Palestina

Sonrisas que cambian la vida (segunda parte)

29 febrero 2024

Después de abandonar el campamento de refugiados de Jenin, iniciamos el camino de vuelta a Ramallah aún con el dolor y la rabia por todo lo vivido ese día. Un cansancio físico y mental por todo lo visto y oído empieza a notarse en nuestros cuerpos. Zoe ha pasado mal día, ha experimentado el dolor de un pueblo oprimido durante décadas y el miedo de que en cualquier momento pudiéramos sufrir un ataque del ejército de ocupación. Tras escuchar los relatos de los y las palestinas y ver los efectos de las incursiones sionistas, es inevitable pensar que podamos vivirlo en cualquier momento y en cualquier lugar, por eso está deseando llegar a un lugar seguro, al hotel en Ramallah. Sara seguramente estará procesando en su cabeza todo lo vivido, la destrucción que ha observado y lo que ha aprendido de Rita, esa joven palestina que provocó en ella un golpe en su perfecto mundo occidental y que le abrió a la dura realidad del pueblo palestino.
Ya en Ramallah, Zoe y yo cenamos y subimos a la habitación. Necesitamos calmar sensaciones y reposarlas en nuestra memoria, hacerles un hueco a todas las experiencias del día, para no olvidarlas y poder contarlas. A Sara le puede su vena adolescente, esas ganas de ver y disfrutar de la vida y de lugares y gentes nuevas, por eso no duda en cambiarse de ropa y salir de visita por la ciudad con nuestros compañeros de viaje.

Ramallah Nights…

Ramallah es la capital administrativa de Palestina, una ciudad más «occidentalizada» donde puedes salir por la noche como en cualquier ciudad europea, donde ves a la gente charlar y disfrutar en las terrazas de los bares, con sus cachimbas y sus tés, de nuevo con sus sonrisas y su amabilidad. Sara siempre cuenta lo mucho que le gustó Ramallah, cómo se sintió en esta ciudad, su ambiente y su gente, en realidad como en toda Palestina. Sorprende a quien le escucha contar su experiencia en Palestina que en ninguno de los países que hemos visitado, ni siquiera en España, se ha sentido más respetada y cuidada como mujer que en Palestina. Ella con sus 16 años, camino de 17, hablando como mujer, gritando a cuatro a vientos cómo es el pueblo palestino, un pueblo que cuida, protege y acoge; frente al relato manipulado de los medios de comunicación historias reales contadas desde la rebeldía de su recién iniciada juventud.
Al día siguiente nos despertamos temprano para iniciar otra jornada donde tenemos previsto visitar Jerusalén, Belén y Hebrón.

Sepultura de Yasser Arafat

Antes de iniciar el viaje nos llevan a la tumba provisional de Yasser Arafat, símbolo de la resistencia y lucha del pueblo palestino, un icono que puso a Palestina y su causa en la agenda mundial, referente en su época para los libres del mundo y que aún hoy mantiene su espíritu en el popular pañuelo palestino, apropiado por todos aquellos que de alguna manera luchamos junto a los y las palestinas por la liberación de su tierra.

Mezquita de Al-Aqsa, Jerusalén

Jerusalén, la primera parada, la capital eterna de Palestina, la ciudad donde se funden las tres culturas y que el Estado de Israel pretende apropiarse, como de toda Palestina; un lugar lleno de sensaciones, una ciudad emblemática, con una belleza inenarrable. Es la segunda vez que estoy en Jerusalén, y la emoción que siento es como la primera pero esta vez acentuada por la visita a la Mezquitaa de Al Aqsa, símbolo de unidad y resistencia del pueblo palestino.

Algunos de nuestros compañeros de viaje son palestinos de la diáspora, que no habían podido visitar hasta entonces Jerusalén y Al Aqsa, ni tan siquiera Palestina. Percibo en sus miradas la emoción de poder hacerlo gracias a su participación en este congreso y tratarse de una visita organizada con personas extranjeras.
Todos los accesos a la Mezquita de Al Aqsa están controlados por el ejército de ocupación, soldados armados que deciden quién entra o no en el tercer lugar más sagrado para las personas de confesión musulmana. Pasamos el control y mi alegría es inmensa, pese al calor del verano, disfrutamos de un corto paseo por la Explanada de las Mezquitas hasta adentrarnos en Al Aqsa.

Interior de Al-Aqsa

El interior de la Mezquita es espectacular, un lugar lleno de espiritualidad, donde se respira un ambiente de respeto, de admiración ante la belleza de su interior. Terminada la visita a la Mezquita, nos adentramos en las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, plagadas de tiendas para adquirir recuerdos, de bares donde poder degustar falafel, humus, knafe, comidas típicas de Palestina.

Jerusalén

Proseguimos nuestro viaje a Belén, donde volvemos a visitar la Basílica de la Natividad y a acercarnos al muro de segregación. Justo pegado a Belén se encuentra el campamento de refugiados de Aida, cuya entrada está señalada con una gran llave, que simboliza el derecho y el deseo de retorno al hogar; llave que todo palestino refugiado conserva.

