El Bohío Caraqueño

Frankenstein

18 noviembre 2022

La vida es arbitraria, sin embargo, al andar, nos topamos con esas bifurcaciones entre el camino recto y el torcido. Sin brújula, faro o bola de cristal, tan solo el ser, pero no en pocas ocasiones y carentes de certezas, elegimos más con las tripas que con los sentidos, luego toca asumir las consecuencias, el implacable tiempo será el mercado, quien fijará el precio, caminando sabremos, si compramos un paseo por un jardín de rosas o marchamos por uno repleto de estiércol. Este dilema, es la madre de toda la literatura, no importa si es la transmitida oralmente o la fijada sobre el papel, siempre, habrá una elección y la prosa se nutrirá de ella.

      Del mismo seno se alimentó, una de las obras más emblemáticas del género gótico del siglo XIX, ¨Frankenstein o El Nuevo Prometeo¨, un clásico de la literatura universal, del puño y letra de Mary Shelley. Es la historia de un científico, que desafiando las leyes de la naturaleza, descubre la fórmula para crear vida a través de la electricidad. Para muchos, es una novela de terror, pero en mi imaginario, la pinto de tragedia romántica, porque percibo a la criatura desde un inicio, como un ente melancólico, soñador e idealista, que se interesa por su interior; un rebelde que cuestiona a este mundo a veces monstruoso, así, por causa y efecto, y obligado por las crueles circunstancias, degenera en bestia asesina e iracunda, prevaleciendo la irracionalidad de las pasiones.

     La obra se escribió en un verano oscuro de 1816, en un contexto histórico impregnado de revolución francesa e industrial, en un castillo en Ginebra, propiedad de Lord Byron, esa noche, luego de pasar la velada, compartiendo viejas leyendas germánicas de lo ignoto, John Polidori, Percy y Mary Shelley, además de su anfitrión, deciden hacer una apuesta, escribir cada uno, esa lluviosa noche, algunas historias lúgubres. Al día siguiente, ya habían nacido, dos de las obras más contundentes del género gótico, ¨Vampiro¨ de Polidori y ¨Frankestein o el nuevo Prometeo¨.

De seguro, que esas tertulias entre esta cofradía, echarían chispas, habrá que imaginarse, las locuras vividas por Mary, rodeada de esos vampiros, que se perpetrarán en el tiempo, en otros rebeldes, Rimbaud, Baudelaire, la Generación Beat, el The Warhol’s Factory, movimiento Hippie, C.B.G.B, hasta la casa Playboy… Son íconos herederos, así sea a retazos, de las bacanales con pinceladas de trasgresión de los Lord Byron´s Boys.

Prometeo

     Penetrando en las páginas, me topo con componentes intertextuales, con la tragedia griega de Esquilo y su Prometeo, ese titán que desafiando a los dioses le otorgó el fuego o el don de la luz a la humanidad. Y por su osadía, fue transformado en hombre, encadenado a una roca, para que a diario un águila devorara su hígado. Aunque existe otra versión más subterránea, que ubica al titán, experimentando para crear vida humana.

También en los recovecos de la trama, se vislumbra el génesis del Torá, y más allá, una referencia al Paraíso Perdido de John Milton, aquel poema narrativo del siglo XVII, sobre la creación del hombre, la mujer y el pecado original. El problema del mal y las penurias, toda una invitación a reflexionar acerca de por qué un Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente se queda de brazos cruzados ante las injusticias y sufrimientos que padece la mayoría de la humanidad.

     La calesita de la novela gira entorno a Víctor Frankenstein, la Criatura, Elizabeth, Henry Clerval, el capitán Robert Walton y la familia De Lancey. Me indigna, que la criatura ni siquiera tenga derecho a un nombre propio. La lectura saca de mi chistera a Jung y sus patrones e imágenes arcaicas universales. Percibo en la figura de la criatura, el arquetipo de un ambiguo héroe, que se esfuerza por buscar la verdad, la justicia e igualdad. Enfrentándose incluso, a las fuerzas del destino, hasta alcanzar sus metas, entre ellas, su derecho universal a existir con dignidad.

Detecto un segundo arquetipo, el buen salvaje, empatizando con Rousseau y su premisa ¨El hombre es bueno por naturaleza¨. También está presente, el elemento polifónico, porque hay historias dentro de la historia, otras voces independientes de la trama principal, como son los casos de la relación del capitán Walton con su hermana, y la historia de Félix De Lancey.

Al concluir la obra, conmovido, respiro profundo, y por mi mente surcan una serie de piezas simbólicas, son inevitables las analogías, en ese tablero mental, si Víctor se ubica en el espacio de Dios, la criatura representa a Adán. Con Eva me detengo largo rato, aunque es posible que este representada por la ciencia y conocimiento, lo cierto es que el rol de la mujer, a lo largo de la historia, es de lo más sutil y hermoso. son la representación misma del desprendimiento y del amor, son la esperanza.

En cuanto al diablo, su presencia siempre rondó por la obra, por pasajes poseyó a más de un personaje, pero pernoctó alternativamente, en sus dos preferidas habitaciones, creador y criatura, ya que ellos eligieron el camino repleto de estiércol. Aun así, espero algún día coincidir en una esquina con la criatura, invitarle un par de cervezas y decirle “No se preocupe mi pana, el hongo atómico de Hiroshima o Christine Lagarde han jodido más a este mundo que su merced”.

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