Opinión

Neocolonialismo y neoreaccionarismo

20 mayo 2021

Cuando se habla de la España vacía o vaciada, en general nos estamos refiriendo a esos territorios que en un momento dado de la historia fueron más o menos pujantes y que hoy, por el envejecimiento y pérdida de su población, van perdiendo peso en el conjunto del estado hasta caer en riesgo de desaparición. Analizamos las causas inmediatas como la falta de oportunidades para la juventud, aislamiento por malas comunicaciones, sean físicas o digitales y todos estamos de acuerdo en los diagnósticos.

            Voy a detenerme en otros aspectos no tan evidentes de la realidad, pero no menos importantes; más bien primordiales, pues son causa y no efecto.

            Durante varios siglos el desarrollo de los estados occidentales más fuertes, una vez aprovechados o esquilmados los recursos propios de cada una de las regiones se centró en la conquista de nuevos territorios de donde extraer esos recursos necesarios para el sostenimiento de sus economías. Nació entonces a fuego y cuchillo el colonialismo tal y como lo entendimos hasta bien entrado el siglo XX. Ello permitió el desarrollo del sector primario, extractivo, en las colonias, mientras se desarrollaba el secundario o transformador en la metrópoli. Nacen con ello economías que iban a dominar el mundo hasta la Segunda Guerra Mundial.

            Pero todo ello cambió, al menos aparentemente, con la manumisión de los países colonizados a raíz de movimientos liberadores de corte nacionalista. Recordemos que España fue pionera en el movimiento colonial y descolonizador, pero no así en la concentración de capitales que propició la industrialización. Se cometió el gravísimo error de pensar que quien dominaba la materia prima dominaba el mundo y se obvió el mundo del trabajo como factor catalizador de esta concentración de riqueza. El factor transformador es el que crea valor añadido a las mercancías y genera el precio de las materias primas y no al revés.

            Bueno, y os preguntareis a qué viene esto. Son solamente unas pinceladas de puesta en escena. El hecho es que esta sucesión de hechos no se produjo solo entre los países coloniales y sus metrópolis. La industrialización asimétrica producida en el estado español sobre todo a raíz de la Guerra Civil ha propiciado otra asimetría entre regiones productoras de materias primas (sector primario, que no solo es agrícola, también minero y energético) y regiones transformadoras o industriales y de servicios. Esto es otra forma de colonialismo interno.

            Aragón es un compendio de las dos formas de entender la economía. Por una parte, tenemos una macrourbe que copa la mayoría del sector transformador y, por otra, una vasta región productora de todo tipo de materias primas provenientes del campo, del subsuelo (minería del carbón y anteriormente del hierro) o del cielo en forma de energías eólicas, fotovoltaicas o hidroeléctricas. Pero siempre con un denominador común, la materia prima se exporta a precio de «mercado» para ser transformada en el exterior. Somos primeros productores de muchas mercancías del sector agrario, pero, al igual que Andalucía o Extremadura, por poner un ejemplo, éstas salen para sufrir su transformación en forma de conservas, piensos, industrias de la madera, embutidos y un largo etcétera, es decir, el valor añadido se produce fuera para quedarse en el campo la «limosna» del precio de la materia prima impuesta por el capital.

            Hemos llegado tarde al sector de la transformación por varios factores. Uno de ellos es la concentración de capitales propiciada por la industrialización que impone, sí, impone precios, porque está en situación económica predominante. Pero hay otro factor más subjetivo, que es el de la idiosincrasia del caciquismo y que yo llamo de boina y cachirulo. Ese comportamiento refleja el afán por ser el menos pobre de los vecinos o, como decía otro, yo tuerto, pero tú un ojo menos que yo… Esto ha propiciado en gran medida los movimientos migratorios a gran escala y por lo tanto el empobrecimiento humano.

            Hoy tenemos un nuevo valor extractivo en forma de gran proyecto, nuevamente sector primario, representado por las energías renovables, sean fotovoltaicas o eólicas. Estamos a tiempo de acercar el sector transformador (es decir, la industria) a las fuentes de energía y no a la inversa. Nos jugamos mucho en los próximos años para revertir la situación de despoblación, quizás el último tren antes de la desaparición.

