Pintura

Y un pimiento

29 octubre 2024

Los bodegones, además de poder ser una obra de arte, tienen un enorme valor documental por su mirada etnográfica. Son toda una descripción de los modos de vida en el pasado.
Miremos por ejemplo la considerada primera gran obra de Diego Da Silva Velázquez “Vieja friendo huevos” aunque muchos consideren que no está friendo sino escalfando los huevos.
Para empezar, esta obra fue realizada cuando Diego tenía diecinueve años y aún vivía en su Sevilla natal.
Entonces Velázquez aún estaba en el taller de Francisco Pacheco que no abandonaría hasta marchar a Madrid. Como para hacerlo, si “festejaba” que decimos en Aragón, con la hija de Pacheco.
Como parte de su desarrollo pictórico, el joven Velázquez se esmeraba en reproducir las texturas de los distintos objetos.
En medio de una pequeña cocina, que bien pudiera ser la de la familia de su maestro Pacheco e inmerso en una atmósfera de claroscuros, tan típica del barroco, aparecen los distintos objetos, transmitiéndonos a la perfección el material con el que están hechos: La paja del cesto colgado en la pared, el vidrio de la botella con sus reflejos y transparencias, la textura de la piel del melón con su atado para transportarlo, el plato de loza, etc. etc. pero sobre todo me llama la atención la maestría para reflejar la clara de huevo en ese estado en que empieza a perder su transparencia y comienza a cuajar con el calor de ese infiernillo morisco llamado anafe, o anafre, que ambas palabras son válidas.
Pero fijemos nuestra mirada en la parte inferior. Junto a esa preciosa cebolla roja, casi en el centro aparece un pimiento rojo seco.
Pues bien, con casi completa seguridad ese es el primer pimiento de la historia de la pintura. Nunca antes se había pintado uno.

Cuando Cristóbal Colón volvió de su primer viaje, tenía la necesidad de demostrar que no había sido una inversión perdida pese a no haber alcanzado la tierra de las especias, que es para lo que le financiaron el viaje.
Para demostrar lo verídico de su relato se trajo muestras de lo que había encontrado: “Diez indios, axí (ají en pronunciación de la época), batata, gallipavos y panizo (sí llamó panizo al maíz ¿Os suena la palabra?)”.
De entre su particular botín, Colón mostró un especial cariño por el llamado ají por los taínos, chilli en lengua náhuatl, y que sería rebautizado al llegar a Europa con el nombre de “pimiento”. El propio Colón contribuyó al nombre, al señalar que el axí era “su pimienta”, por su sabor picante y su omnipresencia como condimento.

La posibilidad de obtener un producto similar a la pimienta asiática, mucho más barato y fácil de conseguir explica el entusiasmo que generó en tiempo récord en Europa la “pimienta de Indias”, especialmente entre las clases humildes, cuyo acceso a las costosas especias estaba vetado. Seco, para dar potencia a los guisos y sobre todo molido, como pimentón, para dar color a platos y embutidos. Un poco más tardaría en convertirse en la verdura jugosa que hoy conocemos. Para ello sería necesaria la intervención de los botánicos napolitanos, entonces en manos del vasto imperio español, que obrarían el milagro genético que dio como resultado la gran variedad actual de pimientos.
A pesar de la rápida aceptación tuvieron que pasar más de cien años para que el pimiento apareciese en un lienzo.
Varias razones podrían explicarlo, por un lado la pictórica, debido a la falta de afición al bodegón en la pintura española hasta la llegada del barroco, por otro lado las reticencias que el propio fruto producía entre las clases altas, que no contemplaban el consumo de verduras y menos aún si estas procedían de civilizaciones consideradas inferiores ¿Y quién encargaba cuadros? La clase humilde no, desde luego.
El otro gran promotor de arte, la Iglesia, tampoco veía con buenos ojos la presencia de estos productos en las obras de arte. Obsesionada por trasmitir un mensaje de contención y austeridad, los intensos colores, el carácter picante y formas sinuosas del pimiento lo convertían en un anatema pictórico.
Pero seguro que Velázquez no pinta el pimiento por su exotismo, sino por ser ya en su tiempo, un elemento de lo más común en las cocinas de la época, de hecho en otro cuadro de la misma época “Cristo en casa de Marta y María” vuelve a representarlo.

Anteriormente he dicho, como de pasada, que el cuadro “Vieja friendo huevos” podría estar hecho en la cocina de sus suegros basado el parecido de la vieja que aparece en el cuadro con la mujer del retrato que Velázquez hizo a sus suegros.
¿Qué opináis?

Vieja friendo huevos se puede ver en la National Gallery de Edimburgo. El pintor David Wilkie lo compró en 1827 en Sevilla como una baratija. Lo vendió en Londres por cuarenta libras. Tras pasar por varias manos en 1955 la National Gallery compraría la obra por 57.000 libras.
Hoy su valor es incalculable.

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