Pintura

Antonio Fillol

7 julio 2023

El día 18 de este mes de junio estaba hojeando el diario La Voz de Galicia cuando un titular llamó mi atención, decía textualmente: “Lisboa cubrirá una estatua con forma fálica durante la visita del papa Francisco”. No entré a leer el desarrollo de la noticia, pero fue el acicate para escribir este podcast, no la estatua con forma fálica, bastante fea, por cierto, sino la hipocresía, la mezquindad de lo políticamente correcto y la salvaguarda de los valores “de ésta nuestra sociedad”.

Antonio Fillol, de modesto origen, hijo de zapatero y oficio que él mismo ejerció antes de poder vivir de la pintura.

¿Y por qué os cuento todo esto en una sección dedicada a la pintura? Pues porque la historia del arte está llena de hipocresías de este tipo y otras acciones mucho más graves, pero siempre motivadas y promovidas por espíritus mezquinos que dicen cuidar de nuestra integridad moral.

A modo de ejemplo y reivindicación de su figura hablaré de Antonio Fillol, valenciano, coetáneo y amigo de Sorolla.

Para mejor situarnos estamos a principios del siglo XX. En literatura y especialmente en Valencia domina el naturalismo y en particular la figura de Blasco Ibáñez.

Es un momento de gran conciencia social entre los intelectuales y en ese entorno aparece, entre otros, la figura de Antonio Fillol, de modesto origen, hijo de zapatero y oficio que él mismo ejerció antes de poder vivir de la pintura. Profesión, la de pintor, en la que tuvo un gran reconocimiento de su obra, de hecho, es uno de los pintores españoles más galardonado, en nuestro país e internacionalmente, llegando a ser catedrático de la Escuela de Bellas Artes. Vamos mucha medalla, mucho diploma, mucho qué bueno eres maestro, pero bastante menos premio con dinero para vivir.

Presentó a concurso una obra sobre la prostitución, La bestia humana, título posiblemente basado en la obra de Zola que trata el mismo tema, la prostitución forzada. 

Su obra se encuadra, y con razón, en el realismo social.

Comenzó, siguiendo la estela de su admirado Sorolla, con obras de un costumbrismo simpático y condescendiente, siendo aplaudido por todos los círculos de la sociedad burguesa y otra “gente de bien “pero poco a poco se fue metiendo en una denuncia social que no hizo tanta gracia, lo que le llevó al desprestigio más absoluto, llegando a ser calificado como “pintor inmoral”.

Pero ¿Qué hizo el bueno de Antoni?

Una desvergüenza tras otra. Por ejemplo, presentó a concurso una obra sobre la prostitución, La bestia humana, título posiblemente basado en la obra de Zola que trata el mismo tema, la prostitución forzada.    

Una desvergüenza.

La osadía era mayúscula, (sic.) “Encima tiene un tamaño tal (algo más de 2,80 m.) que no pasa desapercibido”. “Es que la joven va vestida como podría ir una hija nuestra” (refiriéndose a que ni lleva harapos ni viste de campesina). “Es que mientras oculta la cara de la perdida, muestra la del caballero” (faltaba de decir: Es que casi parezco yo).

La obra es de una calidad impresionante, dentro del realismo, pero tratado con maneras impresionistas, con una limpieza de pincelada que solo lo sabe hacer uno de los grandes. La composición es tal que te hace recorrer todo el cuadro con la mirada, sin que se detenga en un único punto pues a pesar de ser unas figuras paradas no da esa sensación estática, de foto-matón, que tienen muchas composiciones de interiores.

La proxeneta, llamada eufemísticamente celestina, ha dejado una botella de anís y unas pastas para que el caballero reponga fuerzas y endulce su boca.

Mirad las baldosas del suelo, la falda de la mujer y la alfombra del ángulo inferior derecho, son casi el mismo color, con diferentes tonalidades, pero la forma de tratar cada material hace que en absoluto quede empastado y confuso. Inclusive Fillol se recrea poniendo sutilmente distintas tonalidades casi a cada baldosa dando al conjunto una sensación de realidad que nos introduce en el cuadro (recordad su tamaño).

