Es como que de repente nos entran ganas de hablar de mil cosas que tenemos en una cabeza más o menos “ pa tirar”.
Y claro, también es cierto, que al lector hay que ayudarle. No podemos despistarlo tanto. Lo peor es que diga “pero este que maremágnum amorfo nos está soltando” “pero este de que habla ahora”.
Así que cuando nos posee el síndrome totum, nos desvelamos literariamente.
Lo que pasa que es un buen recurso. Hablas de tantas cosas que no hablas de nada. No profundizas. Con lo que nos gustan a nosotras las profundidades.
Y bien, ahora tocaría hablar del Totem. O del tabú. Ya no se bien.
El totem me suena a señal india enclavada ahí en medio del páramo y como diciendo, aquí vive mi tribu, hazme el favor de respetar.
Y el tabú. El tabú es lo que no tengo con mis lectoras.
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