Mitología

Ulises II

5 octubre 2022

Si en el anterior artículo se describía el origen y la vida de Ulises u Odiseo hasta sus hazañas en la guerra de Troya y el poeta Homero lo presentaba como un héroe más dentro del conjunto de bravos combatientes, en los artículos que sigan, éste incluido, contemplaremos a Odiseo desde que concluye la guerra de Troya y nuestro protagonista organiza el viaje de regreso a la isla de Ítaca para abrazar a su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Este es el contenido de la segunda gran obra de la épica griega, titulada la Odisea, es decir, las peripecias y peligros que tuvo que padecer Ulises u Odiseo durante diez años hasta llegar a su patria.

Estructuralmente, el poema consta de veinticuatro cantos distribuidos en tres grandes apartados: comienza con una primera parte denominada la “Telemaquia” o viaje de Telémaco por distintas partes de Grecia para conseguir noticias de su padre, después que han transcurrido ya veinte años desde que comenzara la guerra de Troya. Comprende los cantos I al IV; una segunda parte describe las aventuras de Odiseo desde la toma de Troya o Ilión hasta su regreso a Ítaca, desarrolladas entre los cantos V y XIII. Y finalmente, la parte de la matanza de los pretendientes, que abarca desde el canto XIII al XXV.

La acción se desarrolla «in media res«, es decir: cuando Odiseo se encuentra en la penúltima etapa de su periplo por el Mediterráneo, retenido en la isla de Ogigia por la ninfa Calipso y los dioses olímpicos desencadenan una doble acción: el viaje de Telémaco en busca de noticias de su padre, que desarrollaremos en este artículo, y la liberación y continuación del viaje de Odiseo a su patria, acciones concebidas simultáneamente que se presentan al lector de forma sucesiva, puesto que hasta el canto V no aparece Odiseo, que llega a Ítaca al final del canto XIII, mientras Telémaco lo hace en el canto XV, y juntos preparan el desenlace final del poema.

El retorno de Telémaco

La asamblea de los dioses: la partida de Telémaco y la ayuda de Atenea.

El poeta o “aedo” (ἂeidô: cantar) recitaba cantando acompañado de una lira o cítara todo el poema. La Odisea comienza cuando el poeta invoca a la Musa para que le recuerde las aventuras de Odiseo y sus compañeros, la mayoría de los cuales han fallecido en ellas. Y sitúa la escena en una asamblea de los dioses del Olimpo en la que no está presente Posidón, dios del mar, que odia a Odiseo porque este había cegado al Cíclope. En dicha asamblea se produce un discurso de Zeus, rey y padre de las divinidades, en el que explica que estas no son las que causan las desgracias a los hombres, sino la insolencia de estos (“hybris”: soberbia). Y cita como ejemplo el caso de Egisto que, siendo avisado por los dioses de su fatídico fin si persistía en su deseo de seducir a Clitemnestra, esposa de Agamenón, mientras este se encontraba ausente combatiendo en la guerra de Troya, no hizo caso de la advertencia y, regresando Agamenón, lo asesina, sobreviniéndole posteriormente desgracias. En muchos ejemplos más se aprecia la intervención de los dioses helénicos en la vida de los hombres, siendo dos fuerzas (la divina y la humana) las que se complementan  e influyen en la acción, de manera que no se puede aislar la una de la otra. Los hombres griegos son libres y responsables para decidir sus actos. Solamente cuando la Hybris (soberbia) les incita a actuar, los dioses permiten que actúe la justicia divina (“Themis”) que juzgue sus malas conductas.

La diosa Palas-Atenea induce a Zeus a decretar el retorno de Odiseo a su casa. Y obtenido el consentimiento de todas las deidades olímpicas, envía a Hermes o Mercurio, mensajero de los dioses, a la isla de Ogigia a visitar a la ninfa Calipso para que libere a Odiseo, del que se ha enamorado y quiere retenerlo. Aunque es una ninfa (divinidad menor femenina asociada a un manantial, arroyo, mar o arboleda, hija de Zeus e inmortal), obedece la voluntad de los dioses y permite la partida de Odiseo, que le confesará sus deseos de volver a su casa a reunirse con su mujer e hijo.

Atenea

Por otro lado, Telémaco recibe la visita de Atenea en la figura de Mentor, rey de los tafios, que lo anima a tomar las riendas de su casa y convertirse en un adulto. Pero en su casa-palacio, después de veinte años, estando sola Penélope y un niño, se encontraban hospedados una gran cantidad de pretendientes que están esperando a que esta decida aceptar la mano de uno de ellos por esposo, pues aquella sociedad no admitía que una mujer pudiera gestionar el patrimonio familiar sin la presencia de un varón. Mientras tanto, los pretendientes, en ausencia de guerra, se dedican a practicar juegos de lucha y deporte, así como a celebrar numerosos banquetes dilapidando la economía de la casa de Odiseo. Estos pretendientes representan el mundo de los aristócratas (“aristoi”: los mejores) terratenientes, que participan de un ideal caballeresco típico de la época heroica o micénica (civilización de las ciudades de Micenas, Tirinto y Pilos, florecientes núcleos urbanos durante los años 1400 a 1200 antes de Cristo), pero que es un mundo diferente al de la sociedad que existe cuando el poema épico se escribió (siglos VIII ó VII a. C.).

