Posmodernidad
El Café
7 febrero 2024

A veces, se nos hace cuesta arriba imaginar la historia o el tema del que vamos a escribir en nuestro article semanal. Por eso hay que estar atentos, a las pistas o a las falsas pistas. Estaba leyendo La novia de Drácula y he leído «sirvió el café con un pulso tembloroso».
EL CAFÉ
A mi no me gusta el café. Mi explicación es que he servido tantos que los he acabado odiando. Así de claro. Yo trabajaba en un bar y había días que hacíamos ciento y pico cafés. Mi padre y yo, a mala cara. Hablando de lo malo que era, como gobernante, Felipe González. Y yo ahí fregando cucharillas. Poniendo platos, repartiendo al personal. Nos los sabíamos todos.
A mi no me gusta el café, pero les voy a explicar algunos cafés que si me han gustado.
El primer café que me gustó fue en las montañas de Nicaragua, por Matagalpa o así. Era café como el que decimos «de puchero». Y todas las mañanas nos bebíamos antes de trabajar, un tazón bien grande.
El segundo café que me gustó se llama ristretto o algo así. Me lo bebí en el aeropuerto de Palermo, cerca de las cinco de la mañana mientras Roberta P. me hacía un regalo: un cd de Franco Battiato en italiano; y me decía con esa seguridad y belleza palermitana: David, bébete un ristretto. Me gustaría explicarles que eso, es una cosa bella, bien bella.
También tuvo su aquello un ristretto en el Café Greco, medio deprisa, y medio temerosos de que nos sablearan. Pero ¿cuánto te pueden sablear por un café? No seamos pringados. Eso era Roma y nos lo tomamos G. y yo a escondidas del resto de la expedición. Estaba rico.

Voy a acabar ya diciéndoles que una mujer en la lontananza suele decir » yo sin el café, no soy yo», que es una frase mitad filosofía mitad alimento que me pone de los nervios. Y otra mujer que a veces dice » ¿me da tiempo a tomarme un café?». Algunas veces me gustaría ser un bebedor de café.