Envidia

Le voy a pedir a mi director, que si puede, me ponga de fondo Envidia, cantado por Antonio Machín. Dice que tiene envidia del pañuelo que un día secó tu rostro. O algo así. Puede ser esto mentira. Yo miento cuando canto.

Es que estas semanas me he dado cuenta que soy un ser envidioso. Vaya rollo como van surgiendo los defectos con el paso de la edad. Supongo que estaban ahí y afloran cuando te paras y piensas.

Estoy cerca de dos mujeres que son músicas. Una, que es violinista, me cuenta, que los griegos cultos, eran todos músicos. Para ser culto tenías que ser músico. Y la otra, que es cantante me habló ayer de la disciplina que da, ser música. Estoy dudando todo el rato si se dice ser música, o ser músico. Que a ella le costaba poco tener disciplina, por haber sido siempre música. 

Yo no soy disciplinado, ni músico. Tengo envidia de los y las músicos de los y las músicas.

Leo que alguien quería ser Orson Welles, dice: era un genio, era gordo, se murió joven, le gustaban las mujeres y la comida.

Quiero ser Orson Welles.

También envidio a los que hablan poco y muy bajo. 

A veces me gustaría ser un leopardo. Un leopardo nunca pierde el estilo. Y ya ven, resulta que ni soy leopardo ni tengo estilo.

Seguiría contándoles y cantándoles cosas que dan envidia. Pero tampoco es eso. 

Antígona nació para amar, y no para odiar. Es que a veces se odia a los que se envidia. Y yo quiero envidiar esa actitud de Antígona. Yo envidio sin odio. Me parece.