Penélope y sus pretendientes

La diosa acompañará a Telémaco en su viaje por Pilos y Esparta a conseguir información sobre el paradero de su padre. Telémaco, convencido de ser ahora el responsable de su casa, congrega y pide ayuda al pueblo de Ítaca contra los pretendientes, que culpan a Penélope de no haber elegido esposo porque ella, en lo más íntimo de su corazón y aunque tiene dudas al respecto, espera ansiosamente la llegada de Odiseo, al que cree con vida. Y para entretener a los pretendientes, y lo hizo así durante tres años, Penélope (pénion-lope: hilo, manto, y por extensión, la que teje un manto) les explicó que tenía que tejer un lienzo como ajuar para el matrimonio, lienzo que tejía durante el día e iba destejiendo por la noche para alargar así la espera y poder reencontrarse con su esposo.

Telémaco visita las ciudades de Pilos y Esparta y se entrevista con sus reyes

Telémaco, apoyado por Atenea, construye una balsa y se embarcan hacia Pilos, no sin antes haber visto dos águilas que se detuvieron en la plaza pública (“ágora”) y que fueron interpretadas por el anciano Haliterses como un mal vaticinio para los pretendientes, que se mofaron del anciano.

Menelao

Navegaron durante toda la noche y llegaron a Pilos. Encontraron al rey Néstor celebrando un sacrificio en honor al dios Posidón, rey de los mares, al que se sumaron Telémaco y Atenea-Mentor. Después de las rituales libaciones, el joven pregunta al rey por su padre, y el rey relata los incidentes del regreso de los griegos: el enfrentamiento entre los hermanos Menelao y Agamenón; el asesinato de este por Egisto; la venganza de Orestes, hijo de Agamenón, que mata a Egisto, y el regreso de Menelao. Tras estos relatos, se retiran a descansar y Telémaco y Atenea-Mentor se dirigen a sus naves, pero Néstor cree una falta de consideración permitirlo y les ofrece dormir en su palacio. Atenea-Mentor le presenta la excusa de que es el más anciano de todos los marineros que le acompañan y que la tripulación lo espera.

Néstor se da cuenta de que es Atenea bajo la figura de un humano, invoca a la diosa y le ofrece un sacrificio. Al darse cuenta de que la voluntad divina desea el regreso de Odiseo, no quiere tener problemas y facilita el plan de Telémaco: prepara una nave e indica a su hijo Pisístrato a que acompañe a Telémaco a la corte del rey Menelao en Esparta para continuar obteniendo mayor información. Atenea, cuando ve a Telémaco con compañía y desenvolviéndose, se retira.

En el palacio de Menelao fueron recibidos mientras el rey celebraba la boda de sus hijos. Tratados con hospitalidad, les lavaron y fueron ungidos con aceite por las esclavas, vestidos con túnicas y obsequiados con numerosos manjares. Telémaco quedó sorprendido por las lujosas dependencias del palacio, que lo asemejaba a la “morada de Zeus”. Preguntado por la cantidad de oro y plata invertida en la decoración del palacio, Menelao indica que consiguió las riquezas al regresar de Troya. A continuación, lamenta la muerte de Agamenón y el paradero de Odiseo. Telémaco, al escuchar estos relatos, se emociona y la bella Helena, esposa de Menelao, lo reconoce como hijo de Odiseo. Ante estas melancólicas escenas, embargados por el recuerdo, los sollozos y la emoción, Helena les da a beber vino en el que mezcla una droga que los conduce a un placentero y profundo sueño.

Al día siguiente, Helena y Menelao narran algunas aventuras de Odiseo: cómo entró en la ciudad de Troya disfrazado de anciano y habló con ella y la toma de Troya con la ingeniosa introducción en la ciudad de un gran caballo de madera con los guerreros en su interior. Telémaco pregunta a Menelao sobre el destino de su padre. El rey recuerda que el marino Proteo le informó de la muerte de algunos héroes y de cómo Odiseo estaba con Calipso. Tras esta noticia, Telémaco desea partir para informar a su madre de que su padre sigue vivo, por más que Menelao les ofrece nuevos dones de hospitalidad y desea que permanezcan en su palacio por más tiempo.

Regreso de Telémaco a Ítaca

La despedida de Telémaco y Eucaris

Finalmente, la acción retorna a Ítaca: los pretendientes, que impidieron inicialmente que Telémaco construyera una balsa para lanzarse al mar (la construiría después con la ayuda de Atenea) se enteran de la partida de Telémaco y, furiosos, le preparan una emboscada para matarlo en el momento en que regrese. Penélope lamenta tal decisión ante sus criadas e invoca la protección de Atenea. La diosa, que esta vez toma la apariencia de una mujer fantasmagórica, la tranquiliza mientras duerme y le asegura un regreso feliz para Telémaco.

Así termina esta primera parte, conocida como “Telemaquia” (“têlémacheia”: el combate que se va a preparar desde la distancia), de donde deriva el nombre de Telémaco.

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