Medio Ambiente

Hombre y Biosfera

4 marzo 2021

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Se calcula que somos ya unos 7000 millones de personas en la tierra. No suponemos, sin embargo, más que una ínfima parte de la biomasa total existente en el globo terráqueo, entendiendo como tal la totalidad de la masa de todos los seres vivos existentes en un momento dado.

Gráfica de proyección de la población mundial. (https://apuntesdedemografia.com)

Nos encontramos, eso sí, en la cima de la pirámide trófica, por lo que el conjunto de la biosfera va a depender en gran medida tanto en cantidad –biomasa- como en calidad –biodiversidad- de nuestro devenir próximo.

Voy a intentar descontextualizar los debates actualmente existentes sobre el papel del hombre como destructor de su entorno Prefiero una visión extemporánea con la tierra como eje intemporal y donde el hombre sea lo que yo creo que es: Una pequeña porción de biomasa, pero al fin y al cabo la primera biomasa existente en Gea con capacidad de autorregulación inteligente.

Como materia viva que somos, estamos afectados en cuanto a los ciclos geológicos por, entre otros, el del carbono en el cual merece la pena detenerse. Todos los elementos químicos existentes en la Tierra y en concreto en la atmósfera, forman parte sucesivamente de diversos compuestos tanto orgánicos como inorgánicos cerrando el ciclo una y otra vez. Así, partiendo del carbono en forma de CO2 o anhídrido carbónico existente en dicha atmósfera, éste se va transformando en materia viva vegetal mediante la fotosíntesis, origen de casi toda fijación de carbono en la superficie de la tierra.

A partir de aquí, mediante la actividad trófica de los animales, parte de este carbono pasa a formar parte de la biomasa animal y posteriormente mediante mecanismos de descomposición-oxidación de la materia orgánica animal y vegetal el CO2 vuelve a la atmósfera. Parte del anhídrido carbónico es retenido en el subsuelo en forma carbono fósil ya sea en forma de petróleo, gas o carbón y también como suelos orgánicos fértiles.

Esquema del ciclo del carbono.
(https://www.youtube.com/watch?v=cwLWvqf0CFw)

Es esta fuente de carbono la que, fijada durante millones de años, se está enviando a la atmósfera en pocas décadas, contribuyendo a devolver a ésta, parte del carbono que un día contuvo. Y digo parte, solo parte ya que hay otro ciclo minoritario que es el del carbonato cálcico de origen biológico, a partir de diatomeas y otros organismos unicelulares con caparazón, como corales y algún crustáceo. En efecto, este carbono al igual que los carbonatos provenientes de precipitación química de los bicarbonatos en medio líquido, son de difícil cierre de ciclo, ya que sólo vuelven a la atmósfera mediante procesos ligados a la vulcanología. Podemos pues decir sin lugar a dudas que el total del carbono existente hoy en día en la atmósfera en forma de CO2 es sustancialmente menor que el que ha existido en otras eras y lo será aunque agotemos todas las reservas de combustibles fósiles.

En una situación de equilibrio ideal de componentes químicos y de igualdad térmica, el ciclo llega a una estabilidad: El carbono que se fija como biomasa es igual que el que se libera mediante procesos oxidativos. El clima de la tierra no obstante, es variable, lo que provoca que la biomasa total no sea constante, con periodos de auge como en el mesozoico y de declive como en las glaciaciones del cenozoico, son ciclos históricos ya muy muy muy antiguos. Por definición, los sistemas edáficos en clímax, es decir, los que han llegado al equilibrio creación-destrucción de biomasa son neutros es decir, ni emiten ni absorben o, mejor dicho los procesos de creación-absorción-emisión-destrucción están en equilibrio.

Realación Eras geológicas vs climatología.
(https://tintero.com.ar)

Esto se ve por ejemplo en un bosque en cuyas especies están ya en su máximo poder de crecimiento, es muy fácil decir que el bosque absorbe CO2 porque lo estamos viendo, pero es muy difícil de comprobar la emisión de CO2 a la atmósfera por los procesos de oxidación producidos por la materia en descomposición, como he dicho antes, por las bacterias y otros organismos unicelulares.

