Pintura

Pietro Torrigiano

25 julio 2024

Y dale con la oreja de Van Gogh. Que no, que nadie le cortó la oreja al pobre Vincent. Que únicamente perdió un trozo del lóbulo de su oreja en una disputa. Hombre, un poco doloroso si debió ser, pero ¿Por qué nadie se apiada de la nariz rota de Miguel Ángel? Porque eso también duele y mucho.
Sí, estoy hablando de Miguel Ángel Buonarroti, el gran genio renacentista autor de las pinturas de la Capilla Sixtina.

Si nos paramos a contemplar la obra del toscano, la denominada “Piedad Florentina”, en la cual aparece el propio Miguel Ángel ya de mayor haciendo de Nicodemo, podemos apreciar su nariz al más puro estilo pugilístico. Rota.
Como me conozco el panorama y sé que mis amigos Begoña Lap… y Alberto Bert… estarán ampliando la imagen como locos para verificarlo, se lo voy a poner más fácil, otro retrato del genio realizado por Daniele Volterra.

¿Convencidos de que tenía la nariz rota?

Por cierto, si os paráis a contemplar la Piedad Florentina que no os vea el propio Miguel Ángel, porque la odiaba y de hecho existe porque su compañero y amante Tommaso de Cavalieri le paró cuando estaba dando martillazos a la obra para destruirla. “Déjame Tommaso, he intentado hacer esta obra de un único bloque de mármol y entre las imperfecciones de la propia piedra y mis imperdonables errores de proporciones no merece llevar mi firma”.

Porque Buonarroti era un genio, pero también un “toca pelotas”. Irascible, inaguantable, burdo, tosco en todos los aspectos. Vamos justo lo opuesto del otro genio renacentista Leonardo da Vincci.

Decía de él el Papa Julio II “Es inaguantable, no hay forma de conversar con él sin que se enfade y además la mitad de sus palabras son improperios”.

Siempre iba sucio, desprendiendo un olor insoportable. “Es como estar con un cadáver al lado” decían sus escasos ayudantes en los trabajos de la Capilla Sixtina.
Según el artista, el baño era malo para la salud. Vamos, lo que hoy sería un negacionista de la higiene.

Siendo alumno en el palacio escuela de Lorenzo el Magnífico, y así volvemos a su nariz, había otro compañero que también destacaba, Pietro Torrigiano, al que Miguel Ángel sometía a un auténtico “bulling”.

Tan pronto como Pietro terminaba una obra y se disponía a ponerle su autoría, aparecía él diciendo “¿Esa porquería vas a firmar? ¿No te da vergüenza que eso lleve tu nombre?»,.
Claro que Pietro Torrigiano, además de ser un muy buen escultor también tenía mala leche y en uno de esos comentarios se volvió, le propinó un puñetazo rompiéndole la nariz y dijo “el que va a llevar toda su vida mi firma eres tu”.
Todo esto no pertenece a la leyenda sino que está documentado por personajes de la época como Cellini.

El bueno de Pietro Torrigiano viajó, con gran éxito, por toda Europa expandiendo el conocimiento de la escultura renacentista llegando con su arte a Sevilla donde se afincó, ya mayor, como si fuese un jubilado alemán de nuestros días.

En la capital bética esculpió obras como “La virgen de Belén” que fueron la introducción y modelo de la rica imaginería española.

Era tan grande su fama que por las calles se recitaba:

¡Abrid ventanas, puertas, balcones!
¡Dulzura y belleza se han abrazado,
pues los párpados han hablado
y Torrigiano los ha modelado
en un patio de Sevilla!

Pero no todo fueron alabanzas.
Como ya ha comentado Pietro Torrigiano tenía un carácter muy irascible.
Sucedió que el duque de Arcos le encargó la talla de una virgen pero Pietro consideró que lo que el duque pretendía pagarle era mucho menos que lo que el escultor consideraba que valía, por lo que hizo añicos la talla.
Y se armó la gorda.
¡Romper una imagen de la virgen en la católica España del siglo XVI!
El duque denuncia a Torrigiano ante el Santo Oficio y éste le encarcela en el Castillo de San Jorge acusado de haber destruido una imagen de la Virgen María.
Ya pude decir el condenado que él solo había roto una talla, un trozo de terracota.
En prisión tiene una muerte digna de Lope de Vega.
Cabezón como era se declara en huelga de hambre hasta que reconozcan su inocencia. Inútil protesta para la sensibilidad de la Inquisición.
Murió de hambre en prisión.
Fue Francisco de Goya quien descubrió a este artista y le dedicó una acuarela en la que se puede leer: «No comas celebre Torregiano» en la cual se ve al artista florentino en su celda realizando la huelga de hambre.

Si vais a Sevilla en el barrio de la Macarena, podréis pasear por la calle Torrigiano.
Pues eso lo dicho, donde esté “la nariz rota de Miguel Angel” que se quite, con mis respetos, “La oreja de Van Gogh”.

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