El Bohío Caraqueño
El chófer
28 octubre 2022
Ariel Montes de Oca, nunca olvidó aquella noche de farra, en la cual cerró los ojos, abrió la boca y ahogo un grito. Todo se inició con anterioridad, cuando cursaba el primer año de bachillerato, entonces destacaba, por su perfil carismático, que hacía comparsa con un carácter díscolo y atolondrado. Ciertamente, era un chico listo, una mixtura ecléctica entre el payaso del salón y un estudiante brillante, de gustos inusuales. Entre sus rarezas, tenía un ritual muy particular, a la hora de asistir al colegio, esperaba siempre el mismo transporte por puesto, un Caprice Classic negro del 76, conducido por un flemático y sereno sexagenario de traje y corbata, al verlo, resultaba inevitable, evocar la imagen de Morgan Freeman en Conduciendo a Miss Daisy, pero el cimiento para subir en aquella nave, reposaba en la armonía, esos sonidos de La Emisora Cultural de Caracas, deleitaban la atmosfera, con los matices de Mozart, Schubert, Liszt, Ravel… eran 15 minutos de trayecto, plagados de sublimidad.
Por otro lado, a inicios del segundo lapso, se incorporó a su salón, un pintoresco estudiante originario de la provincia, un humilde joven de la región andina, tímido, con una sencillez a flor de piel. Lamentablemente, desde su primer día, cada vez que los profesores pasaban lista, Dolores Chinchilla, era víctima de la sorna colectiva, hasta el punto del paroxismo orgásmico, todo debido a dos peculiaridades, su ambiguo nombre y su marcado acento andino. Por consiguiente, esta pobre alma llevaba sobre su espalda, el peso del acoso. Su asistencia significaba, toda una sinfonía del tormento, y para redondear la tragedia, su estampa era como la de una paleta pálida de helados, con brazos largos como suspiro y un caminar torcido. Configurándose toda una tramoya armada para la mofa.
En una ocasión, se suspendieron las actividades académicas, Dolores, que estaba tan retirado de su hogar, y al solo conocer a duras pena, la ruta hacia el liceo, aprovechó para proponerle a Ariel un recorrido por la ciudad. Sin embargo, apenas iniciada la ruta, se presentó un final súbito y frustrante, Ariel rigurosamente ajustado al horario del almuerzo en casa, vio una oportunidad de oro, al ver avecinarse su fetiche mecánico, fue una acción casi instintiva, sacó la mano, el Caprice se detuvo, y los asientos lo succionaron, confiando en que Dolores le seguía, pero no fue así, volteó y miró por última vez, la imagen desconsolada de su perplejo compañero. Dolores no volvió más al liceo. A partir de entonces, nacería dentro Ariel, oculto en sus rincones, un susurro lánguido e inquisitorio.
El almanaque rodó muchos kilómetros, y Ariel convertido en amante de la nocturnidad, en una ocasión, saliendo de un bar, le tocó hacer frente junto a un amigo que sufría de improvisto de un colapso etílico, y en espera de un taxi, debieron pagar tributo a los hampones*. Pero dicen que Dios obra de mil maneras, y como un enviado de Hermes, se detuvo un taxista pirata, en un Nova destartalado, Ariel le explicó lo acontecido y le pidió el favor, ya que solo disponía para viaje de ida, pero sentía el deber de acompañar a su amigo hasta su hogar, por sorprendente que parezca, el conductor se hizo eco de la solidaridad y no solo condujo hasta Las Minas de Baruta sino que además, hizo el viaje de retorno hasta el centro de la ciudad, cobrando tan solo el precio del combustible. Durante el trayecto de regreso, hubo muy poco que decir, en esa hora imprecisa de la madrugada en Caracas, prevaleció una tregua. Bajo una leve neblina y un aroma a flores que descendía del Ávila, el recorrido por la autopista del Este, la brisa fresca en el rostro, las luces de neón de la urbe y, de repente, El Cabrestero de Simón Díaz, y el viaje mutó en paseo poético. Al llegar a su destino, Ariel conmovido solo atinó a dar las gracias, el chofer contestó con un marcado acento andino, para servirte, que tengas feliz noche Montes de Oca, retirándose en su Nova destartalado. En ese preciso instante, Ariel cerró los ojos, abrió la boca y ahogó un grito.
A todos los Dolores Chinchilla y a todos los Arieles Montes de Oca…
*Hampones, miembros del hampa, delincuentes. Música: La Inacabada, de Franz Schubert. El Cabrastrero, de Simón Díaz.