El suelo como sumidero de carbono.
(https://www.ecoticias.com)

La generación de biomasa viene afectada positivamente por dos factores que curiosamente son observados en la actualidad: El aumento de la temperatura y el aumento de concentración de uno de los elementos que forman parte de la reacción: el carbono atmosférico. Bien es cierto que para que esta situación ideal sea así, son necesarios otros factores como la existencia de un medio adecuado para la reacción química, como es el agua (en la corteza terrestre el 99% de los procesos químicos de formación de biomasa se realizan a través del agua o cercanos al agua, el agua siempre está presente, porque es el otro componente que el CO2 necesita para formar los hidratos de carbono que son los precursores del resto de la materia orgánica), y otro factor que bien podríamos decir que es el catalizador de la reacción y es la existencia de biomasa vegetal preexistente, en forma de semillas (es decir, difícilmente podremos lograr biomasa si no tenemos unos precursores genéticos anteriores, llámese semillas o llámese cualquier otro método de reproducción). No es baladí este aspecto, ya que por una parte la limitación de masas hídricas adecuadas en muchos puntos de la tierra (desiertos) o la desigual distribución de las precipitaciones, así como la deforestación y en general la destrucción de cubiertas vegetales que conlleva el desarrollo de la actividad humana son factores altamente limitantes.

Proceso de desertificación.
(https://www.madrimasd.org)

En este sentido querría detenerme un poco en el sentido de que la destrucción de masa vegetal tiene un efecto más negativo por la destrucción, como he dicho antes, del material genético preexistente para que pueda reproducirse, que la propia destrucción de materia orgánica, porque hemos dicho que esa destrucción, va paralela a una construcción de materia orgánica a través del CO2, mediante las plantas en crecimiento.

Es aquí donde realmente quería entrar en materia: El papel del hombre en los procesos bioquímicos del planeta Tierra. Podemos afirmar que para las reacciones químicas del ciclo del carbono y por lo tanto de la vida en la Tierra, la aparición de la especie humana supone un punto de inflexión, ya que, por primera vez en la historia de ésta, se invierte el ciclo de formación de carbono fósil (hasta ahora el carbono fósil ha ido creciendo desde 0 en el cámbrico hasta el siglo XVIII, aproximadamente, el carbono en forma fósil ha ido creciendo, ahora es exactamente al contrario), éste carbono comienza a aumentar en la atmósfera independientemente de la mayor o menor fijación por parte de los vegetales, es decir, hemos roto el ciclo.

Desequilibrio en el ciclo del carbono.
(https://www.slideshare.net)

Si dejamos de lado el maniqueísmo tan frecuente en discusiones pseudocientíficas, es obvio que la aparición del hombre en la tierra puede suponer o bien un rejuvenecimiento de los procesos bioquímicos, (como he dicho antes, por los factores positivos -de aumento de temperatura y aumento del CO2 que es el alimento de las plantas), o por el contrario el colapso de ellos debido a la destrucción de ecosistemas proclives a la vida.

En la corta historia del Hombre sobre la superficie de la tierra, la composición química de la atmósfera no ha cambiado sustancialmente, podemos suponerla constante. No así los otros factores determinantes de la formación de biomasa: La disponibilidad de agua y la temperatura a la que se lleva a cabo esa reacción bioquímica. el origen no ya del hombre moderno (homo sapiens sapiens) sino incluso de todos sus ancestros hay que buscarlo en el África tropical y por lo tanto en unas condiciones climáticas precisas, es decir de temperatura, precipitaciones, humedad y por lo tanto de entorno. Por cierto; habrá que cuidar ese entorno Africano pues sin duda allí se está gestando el hombre del futuro.

Siguiendo a J. L. Arsuaga, decimos que el homo se hizo sapiens cuando varió su dieta haciéndose fundamentalmente carnívoro, por lo que la disponibilidad de nutrientes se hizo suficiente. Pero no solo el cambio de dieta sino también la necesidad de buscar las presas con una predisposición física no muy favorable hizo actuar la sagacidad y sobre todo la tenacidad en su persecución. Esta tenacidad supuso la necesidad de soportar larguísimos desplazamientos en la persecución y por lo tanto de hacer la memoria imprescindible para recordar trayectos, fuentes de agua, posaderos etc. Y transmitirlo a los descendientes.

Distribución y migración de las principales especies de homínidos. (https://www.astromia.com)

El largo camino recorrido por la especie humana para llegar a Homo sapiens, tiene algunas particularidades que lo diferencian de otras especies, no por novedosas sino por la conjunción en una sola especie de todas ellas.

En efecto, varias son las particularidades anatómicas, etológicas y sociológicas que conjuntamente podemos decir que son propias del ser humano.

En primer lugar, la anatomía de las extremidades que al dejar libres las superiores en la deambulación permitió utilizarlas como instrumentos en la transformación física del entorno. Ciertamente no es el único animal con esta característica.

Por otra parte, como animal, la especie humana se caracteriza por su inespecialización alimentaria –podemos considerarla como omnivora- ocupando un plano intermedio en la escala de predación , es decir, no es una especie ni excesivamente poderosa ni excesivamente débil en la confrontación interespecífica por el alimento o por el espacio vital si nos atenemos en exclusiva a su configuración anatómica.