Entrada a los campos de refugiados de Aida

Nos reciben en el campamento, donde nos cuentan las invasiones sufridas y los asesinatos perpetrados por el ejército de ocupación. En este lugar, rodeados del muro y frente a una torre de control calcinada fruto de los combates contra el opresor sionista, nos relatan la historia del asedio a la Basílica de la Natividad.

Nos hablan con pasión de los héroes que estuvieron resistiendo durante 39 días, sin agua, sin comida, sin medicamentos. En ese relato contado con admiración, nos hablan de Ibrahim Abiat. Ibrahim, que fue expulsado de Palestina tras finalizar el asedio y que vino a parar a Zaragoza, donde el destino quiso que coincidiéramos en una jornada sobre la Mujer Palestina que organizamos desde la Fundación Paz y Solidaridad, allá por el 2016 en Zaragoza.

Torre de control calcinada, Aida

Recorremos el campamento, acompañados de multitud de personas, muchos niños y niñas, que nos miran con una mezcla de curiosidad y esperanza de que contemos lo vivido en Palestina a nuestra vuelta, y que de alguna manera nuestros testimonios sirvan para poner fin a tantos años de sufrimiento.
De vuelta al autobús para proseguir nuestro camino a Hebrón, paramos en el campo de fútbol del campamento, está a la entrada y pegado al muro. Una muestra más de las contradicciones en Palestina, la vida frente a la destrucción y la segregación, las ganas de vivir frente a la aniquilación. Está entrenando un equipo de fútbol femenino, chicas de entre 12 y 16 años, y no podemos evitar acercarnos a observarlas, disfrutar de su alegría jugando al fútbol. Sara se anima y se une a ellas; hace unos pocos años jugó a fútbol sala en un equipo femenino en Zaragoza y aún conserva sus regates y esa pasión que ponía al jugar. Pasamos un fantástico rato jugando en un entorno que no debería existir jamás, nadie debería estar separado de sus tierras por un enorme muro de hormigón de casi ocho metros de alto, flanqueado por torres de control y observado por multitud de soldados apuntando, esperando la mínima oportunidad para disparar.

Partido de fútbol en AIda

Se hace tarde, emprendemos el viaje hacia Hebrón. Cuando apenas llevamos unos minutos en la carretera, un camión en dirección contraria choca con nuestro autobús. Es habitual ver en las carreteras de Palestina vehículos en dirección contraria intentando acortar tiempo y distancias, con el consiguiente peligro para todos los vehículos. Paramos para ver los desperfectos y enseguida podemos observar cómo se acercan patrullas de soldados sionistas, armados, amenazantes… a uno de los pasajeros se le ocurre sacar la cámara para hacerles fotos, es entonces cuando Sara y Zoe entran en pánico, sienten el peligro de poder ser tiroteados por unos soldados a quienes no les tiembla el pulso a la hora de apretar el gatillo, porque en innumerables veces se nos ha advertido de no hacerles fotografías. En estado casi de histeria, con el autobús inmovilizado por el accidente, me suplican bajar del autobús y volver a Ramallah. Han oído hablar de Hebrón, de las condiciones que sufren en la ciudad vieja y de cómo el ejército y los colonos invaden y atacan a los palestinos. Afortunadamente para ellas la organización del viaje decide que nos damos la vuelta, visitar Hebrón en ese momento no reúne las condiciones de seguridad necesarias para el grupo; desafortunadamente para mí, pues es la segunda vez que se frustra mi visita a la ciudad vieja de Hebrón, las dos veces por motivos de seguridad
Volvemos a Ramallah, donde nos esperan nuestros amigos Muha Amro y nuestro Doctor Odeh, quienes nos cuidan y nos acompañan; volvemos, de nuevo, con sensaciones encontradas. Hemos visto de nuevo el lado más amargo de la ocupación y el arraigo a la vida de las gentes palestinas. Al día siguiente termina el congreso y con él llegará la despedida de nuestros compañeros de viaje. Sentimos tristeza por la inminente separación, alegría por lo que hemos vivido con ellos y por todo lo que hemos aprendido de la gente de esta tierra. Siento nostalgia porque en el fondo, no me quiero ir. Es difícil de explicar con palabras, pero siento esta tierra como mía y siento a su gente como de mi familia, y pese a que viven en una situación de peligro constante, no tengo miedo de que pueda sucederme algo, siento que si tuviera que morir sería feliz de que fuera en Palestina, porque nunca he conocido ni conoceré gente tan maravillosa, acogedora, resiliente y bondadosa.
Volveré, eso lo tengo claro, volveré con o sin ocupación, seguiré trabajando por ver una Palestina Libre, y sólo espero que más pronto que tarde haya justicia y libertad para el pueblo más hermoso que he conocido y conoceré jamás.
VIVA PALESTINA LIBRE¡

Música
AsFâr - Masâna, Le Trio Joubran
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