Mitología
El héroe Aquiles, I
22 mayo 2022
Es un héroe de la guerra de Troya, el principal guerrero que participa en esta y a cuya cólera está dedicada el gran poema de la Ilíada, que comienza con estos versos: “Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles el Pelida, cólera acompañada de desgracias e infinitos daños a los aqueos –griegos-”).
El tema de Aquiles es recurrente en la mitología griega. Aparece, como se ha indicado, en la Ilíada en primer lugar; pero posteriormente los grandes trágicos griegos añadirán en sus obras más episodios de la vida del héroe: Esquilo escribió sobre él en una obra conocida como Aquileida. También lo hicieron Sófocles y Eurípides, pero de sus obras solamente se conservan fragmentos.
Así pues, la mitología sobre Aquiles se enriquecerá cada vez más con nuevos episodios que la desarrollan a medida que avanza el tiempo histórico, aunque algunos de ellos contradigan a los anteriores.
La pretensión de este artículo es exponer una secuenciación de episodios de la vida de Aquiles sin entrar a valorar esas contradicciones.
Nacimiento y deseo de inmortalidad
Aquiles es el hijo de Tetis (es una nereida, una diosa marina) y de Peleo, rey de los mirmidones de Ftia, una ciudad al sureste de la actual Tesalia (Grecia). Inicialmente, Tetis, como diosa, debería haberse casado con un dios. Tanto Zeus (dios del cielo y padre de todos los dioses del monte Olimpo) como Poseidón (dios de las profundidades marinas) se disputaban su mano. Pero cuando el adivino Temis les predijo que el hijo que engendrara Tetis superaría a su padre en poder y en fuerza, ninguno de los dos dioses quiso contraer matrimonio con ella. Prefirieron mantener el poder frente al amor filial. Fue cuando el mismo Zeus aconsejó a Tetis que se casara con un mortal.
Fruto de esta unión esponsal nacería Aquiles, a quien la Ilíada denomina “el Pelida” (hijo de Peleo), “Eácida” (nieto de Éaco) y “el de los pies ligeros” (“podas ôkus”), aludiendo con este epíteto épico, a su destreza y velocidad en el campo de batalla.
Pero Tetis era consciente de que su hijo no podía ser inmortal. Ella lo era, por su condición divina, pero no su marido Peleo. Y como madre, quiso transmitir lo mejor para su hijo, el don de la inmortalidad, destinado únicamente a los dioses griegos. Para ello sumergió a Aquiles en un recipiente de agua procedente de la Laguna Estigia sujetándolo del talón, de manera que el cuerpo del niño se convirtió en inmortal con la excepción del talón, lo que le depararía trágicas consecuencias con posterioridad.
En otros lugares se indica que Aquiles alcanzó la inmortalidad porque su madre Tetis le iba quemando las sucesivas partes de su cuerpo y después las untaba con ambrosía (ambrosía y néctar eran la comida y bebida de los dioses griegos; inicialmente ambrosía designaría ambos términos, aunque en la Ilíada aparecen ya diferenciados). Tetis continuaba con esta operación cuando fue sorprendida e interrumpida por Peleo, que le arrebató al niño cuando todavía no había sido inmortalizado en su totalidad, pues le faltaba completar el talón. Y como éste estaba medio chamuscado, Peleo tomó el esqueleto del gigante Dámiso, famoso por su velocidad en los carreras, le arrebató el hueso del tobillo y lo sustituyó por el calcinado de Aquiles.
Sin embargo, esta cualidad de inmortal por la que es conocido Aquiles es posterior a la Ilíada, ya que en el libro XXI de esta, Homero menciona que Aquiles es desafiado y herido en el hombro con una lanza que le arroja Asteropeo.
La educación de Aquiles, su ocultación y descubrimiento.
Peleo abandonó a Tetis hasta el punto de que esta no pudo darle un beso de despedida a Aquiles (“A-cheilos”: sin beso), y confió la educación y crianza del niño al centauro Quirón (los centauros eran figuras mitológicas cuya parte superior del cuerpo era hombre y la mitad inferior de caballo, confluyendo así en un único ser la inteligencia racional humana con la fuerza descomunal, típica de los equinos).
Quirón alimenta a Aquiles con las entrañas de leones, osos y jabalíes. La ingesta de estos animales, así lo creían los griegos, transmitían a los hombres su fuerza y vigor; con miel, que lo convertirá en una persona persuasiva y dulce; y médula de ciervo y oso, que no hará sino incrementar su velocidad (tachytês”) y valentía (“andreía”). Y le enseña el tiro con arco, la doma de caballos, el manejo de las armas, el arte de la elocuencia y la sanación de heridas, de la que Quirón es especialista. Pero también una serie de valores, como el respeto a los dioses, cuyas aventuras explicará; el carácter efímero de las cosas, las desgracias que producen las mentiras,… Quirón, que conocía bien a Aquiles, predijo sus posteriores hazañas.
En este proceso Aquiles no está solo, sino que comparte vida y aprendizaje desde que cumple siete años con Patroclo (“patros kleos”: “que causa la gloria de su padre”), otro futuro luchador en la guerra de Troya con quien establecerá una amistad hasta la muerte.
Pero como nuestro héroe estaba muy preparado para ser un feroz guerrero, Tetis, conociendo la predicción de que su hijo moriría en la guerra de Troya (la debilidad del “talón de Aquiles”), y que esta no la ganarían los griegos si en ella no participaba nuestro héroe, intervino como diosa para evitar que Aquiles y Patroclo fueran a la guerra. Y así, escondió a ambos jóvenes en el gineceo del rey de Esciro. Disfrazados de mujeres, pues eran muy jóvenes, pasarían inadvertidos y evitarían ser reclutados para la guerra.
Pero otro valiente guerrero que destaca por su sagacidad y astucia, Ulises (cuyas andanzas después de la guerra de Troya hasta su regreso a casa las contaría Homero en la Odisea), busca a Aquiles, una vez que el adivino Calcante le ha revelado donde se encuentra. Ulises se disfraza de mercader y acude a la corte de Esciro para enseñar telas y baratijas a las princesas del gineceo, entre las que se encuentran nuestros dos jóvenes.
Para descubrir a Aquiles y Patroclo, Ulises tocó una trompeta llamando a filas. Y los jóvenes, aunque disfrazados de mujeres, no pudieron ocultar su necesidad de combatir, se pusieron firmes y fueron reclutados para la guerra.
Dibujos de Katy Hernández Marrero