Es, sin embargo y directamente a causa de esta última característica, una especie social que logra superar sus limitaciones por medio del grupo, de la cooperación. El grupo junto le hace fuerte, el grupo disperso le multiplica las posibilidades de encontrar sustento y espacio vital.

Al igual que con lo dicho antes, no es sin duda el único animal con estas características. Diversas sociedades de insectos, algunas de ellas con notable éxito de duración en el tiempo como las hormigas y termitas comparten con el hombre el hecho social. Sin embargo, una diferencia fundamental las separa del hombre y es que la transmisión genética de la información la realiza un solo espécimen para toda la comunidad –la hormiga reina- con lo cual la especie se asegura una baja capacidad de mutabilidad, sin duda adecuada en un entorno de perfecta adaptación y éxito como especie. Por el contrario, el hombre, abrumadoramente monógamo basa la transmisión de la información química en la dispersión genética  aumentando con ello la posibilidad de mutaciones o dicho de otra manera, de adaptación biológica a los cambios en su medio ambiente. El hombre es el ser vivo más ubicuo sobre la corteza terrestre lo que le garantiza supervivencia en prácticamente todo el rango de ecosistemas de la tierra.

Quizás por esto mismo, hay una última característica propia del hombre que lo hace diferente de cualquier especie a no ser ciertas especies de simios: La capacidad de innovar, de encontrar soluciones diferentes a situaciones diferentes y lo que es más importante, de transmitir la innovación a otros miembros mediante la enseñanza o la simple imitación.

La historia del hombre es la de una especie en continuo cambio tanto en lo físico como en lo social, económico, geográfico etc. Si establecemos las sociedades humanas en un símil piramidal en cuyo vértice estarían los individuos dominantes por así decirlo, y en la base el pueblo llano, la mayoría de los cambios trascendentes (cualitativos, de calidad) para la humanidad se han producido en la base bien por vuelcos sociales o bien por un simple mecanismo de solución en la dispersión en donde el número hace la probabilidad, siendo ésta mayor en la base, numéricamente mayor, de la pirámide.

Transmisión genética.
(https://www.studocu.com)

Estamos hablando del nacimiento de una especie que a diferencia de otras, no sufre tanto por los cambios en el entorno sino que adquiere una capacidad de adaptación en función de las migraciones de sus presas: Esto es muy importante; la dispersión del Hombre a lo largo y ancho de la Tierra se debe a los cambios climáticos que sin duda no han dejado de producirse mucho antes de que este apareciera, cuando apareció y así hasta nuestros días. Estos cambios obligaban a sus presas a buscar territorios aptos para su existencia y por lo tanto para la existencia del hombre en sí e incluso esta migración ampliaba el abanico de ellas.

Somos una especie adaptable a prácticamente todos los ecosistemas de la tierra ya que eso es inherente a nuestra propia existencia, eso es lo que nos ha hecho ser hombres y no otra cosa. Somos una especie tenaz, capaz de conseguir objetivos a largo plazo tanto desde el punto de vista espacial como temporal y por lo tanto también capaz de sacar beneficio de los cambios en el entorno al igual que otras especies en general poco especializadas y por lo tanto eclécticas y que hoy hemos dado en llamar oportunistas. Somos una especie oportunista. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que somos el triunfo de la mediocridad.

Una vez dicho esto, es necesario añadir que aun aceptando las circunstancias “carnívoras” del nacimiento como especie del Hombre, Homo sapiens, éste solo llega a ser una especie social, Homo sociabilis con el sedentarismo que presupone el nacimiento de la agricultura. Hablar en abstracto de tribus de cazadores-recolectores como paso previo a la civilización es una simplificación que hoy en día no se sostiene. Si bien puede ser cierto en su inicio como especie durante los periodos de viaje, de emigración hay que pensar en una especialización si no total, si bastante efectiva entre tribus dedicadas fundamentalmente a la caza y otras a la recolección que más tarde van a dar lugar por una parte a la ganadería y por otra a la agricultura. De hecho, desde la protohistoria, esta dicotomía va a dar lugar a fricciones entre los dos modelos económicos ya que en su nacimiento son incompatibles, pues necesitan del mismo entorno para actividades muy diferentes. Recordemos que solo se compatibilizan e incluso complementan desde tiempos relativamente modernos con el nacimiento  de las grandes civilizaciones como modelo económico y separación de colonias o elementos productivos.

