Relatos

Visitas coincidentes

9 diciembre 2023

Luisa se visitó en una casa que no era la suya, en una mansión lujosa que tenía de todo, hasta una isla de interior. Fue allí por casualidad, a ver a otra persona, pero al llamar al timbre y salirse a abrir la puerta ella misma, se sorprendió de forma mayúscula. Aprovechó la ocasión para entrar y tomarse unos cuantos tés, cafés y refrescos. No todos los acabó, pero a lo largo del rato fue pidiendo más porque su anfitriona muy amablemente le iba ofreciendo y ella no podía rechazar tanta cortesía.

Se observó caminar, hablar y mirar. Se hizo gracia. Se gustó. Se hizo más gracia que gustarse, y tanto fue así que se rió bastante y pasó una tarde muy agradable. La escuchó atentamente porque le contó muchas historias que ella ya sabía, pero con detalles que ella ya casi había olvidado, y le gustó oírse. Cuando consideró una hora prudente para marcharse, se despidió con un abrazo muy fundido en la carne y en el alma, y tuvo la sensación de que no sería la última vez que se verían.

En casa pensó y pensó, y llegó a la conclusión de que lo que había sucedido no era tan extraño, y que podía volver a repetirse. Así que buscó excusas para hacer visitas a la gente, con la esperanza de encontrarse de nuevo. Pero no hubo suerte visitando a sus conocidos.

Entonces decidió cambiar de trabajo, solo dedicando su tiempo a ello tendría más probabilidades de llegar a concurrir otra vez consigo misma. Así que buscó ofertas pero se dio cuenta de que ella no suele abrir a los vendedores que llaman a la puerta así que no le quedó mas remedio que hacer un grado completo en fontanería y reparaciones varias, para poder hacer visitas a domicilio, y ser siempre bien recibida.

Bien preparada y con toda la herramienta necesaria, ya podía llamar a todas las puertas del mundo ofreciendo servicios, y además, mantener la esperanza de verse de nuevo.

Pasaron un par de meses haciendo arreglos cuando al llamar a una puerta, al segundo timbre, por fin abrieron y allí estaba otra vez ella misma, sonriendo. Cuánto tiempo sin verte, pasa pasa, la avería está en el fregadero.

Disfrutó cada minuto reparando ese goteo mientras la miraba y conversaba con ella sobre lo que había subido todo y lo enganchados que estamos a los móviles… Y acabó la reparación. Pensó dejar no muy sellada la junta para volver pronto… pero era una profesional.

Y así pasaron las semanas y los meses, y se fue viendo en distintos lugares. En ocasiones repitió casas donde ya se había visto, pero ya no estaba, había otras personas. Cada vez que se encontraba era un acontecimiento, y se disfrutaba como la primera vez, y más incluso, porque buscaba más detalles, aunque ya tenía muchos y los anotaba minuciosamente. Detalles de sus movimientos, de sus pausas al hablar, de sus anécdotas… ¡era mucho más natural verse así, al otro lado que mirarse al espejo!

Lo que no había hecho nunca, ni se le había ocurrido porque lo daba por hecho, era comentarle a su otro yo que era ella misma cuando estaban juntas. Y eso hizo en su última visita coincidente. Todo empezó bien, una cisterna que no cargaba bien, una conversación agradable, ya estaban despidiéndose y le había ofrecido un vaso de agua. Y cuando estaban las dos en la cocina y Luisa se dijo a ella misma, a la que tenía enfrente, que como se habría dado cuenta eran la misma persona y que llevaba tiempo haciendo visitas buscando coincidencias y que no era la primera vez que se encontraba.

En ese momento … a Luisa le cambió la cara. Ya no era ella.

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