Relatos

Desdurmiendo

4 agosto 2023

Me despierto con un repiqueteo en la pared, será el vecino. Es imposible que ese ruido sea algo normal, la pared está gritando al clavo y el clavo se ha rebelado y está golpeando al martillo y no al revés. Y entonces pienso si de verdad estoy despierta o sigo dormida. Voy al baño y al verme en el espejo cojo el peine, pero mi cuerpo aún no está dispuesto a realizar ningún esfuerzo, así que parece que es el pelo el que desenreda mi peine. Y me lavo la cara. Y las manos. Y estoy tanto rato que son ellas las que lavan al jabón. Y las manos siguen retozonas ahora con la toalla, y la van secando, ensimismadas en cada giro dentro del rizo, jugando a adivinar si es rizo americano, si es de algodón egipcio o turco, y su gramaje.

En el reloj, que no miro, debe ser ya la hora de comer, porque en la mesa hay ya un filete en el plato, me siento y es la carne la que agarra al tenedor buscando que la pinche una y otra vez. Pero en cada bocado sabe a vacío. Porque no era hora de comer, y el filete ya me lo cené ayer. Porque tengo sueño y no sé si estoy despierta.

Recojo la ropa, que agarra firmemente a las pinzas para no caerse ninguna de las dos.

Abro la ventana y veo un arcoíris orquestando a la lluvia y al sol para mantenerse solo hasta que yo lo vea. Y se oye de fondo una banda sonora de película, de la escena en la que se enfoca al paisaje, y puedo ver, no sé si dentro o fuera de mi cabeza, a los instrumentos que dirigen al director de la sinfónica. Y miro abajo, y aún cae alguna gota de lluvia, y veo la tierra mojada y surcada, cosechando a un agricultor, que madura en cada temporada. Y desaparecen los tomates y los pepinos y veo toda mi ropa sembrada en el tendedero.

Recojo la ropa, que agarra firmemente a las pinzas para no caerse ninguna de las dos. Y no hay ningún agujero en los calcetines. Esto sí que es una prueba infalible, ahora sí que sé que es un sueño. Los vuelvo a colgar, solo uno de cada par, para darles más tiempo y que les salgan los agujeros.

Cojo un libro y él me estudia y me lee. Lee mi cara al verme delante juntando las palabras primero en mis gafas y luego en mi cabeza. Me siento observada y cierro el libro y lo escondo bajo el montón de ropa, asegurándome de que no me persiga. Decido ponerme a escribir, y el papel va dictando a la pluma lo que tiene que poner. Y las historias se dejan contar, y hacen todo por mí.

Y veo otra vez al agricultor, recién separado del tallo, con muy buen color, como los tomates.

Soy una marioneta de mi propio sueño, o no. Estoy en la calle, no sé cómo he llegado. De alguna manera la cerradura debió meter la llave. Las luces van encendiendo las farolas, y las calles están haciendo que los zapatos caminen para ser recorridas, por donde ellas quieren. Y cuento todos los pasos, con todos los números, y cada vez que llego a un múltiplo de cincuenta cambia el terreno. Primero asfalto, luego baldosa, después empedrado, tierra, tierra más marrón, hierba, tierra más rojiza… Y veo otra vez al agricultor, recién separado del tallo, con muy buen color, como los tomates. Y a su lado, las cajas llenas de tomates, calabacines y pepinos, y anchoas del cantábrico pescadas una a una con cebo de pimiento del padrón. Y veo cómo cargan todo en el tren con la mercancía, que tiene prisas por llegar a destino, y transporta al propio tren. Y una gota de sudor del agricultor cae en la tierra, justo donde empieza el arcoíris. Y miro arriba y me cae una gota de mi ropa tendida.

Y otra vez el golpeteo del clavo, que definitivamente ha tenido que clavar al martillo. Y me levanto y veo en la mesilla la pluma y un papel, y pone algo que no entiendo, parece solo una “M” y una “e” como escritas sin mirar, y la e, alarga su final intentando encontrar otra palabra que no llega nunca. Y lo leo y recuerdo el resto la historia y me pongo a escribir.

Música:
Croix de Fer de Caravan $erraglio
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