres humanos (“mitos antropogónicos”: Prometeo cuando crea al hombre. Generalmente todos estos mitos están subordinados al permiso, voluntad o intervención de los dioses); en otros mitos, la génesis del mundo natural se vincula al surgimiento de una ciudad (“mitos fundacionales”: Rómulo y Remo fundaron Roma amamantados por la loba capitolina); los hay también cuando el principio tiene lugar en la lucha entre el bien y el mal (“Mitos éticos”); y no faltan aquellos que presagian el final del mundo con el agua, el fuego o algún cataclismo, como los eclipses y los terremotos (“mitos escatológicos”).

Los dioses primigenios

Están ligados al origen del mundo y, por lo tanto, son similares a las divinidades adoradas por otros pueblos. Son cósmicas, según indica Hesíodo: Caos, Gea, Urano, el Mar, … y otras más individualizadas como los titanes, sobre algunos de los cuales hemos tenido la oportunidad de escribir en otros artículos. El más joven de estos es Crono, instigado por su madre Gea, que hiere gravemente a su padre y se hace con el poder. El reinado de este dios constituye la Edad de Oro del universo o cosmos, en el que con su hermano Japeto hacen surgir la raza humana. Los hombres son felices, pero la maldad de Crono será castigada por unas Erinias vengadoras, que harán que uno de los hijos de este, Zeus, lo destrone y libere a sus hermanos, instaurando un orden nuevo en el universo: el orden olímpico. La particularidad radica en que junto a estos dioses nuevos conviven también los antiguos, incluso las deidades extrañas y teratológicas de la noche, el Tártaro, el Mar, …, que llenarán de pánico a los mortales.

Los dioses olímpicos

Inauguran una nueva época de la luz (diez) frente a las sombras y oscuridad del mundo anterior (caos, nox). Habitan en las nieblas olímpicas, no conocen la enfermedad ni la vejez, pues tienen el elixir de la juventud. Sin embargo, comparten los vicios y las pasiones humanas. Con Homero, Zeus se ennoblecerá progresivamente y posteriormente lo contemplaremos como el monarca de aquel reino y dios del rayo. Su hermana y esposa, Hera, es la diosa protectora del matrimonio. Pero Zeus tiene más hermanos: si él es el rey del cielo, Posidón es el dios de las profundidades marinas, Hades, el de los infiernos (no conciben este lugar como el cristianismo); Deméter protege los campos cultivados y Hestia el hogar. El clan familiar se completa con los dioses que son hijos de Zeus: Atenea, defensora de las ciencias, las artes y la guerra; Apolo, también protector de las artes; Artemis, de los bosques y de la caza; Hermes: de los mensajeros, los viajeros, los ladrones y los muertos; Ares, de la guerra; Hefesto, de la fragua y de los trabajos manuales; Dioniso: del vino, la fiesta y las pasiones; Afrodita, que surge de la espuma del mar, es la diosa del amor.

El panteón (palabra que originariamente significa el lugar de todos los dioses) pasará a la religión romana, que adopta también el politeísmo (adoración a varios o muchos dioses). Veamos el cuadro comparativo de ambas:

En algunos libros se atribuye a estas divinidades otras protecciones, pero ello se debe a su tardía incorporación y a que asumieron cualidades antes asignadas a dioses que cayeron en desuso. El panorama deífico se completa con los dioses menores, que son más antiguos y están menos individualizados, algunos de los cuales tienen un origen rural. Las características comunes de todos ellos es que residen en el Olimpo, donde Zeus tiene que poner orden entre todos ellos, porque tienen cualidades humanas (virtudes y defectos) y representación antrópica.

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