Relatos

Un TIC, un lector y un TOC.

20 abril 2024

Fernando era un tipo típico, si lo tuvieran que clasificar. Tuvo un amor que le dijo una vez que no sabía leer sus abrazos. Eso le dolió, un dolor de los de para siempre. Que luego se pasan antes, pero bueno… Y ese mismo día su amor se alejó y Fernando se quedó ahí. Solo. Viéndolo marchar.

Sólo juntando letras se leían pocas cosas.

¡Él!, que tenía en el currículum la lectura como una de sus aficiones. Había leído mucho y atesoraba muchos saberes. Y ahora se daba cuenta de que ¡sólo sabía leer palabras! ¿Cómo había pasado por alto durante tanto tiempo algo tan preocupante? Sólo juntando letras se leían pocas cosas.

Estuvo viajando por el mundo entero, hasta que pudo dar con alguien fiable que le implantara de forma clandestina, en un país que nunca había oído, un lector de código de barras a modo de marcapasos. TIC. Cerca del corazón. TOC. Y así es como empezó su nueva vida. Ahora sí que era todo un lector, todo un máquina para ser exactos.

Estrenó su novedad con los artículos del supermercado. Iba a comprar sólo por leer, cogía cada envase y se lo acercaba al pecho para recibir toda la información del producto al instante. Y además se enteraba del precio y de las ofertas, ¡todo ventajas!

También entraba en librerías y bibliotecas, y solo abrazándose a los libros sabía ya su ISBN y muchos datos más, del autor, de la obra, reseñas… ¡Hasta tenía una función para escanear! Eso le habían dicho, pero no se atrevía a probar.

No se sabe cómo ni por qué empezó a sentir que leía también a la gente. Cuando se encontraba alguien, lo primero los dos besos, o el abrazo, el caso era acercarse lo suficiente. Fernando era capaz de seguir la conversación como si nada, y a la vez pasar las páginas de los pensamientos de la otra persona hasta encontrar algo interesante, un saber, un poema, la descripción de un recuerdo, sensaciones y emociones.

Si se acercaba lo suficiente o chocaba por accidente, les leía las entrañas a los desconocidos, y se apuntaba sus canciones favoritas y alguna que otra receta de cocina. Los secretos estaban siempre en anotaciones a los márgenes, o escondidos, solo marcados por la presión de un lápiz invisible en la hoja. Los buscaba por afición a la resolución de misterios, pero cuando los veía, los dejaba escapar.

Un día cualquiera, en su rutina lectora de libros, gentes y productos, se encontró a su antiguo amor, y se saludaron con un abrazo. Fernando buscó en sus pensamientos la frase que le marcó, pero no había ni rastro. Encontró fotos suyas entre las páginas y la entrada de ese concierto al que habían ido juntos. Todo bien guardado y sin rencor. Se alegró de verle y se despidieron con el mejor abrazo que supo dar, tanto lo disfrutó que no leyó lo que pasó.

Una tarde de grises, Fernando se escaneó, puede que por error. Le daba miedo porque no sabía qué era esa función. Y entonces se encontró leyendo su propio yo. Y, ¿saben lo que pasó? Que Fernando enmudeció. Tres días y tres noches en las que ni siquiera durmió. Solo se oía el aparato junto a su corazón. TIC. Y desapareció. TOC.

… cuenta la leyenda, que hay un hombre que ya no abraza…

Nadie sabe muy bien qué es lo que encontró en su interior, si un secreto o el verdadero amor. Pero cuenta la leyenda, que hay un hombre que ya no abraza, y que sabe un montón. Dice que si abrazas a alguien y no eres capaz de leer su emoción, primero se oirá un TIC. Y que si nada sientes hasta que se oiga el TOC, al separarte sabrás que sólo hay vacío entre los dos.

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