A partir del modelo agrícola, nace el concepto de transformación del entorno, de la propiedad privada,  de economía social y en fin, del Estado  que hasta nuestros días parece el predominante. Es decir, la historia del hombre como transformador de su entorno es muy corta y conviene detenerse más en este aspecto: El desarrollo de las sociedades avanzadas desde las primeras como el creciente fértil, valle del Indo, y otras hasta la irrupción del imperio romano está ligada por una parte a la destrucción de la masa arbórea para crear el entorno adecuado para los cultivos y por otra a la transformación de los cursos naturales de agua para asegurarse ésta incluso en condiciones meteorológicas adversas como sequías persistentes. Durante miles de años, estas sociedades han generado una arquitectura y en general un urbanismo adecuado al lugar de asiento, es decir, construcción en lugares elevados pero no excesivamente lejos de las fuentes de agua y de energía para minimizar los riesgos periódicos de los desmanes naturales que inevitablemente se producen. Alrededor de estos asentamientos, la naturaleza en su estado primigenio se ha ido degradando, generando otro entorno más o menos antropizado. En conclusión, a más degradación o mejor dicho a más transformación del entorno, más desarrollo de estos pueblos. En la historia de la humanidad no existe una sola civilización a la que podamos denominar con criterios modernos respetuosa con el medio ambiente que haya tenido un grado de evolución aceptable. Cualquier entorno apropiado para crear condiciones favorables para el desarrollo humano, no se ha creado “per se” sino solo con la intervención humana. Se me ocurre pensar en ríos como el Níger, con un clima y distribución de caudales hídricos en algún modo similar al del Nilo y que, sin embargo nunca llegó a acoger una civilización similar a la egipcia, simplemente porque no se transformó el entorno, porque no se hicieron infraestructuras para soportar una actividad económica sostenida.  Se hace cierto el mandato bíblico del Génesis de “creced y multiplicaos y dominad la Tierra”. Bueno, lo matizaremos.

Representación del nacimiento de la agricultura.
(https://blogtanico.com)

Paradójicamente, es este grado de desarrollo de las civilizaciones incluyendo aquí la revolución verde, la revolución industrial, el control de natalidad y en general el paso a segundo plano del sector primario el que propicia una reducción en las necesidades de “entorno antropizado” al producirse grandes excedentes en la producción agropecuaria, dándose el hecho de que en la actualidad los países más desarrollados están aumentando su masa forestal mientras que los poco evolucionados la están reduciendo en aras a su desarrollo. Cabe aquí preguntarse si el hecho de que los países en vías de desarrollo estén disminuyendo su masa forestal es algo irremediable, inherente a su desarrollo o si, por el contrario, dado el nivel de conocimientos actuales en agricultura y ganadería podría ser de otra manera. Tengo claro que con un adecuado nivel de acceso a las nuevas tecnologías, estos países pueden perfectamente conseguir cosechas suficientes e incluso generar excedentes sin necesidad de seguir destruyendo el entorno. Ejemplos como países del primer mundo sin ninguna civilización avanzada durante los últimos periodos históricos como Canadá o Australia e incluso países enclavados en el tercer mundo pero con políticas adecuadas en este sentido como Costa Rica han hecho del medio natural un activo económico muy importante. Es este un tema que entrando en el mundo de la política y justicia social merece un debate aparte.

La «huella» de la antropización en nuestro planeta.
(https://www.otromundoesposible.net/)

El hombre no ha creado un solo proceso natural que la naturaleza no lo haya experimentado antes. Existe deforestación espontánea, existen procesos oxidativos de degradación de materiales, existen procesos naturales de acumulación de aguas dulces en los continentes e incluso existen cambios climáticos con enfriamientos y calentamientos periódicos. Lo que sí ha hecho el hombre es acelerarlos mucho desde que transforma su entorno, dejando al margen la polémica de si este proceso actual de calentamiento lo ha propiciado o no. La pregunta es la siguiente: ¿Hasta qué velocidad de transformación o degradación transitoria puede el hombre actuar y donde hacerlo para lograr el desarrollo que necesita? La respuesta la da la propia naturaleza; Depende de la velocidad de restitución que a su vez depende de parámetros climáticos como temperatura, grado de humedad de la atmósfera, pluviosidad, características geoquímicas del terreno y un larguísimo etc. Con un ejemplo más gráfico podemos comparar una pradera pirenaica con los paisajes estepizados de algunas zonas del valle medio del Ebro. Ambos han sido degradados por el hombre desde dominios edáficos en clímax hace ya mucho tiempo. Es evidente que ante un abandono de toda actividad y presencia humana en ambos ecosistemas, la restitución sería mucho más rápida en el caso de la pradera hacia el bosque de montaña original que en el caso de los paisajes de Monegros hacia el bosque mediterráneo. La disponibilidad de agua en el primer caso sería el elemento clave.

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