Total, como la calidad pictórica de la obra es de tanta magnitud el ilustre jurado de la Exposición de Bellas Artes de 1906 – el ARCO de la época- no tuvo más remedio que premiarla, con el segundo premio, pero “desposeyendo al galardón de toda compensación económica así, como retirar la obra de su exhibición en el Bellas Artes de Madrid y ser expuesta únicamente en el Círculo Valenciano, dada la inmoralidad que representa”.

Volvamos a la narrativa del cuadro; Un hombre maduro despojado del sombrero que le confiere el tratamiento de caballero y que ha dejado sobre la única silla de la estancia, se dispone, presumiblemente para marchar, enciende un cigarro con absoluto desprecio hacia la angustia de la pobre desgraciada, abocada, no se sabe por qué, a esa situación.

El hecho ya ha sido consumado a juzgar por la colilla que Fillol pinta sutilmente y a modo de prueba, junto a la firma en el ángulo inferior izquierdo.

Mirad con detalle la maestría con que está resuelta la llama de la cerilla y ¿Qué me decís de la expresión de indiferencia del menda? Como si esto no fuese con él.

La proxeneta, llamada eufemísticamente celestina, ha dejado una botella de anís y unas pastas para que el caballero reponga fuerzas y endulce su boca.

Formalmente el pintor utiliza la verticalidad de la botella, junto con la de las patas de la mesita para dividir el cuadro en dos mitades iguales, mitad izquierda para las mujeres y su drama, mitad derecha del espectador para el cliente y su indiferencia.

Vamos a fijarnos ahora en la dueña del “pisito”.

Antonio Fillol realza su cara colocando el cartel de una corrida de toros en la pared. Ahí está con su ridículo lazo rosa y ese gesto mohíno carente de toda compasión, que a juzgar por el gesto de su mano izquierda parece estar diciendo “nena que no es para tanto, que has tenido mucha suerte, que te ha tocado un caballero”. Eso sí, sin olvidar su herramienta de trabajo, el reloj, que, aunque oculto en un bolsillo de su blusa se deja adivinar por el cordón por el que va unido al cuello de la mujer.

El color del lazo en el cuello no está cogido al azar, sino que de nuevo juega con distintos matices con los colores del cartel para que exista un dialogo entre lazo y afiche que definen los gustos de la individua.

¿Por qué causó tanto rechazo este cuadro, cuando es un tema que ya había sido tratado con anterioridad?

Cualquier otro color hubiese desentonado centrando en exceso la mirada. Lo único sobre lo que Fillol quiere llamar la atención es sobre el blanco inmaculado de sus zapatos poco acordes con su vestimenta, pero carísimos para marcar poderío.

Realmente no sé quién es la bestia humana si él o ella.

¿Por qué causó tanto rechazo este cuadro, cuando es un tema que ya había sido tratado con anterioridad?

Según los periódicos de la época por lo que ya hemos comentado: Porque aparece el cliente retratado, porque la joven no está vestida de clase social baja o directamente con ropa “insinuante” sino como cualquier joven burguesa, porque muestra el tema demasiado explícitamente, porque su tamaño no permite pasar desapercibido, porque cualquier niño lo puede ver, porque la hipocresía y guardianes de moral siempre los ha habido y por lo que parece se reproducen cíclicamente.

En 2021 formó parte de una exposición temporal y dado el éxito que ha tenido, por su increíble calidad pictórica, en la actualidad esté expuesto en la sala A de la planta 0.

Al ser cada vez más radical tratando los temas sociales con toda crudeza Fillol fue poco a poco desapareciendo de los libros de historia y de los principales museos.

Con posterioridad, en 1910, la obra fue adquirida por el Museo de Arte Moderno, pero ha permanecido en el sótano del museo del Prado durante ciento once años.

En 2021 formó parte de una exposición temporal y dado el éxito que ha tenido, por su increíble calidad pictórica, en la actualidad esté expuesto en la sala A de la planta 0.

Este Museo del Prado tiene en propiedad otras cuatro obras de Antonio Fillol.

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