Relatos

Habría una vez

23 marzo 2024

Un día me metí a un charco, y había una vez un circo. Me encontré tres cebras y un ruiseñor, y ellos me llevaron de espectáculo por los caminos de baldosas rotas. Yo era la estrella, y ellos empezaron a hacer fortuna con todo lo que yo sabía hacer. Que sabía mucho más de lo que yo pensaba, hasta abrocharme los zapatos era digno de aplausos. Lo bueno es cuando el circo te hace subir… y tanto subí que hasta trapecista me hice. ¡¡Era capaz de columpiarme y descalzarme a la vez!! Toda una proeza jamás vista.

Me metí al lago ámbar de las tres fermentaciones

Curioso por naturaleza, me metí al lago ámbar de las tres fermentaciones, aunque lo desaconsejaban en esa época, porque estaba haciendo el cambio de pelaje. Buceé y buceé, y había una vez un bosque y allí me encontré. Era un bosque singular, de los que se hacen canciones. Me encontré a un murciélago que antes había sido búho y que estaba aprendiendo para juglar. Tenía el público justo, porque le gustaba cantar de noche. Fue así como se pusieron de moda los conciertos a altas horas de la madrugada. No digo ni que sí ni que no, solo que me enseñó a ser una estrella del rock.

Por las mañanas dormía pero me cansé de esa vida y empecé a pasear tambien, y me subí a un árbol para ver hasta dónde podría caminar sin dejar la linea recta. Como siempre había obstáculos, decidí ir de mejor por encima, pero en uno de esos saltos, aterricé en un dron. Y tomé el control.

Levité y levité, y así llegué a cruzar la barrera del sonido y la de la imagen 3D, y ahí me orbité.

En mi aparato mágico, me encontré un país de colores pochos y lo dejé pasar. Me salió primero bigote, y luego barbas, y cuando se acabó la batería del aparato, tuve que bajar. Había una vez mis barbas que arrastraban y se me enganchaban todas las flores y malas hierbas del lugar. Le había cogido cariño a mis melenas y cuando me dormía los niños venían a coger margaritas para su mamá.

Una mujer me cortó pelos para colocárselos a su marido, y le funcionó. Tanto es así que me llevaron por los pueblos vendiendo mis largos cabellos mientras me dejaban descansar. Pero un día, agotado de tanto descanso, me corté la barba y dejé de caminar.

Me evaporé para ser aire, y en las nubes, ¿quién sabe lo que habrá?

Levité y levité, y así llegué a cruzar la barrera del sonido y la de la imagen 3D, y ahí me orbité. Había una vez un satélite humano que rodaba sin parar, sin rumbo ni meta fija, solo por viajar. Entonces me vió un astronauta y se quiso hacer una foto conmigo, a él no se le vió la cara y yo salgo torcido. Pero llegaron los extraterrestres y me quisieron estudiar, por roca rara que vaga en el espacio de sidral. Un pinchazo les dejé que me hiciera, uno y no más, y me volví para La Tierra, que ahí había una vez un mar.

Navegué por un océano que se tenía que acostumbrar, a que el sol, cada día más fuerte, lo quisiera secar. Cuatro días nadando y otros siete tumbado sobre el mar, me sirvieron de vacaciones y de bronceado natural. Sin vistas de ningún barco ni de playa donde repostar, me evaporé para ser aire, y en las nubes, ¿quién sabe lo que habrá? Había una vez alguien, que quería volver a empezar.

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