Pintura
Amores a primera vista
26 julio 2021
Hay cosas que no sabes por qué te enamoran a primera vista. Con las pinturas pasa lo mismo y es lo que a mí me sucedió con un cuadro que se aleja radicalmente del tipo de pintura que me atrae, realizado por un pintor que ni me seduce ni me admira y dentro de una pintura, llamémosle estilo, que me deja indiferente.
Os preguntareis ¿Entonces por qué demonios la traigo aquí? Pues por eso, porque me enamoró y no sé por qué. Estoy hablando de “El caballero molesto” del pintor alemán Berthold Woltze.
Creo que todos hemos presenciado al típico estúpido molesto diciendo cosas inapropiadas en momentos inapropiados. Una situación incómoda para todo el mundo menos para el «caballero» de turno, al que le parece muy divertido invadir la intimidad de la joven echándole su asqueroso humo del puro.
La chica del cuadro aguanta el tipo como buenamente puede, ignorando los avances de este dandi baboso. Además, por su vestimenta oscura podemos interpretar que la joven está de luto. Una lágrima recorre su mejilla quizás por su pérdida, o a lo mejor por comprobar que hay en el mundo especímenes como este tipo, dispuestos a todo al ver una oportunidad.
Todas estas especulaciones por nuestra parte, espectadores, son típicas de las pinturas de este autor, muy de moda en el siglo XIX y denominadas «imágenes problemáticas«. Son escenas de una enorme carga descriptiva y el pintor Berthold Woltze se especializó en este subgénero que llega a ilustrar ya no una situación concreta sino un problema social de carácter atemporal, como en el caso de este “Caballero molesto”.
Esta obra de 1874, como muestra la firma en la caja de madera de la esquina inferior derecha, no es excesivamente grande 75 X 57 cm. y además de su potencia narrativa me gustaría destacar la calidad de sus negros, el vestido, los guantes, el sombrero… Para aquel que pinte toda una lección de virtuosismo académico.
Woltze (1829-1896) fue básicamente un pintor de género, un artista que se caracterizaba por retratar situaciones del día a dia con muchísima precisión y detalle, aunque a sus obras -en general- le faltan ese “algo más” que tienen los grandes que pueden transformar lo ordinario en sublime.
Para los amantes de las etiquetas diré que no tengo ni idea de cómo encasillar esta obra, si dentro del neoclasicismo imperante en la Alemania del norte en esta época, zona protestante, o en el romanticismo de moda en el sur de este país en la misma época, zona católica, así que diré que es academicista y tan contento.
Por cierto, si queremos ambientar esta lectura con música del momento, 1874, sugiero a Brahms muy de moda entonces en Alemania.
Feliz tu artículo otra vez, en la línea de los espárragos de Manet.
Repito, vuelve a ilustrarnos con más entradas cómo está que se lee con gusto y comodidad.