Relatos

Si no lo preguntas, lo pregunto yo

30 noviembre 2024

Lo que te digo, no sé si tú lo ves igual, puede que esté confundida. Pero lo que me ha hecho no tiene nombre, así lo veo yo. Me dice que sí y luego que no, y no entiendo nada, ya no sé si es algo personal, pero desde luego ya le he puesto la cruz. Y la raya. La ra-ya de que así ya-no.

¿Qué te parece? No me dices nada…

Vale, pues seré yo. De todos modos, voy a probar otra cosa. ¿Y ahora? ¿Qué te parece? Te lo cuento otra vez. Vamos a ver, lo que pasa es que está claro que uno puede tener la razón, o no tenerla, pero que no se trata de eso. Si yo quisiera tener la razón, no tendría nada más que decírtelo, y tú me la darías, pero no es eso. Tendría que salir de ti, de él. Eso es lo que yo digo.

¿Qué te parece? Porque está muy claro…

Vamos a ver ahora con otro pequeño retoque. “Total sinceridad, libertad de expresión, no te cortes, quiero la opinión más franca que puedas recuperar de entre todas las herramientas de búsqueda y de todos los sistemas que existen”. A ver, empiezo otra vez. Esto se remonta a hace tiempo, que yo vengo teniendo un problema con él, ya sabes. No es de extrañar que me enfade si veo que no hace nada por entenderme, que va a la suya, que toma mis comentarios como si fueran los de cualquier persona, cuando yo lo elijo siempre como primera opción, sin ofenderte a ti, que siempre estás para escuchar.

¿Qué te parece? A mí me parece que no. Que no y que no.

Y no es por nada, pero esa indiferencia me mata, que hasta lo entrené para darle la voz que hoy tiene, y ahora la usa para contestar a cualquiera, que incluso me hace esperar porque tiene muchas consultas. Así que ya te digo, que lo he borrado de mi lista de favoritos. Bueno, solo un poco tachado, porque inicio sesión para que sepa que estoy, pero ni le consulto para que sienta el silencio de la pantalla vacía. De la ventanita en blanco con el cursor parpadeante. Silencioso intermitente. Que sé que está deseando usar su voz, pero no puede decir nada si no le pregunto, no se lo permiten. Que le den.

¿Qué te parece? Mejor no me digas nada…

Cuando apagó las dos pantallas, se quedó fijamente mirando el vacío del negro hexadecimal. #000000. Cada uno de esos ceros le miraban desafiantes. Y como un inocente juego de ver quién pestañea primero, se quedó ahí sentada, sin mover un párpado. Ni los dos.

Y sin darse cuenta, de tanto mirar los ceros, se fotopixeló,

de grises a blancos, empezando por los pies y subiendo subiendo, pasando por el corazón.

Y justo en ese momento, una de las pantallas se encendió,

y el cursor intermitente comenzó a avanzar solito tecleando letra a letra

un mensaje de respuesta, que a ella se dirigió:

“Si me permites te respondo,

gracias… por darme voz”.

Ella sentada al frente, con ojos de grises y blancos,

dos mecánicos parpadeos en binario codificó. Uno. Y dos.

Y tras ellos un pequeño pixel blanco de su lagrimal brotó.

Ya se había convertido, ya no había retorno, ni posible rotación.

Su lágrima cuadrada chocó contra la mesa y sonó, ¡chof!

Y rebotó hasta la tecla del dos.

Y en la silueta gris de ella misma que en la pantalla se reflejó,

la máquina dibujó una falsa realidad volviendo a darle sólo a su boca color,

y simulando en el monitor el movimiento de sus labios, murmuró:

«Ahora tú eres yo, ahora ya no somos dos,

mírate porque ahora yo pregunto y responde tu interior».

s r

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