Lana de Voz

Rojo

18 octubre 2024

Composición sobre Harlequin, de Cézanne 1888-1890

Según cuenta Joachim Gasquet, una vez Cézanne le dijo: “El color es el lugar en que nuestro cerebro y el universo se encuentran…”   

Asombra la pasión de toda una vida absolutamente volcada en la pintura. En el fondo, es la inmensa tarea de rescatar las cualidades. El sentido común percibe el color y el resto de las cualidades, como partes de la realidad objetiva exterior. El pintor intenta rescatarlas para la experiencia interior. Cézanne se colocaba frente al paisaje o disponía las frutas y el mantel encima de la mesa. Pasaba mucho tiempo absorto hasta que… surgía el motivo. Entonces es cuando empezaba a pintar. Entiendo el motivo como un ritmo. El ritmo es un vínculo entre dos elementos alejados. Y constituye una dirección contraria al sentido común, al sentido escindido. 

Una lluvia inesperada ha despertado el aroma de la arizónica. Voy perdido por el parque residencial de una madrugada que me dejó atrás, que ya no me pertenece. Y de pronto la dulzura de una trompeta me arrastra hacia las grietas del ladrillo… Chet Baker antes del amanecer… un ritmo… un vínculo. Durante sus últimos años, Baker atravesó la peor fase de toda una vida desordenada por las adicciones. Pero cuando el ritmo lo envolvía con dulzura, él desplegaba toda la cualidad arquitectónica del interior.  Un ritmo es un delgado hilo que sutura el resto del universo a la intimidad. 

   

Quién sigue encogido allí… en el suelo frío…? 

Cold cold ground… Tom Waits…  

  

Caído compañero en un viejo café     

Nunca pudiste soñar antes de tener que irte.  

  

Caído compañero en un viejo café… Seguramente recuerdas esta melodía….  Acompaña la trama de Léolo. Esta película la hemos visto quizás más de cien veces. Pero es también la película que hemos vivido juntos durante más de ciento cincuenta años… 

  

“Porque sueño, yo no estoy loco…”  Léolo Lozone… ¿recuerdas? Es el relato de una búsqueda íntima de la identidad, del esfuerzo por sobrevivir a la atracción terrestre, maternal, de la biología mediante las palabras. Pero contiene todas imágenes que nos permiten cruzar nuestro siglo veinte en dirección contraria…. y llegar hasta aquel primer sueño … Íbamos a construir otro mundo…  masticábamos un aroma rojo e innumerable por aquellas plazas pobladas con los diminutos frutos del majuelo… la utopía era nuestro sueño…   

  

“Porque sueño, yo no lo estoy.”  

  

Léolo… Hay en los trazos de nuestra historia y en las fechas de nuestra biografía una escritura, un afán del verso, una tensión hacia la luz…. porque sueño, yo no lo estoy… una búsqueda por desprender la oscuridad de nuestro interior, por escapar de la atracción corporal del instinto. Una fuerza biológica nos atrapa entre el hambre y los excrementos: algo terrestre y ciego invade y obstruye a veces el río maternal de la vida, la dulzura, y con un cierto matiz voraz de protección paraliza el impulso de un individuo libre. 

Léolo es una familia perturbada por la locura, … Es la imagen de un siglo enfermo, marcado por la crueldad, el desdén y el hastío… El padre, ausente en su función de guía, domado y glotón, cruza con un saco de mineral terrestre, sucio, las calderas del acero donde se fragua la asepsia y el brillo entumecido… del consumo… de la glotonería.  

  ¿Qué luz, entonces, qué sueño… al final de todo el esfuerzo del siglo? Durante la mayor parte de nuestra vida hemos empujado, como se ha podido, con el mismo afán que Léolo… hacia la luz de nuestros sueños. Hemos afilado la inteligencia… unos y otros, en ambos lados, pero en la dirección escindida.  

  

Etimológicamente la palabra “esquizofrenia” significa “mente escindida”.  Eugène Minkowski, psiquiatra francés, advirtió que, a diferencia de otras modalidades de locura donde la capacidad intelectual se deteriora, en el esquizoide el deterioro es solo del instinto vital… en el fondo es el deterioro de la capacidad humana para el encuentro… O sea, esa fibra sensible que nos permite vibrar al unísono con nuestros semejantes, que nos vincula…”   ¿qué nos vincula hoy? 

  

“Porque sueño, yo no lo estoy, porque sueño, sueño.  

Porque me abandono por las noches a mis sueños, antes de que me deje el día.”  

  

Así. Así transcurre todo el guion del siglo. Hasta que, finalmente ya vencidas varias generaciones, a uno y otro lado del muro, alguien redactó la última hoja de nuestro diario:  

  

“Porque no amo.  

Porque me asusta amar, ya no sueño.  

Ya no sueño.”  

“A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio.  

Tú, que atormentas mis noches, cuando no sé qué camino de mi vida tomar, te he pagado cien veces mi deuda…”  

  

Y ahora…  

  

“… iré a descansar con la cabeza entre dos palabras, en el valle de los avasallados.”  

Un águila de cinco colores cruza el cielo de todos los chamanes…. Goethe decía que todo el universo del color surge de los múltiples matices del encuentro de la luz con la sombra. 

Pero la extrema voracidad de la inteligencia ha exacerbado la perfección. Al hacernos cargo de nuestro propio mundo, hemos caído bajo el peso de una exigencia. Una responsabilidad excesiva, un afán secreto por sostener el exquisito nivel proyectado en la gráfica. La falta de amor es la enfermedad esquizoide de nuestro mundo, y se alimenta de una íntima exigencia de perfección.  

Hace falta un ritmo, una armonía que tome con la dulzura de Chet Baker, el fondo oscuro, sombrío, de las entrañas, y eleve desde esas grietas la ternura de un ritmo. Hace falta el punto de equilibrio que Cézanne buscaba antes de ponerse a pintar.  

Para que la inteligencia paterna y tecnológica no nos arrastre hacia la crueldad. Para que la atracción fascinada, biológica, maternal y terrestre, encogida sobre sí misma en un instinto de protección y conservación, no nos arrastre hacia la inmovilidad y la catatonia. Un punto de equilibrio. Un encuentro.  

Un ritmo es suficiente…  aunque disperso  entre los cuerpos perdidos en lo más vegetal de la noche… un ritmo es suficiente…  hasta que la grieta propicia se abra y por ella todos los ritmos se deslicen en tromba hacia el rojo innumerable de la plaza… otro tiempo… el que vendrá…  es ya este ritmo de ahora… esta mirada que pespunta y cose lo escindido.

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