Relatos

Sin haberes

7 septiembre 2024

Si no hubiera miércoles, nos pasaríamos toda la semana esperando un día que no llega. Parados. Se colapsarían los martes. Todas las actividades y personas que tuvieran que pasar al miércoles se empezarían a amontonar, desde las doce de la noche hacia abajo, minuto a minuto. Todo parado como un gran montón de ropa sucia que avanzaría peligrosamente hasta comerse el día entero. Y entonces alguien decidiría construir un puente hasta el jueves para que se restableciera el tráfico de tareas, de ocios, de cenas y de todo lo que nos ocupa. Y en ese paso elevado miraríamos abajo, al vacío del miércoles que seguiría ausente. Lo tacharían de todos los calendarios dejando el hueco, en memoria de los miércoles perdidos que colapsaron los calendarios. Y se estudiaría una nueva asignatura, la del tiempo. Y contarían las historias cómo una vez se perdió.

Si no hubiera barcas, nadie se jubilaría, y las costas se llenarían de mayores que mirarían al mar buscando un lugar donde descansar. Hasta que uno de ellos de repente tuviera una idea y fabricara con sus propias manos una pequeña embarcación de madera, con un remo. Uno solo. Todos lo mirarían incrédulos primero, hasta que lo vieran sacar su pipa y sostenerla en la comisura con la boca cerrada. Tras el desamarre, solo cinglaría un minuto dibujando infinitos en la brisa, alejándose lo justo para seguir viendo la orilla y parar. Parar y fluctuar con el mar. Tranquilo. Cogiendo la pipa con la mano, y volviendo a reposarla en la boca sin más. En ese mismo momento se jubilaría, y al día siguiente le seguirían los demás. Todos levemente columpiados por el mar. Todos oscilando. Sin movimiento. Todos con su pipa. Sin tabaco. Todos con un solo remo, avanzando al dibujar el símbolo eterno, incalculable. Avanzando de vez en cuando, para poder de nuevo parar. Y las canciones del mar, canciones de barcas, de barbas, de agua y de sal, se agarrarían a la brisa y viajarían a todo lugar.

Luego se pondría de moda llevar gorra de capitán, pero eso ya es otro cantar.

Si no hubiera lenguas, se atrofiarían las cuerdas vocales y sólo retumbarían internamente. Cada cual hablaría solo consigo mismo, modulando el sonido interior según el estado de ánimo. Cada uno se contaría todo a sí mismo y por fin conoceríamos nuestros secretos y nos hablaríamos como merecemos. Cuando nos hiciéramos mayores seríamos más sabios y seguros de nuestras capacidades y estaríamos en paz con nuestra voz. Aprenderíamos a entender en silencio a los demás y a expresarnos con los ojos y las manos. Y contarían las leyendas escritas que hubo una especie, se cree que humana, mucho tiempo atrás, que se comunicaba usando lenguaje oral. Que hablaban también por los codos, ¡qué especie más singular!

Si no hubiera secretos… ni lo quiero pensar.

Si no hubiera lo que te he contado, no habría existido este momento jamás.

¡Tantas cosas que si no fueran! y tantas que no somos capaces ni de pensar…

lo que recuerdas quizás es solo lo que no alcanzamos a olvidar.

Y lo que cuentan las leyendas, por difícil que sea de imaginar,

ocurrió hace mucho y nuestra memoria en este tiempo no lo puede recuperar.

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