            Habrá quien piense que poco podemos hacer, que será suficiente que se nos pague a los ayuntamientos y particulares por la producción y que es mejor que esa energía viaje hacia las zonas industriales. Solo recordar la triste historia de Andorra, cuencas mineras del carbón y anteriormente hierro (Ojos Negros), por no citar las poblaciones cercanas a los grandes embalses. Debemos impedir por todos los medios que esa riqueza salga de aquí sin transformar. Razones de ética distributiva, pero incluso técnicas, como es la disipación de energía cuando se transporta a largas distancias, obligan a tomar partido a favor del uso en origen.

            Pero ¿se puede hacer algo?

Pues pensad que la generación de semejante volumen de energía solo se puede conducir mediante el reforzamiento de las grandes autopistas de la energía que necesariamente han de construirse. Hay que manifestar el más rotundo rechazo por todos los medios a su construcción. Ahí debemos estar unidos como una sola persona. La cuenca del Ebro, con Aragón a la cabeza, fue ejemplo mundial para detener el trasvase del Ebro. Hoy hablamos de trasvase de energía, no menos importante. Hemos perdido ya demasiados trenes para el desarrollo como para permitirnos uno más. Debemos movilizarnos como ya lo hicimos diciendo no al trasvase de energía.

            Paralelamente a todo ello está surgiendo en el medio rural un sentimiento de rechazo y reacción a la implantación de generación de energía o cualquier movimiento transformador con el leitmotiv de la protección del medio ambiente. Desconozco qué entienden algunos por medio ambiente y qué entienden por paisaje. Cabe recordar que en el mundo occidental en el que nos encontramos, solo quedan unos pequeños relictos de la naturaleza primigenia antes de nuestro aterrizaje por estos lares. Algunos retazos de la laurisilva canaria y otros en el Pirineo navarro o la serranía de Cádiz. El resto es terreno antropizado más o menos por el ser humano, empezando por los bosques actuales, parte replantados, parte entresacados para aprovechar la mejor madera. Hasta las praderas pirenaicas son obra del ser humano. Sí, esas que mantienen al ganado extensivo o al Cypripedium calceolus. Esos paisajes mal llamados esteparios (deberían denominarse estepizados) del Ebro medio esquilmados por el pastoreo excesivo o la saca de leña hacia la gran ciudad y que un día fueron sarda, maquis o bosque mediterráneo o esos feraces regadíos que un día fueron pequeñas estepas. Todo está antropizado o modificado por el ser humano.

            A esto se refiere la segunda parte del título de este artículo. El reaccionarismo, entendido como la oposición a cualquier cambio, sea éste el que sea, ha formado parte desde siempre de ciertos movimientos conservadores, pero a veces ha confluido con cierta izquierda. No se puede estar en desacuerdo indiscriminadamente con la creación de infraestructuras hídricas y, a la vez, manifestarse por el derecho de los ríos a su caudal ecológico. En Aragón, por desgracia, ninguno de los ríos en la agostada mantiene el caudal ecológico. Dejando al margen la buena voluntad que, sin duda, mueve a muchos ecologistas y con la que estoy de acuerdo, lo cierto es que muchas veces caen en flagrantes contradicciones y faltas de rigor científico.

            La pregunta es: ¿Dónde está el punto de partida del medio ambiente y los paisajes y hasta dónde se quiere llegar en su manipulación o transformación? Me produce hilaridad ver determinados grupos ecologistas (permitidme que les llame ecolojoides) que abogan por la creación de un espacio natural dedicado a la ¡estepa! El día que un jabalí defeque frutos no digeridos de sabina, coscoja u otros arbustos similares en una incursión esteparia y estos germinen, ¡los van a tener que arrancar!

            Para bien o para mal, el paisaje actual nada tiene que ver con lo que fue. El dilema es: ¿Es correcto actuar sobre cualquier ecosistema o paisaje o debemos filtrar los menos afectados? En mi opinión, es tan grande la superficie rural en Aragón que podemos y debemos cribar algunas zonas para preservarlas de cambios drásticos, mientras que hay otras superficies que están tan antropizadas que reformarlas para acondicionarlas a la producción energética no supondría un mal mayor. Algunos lo han definido como «Renovables sí, pero no así». Si se definen bien las zonas donde actuar, estoy de acuerdo.

            Pero esto no basta. No centremos nuestros objetivos en definir correctamente los lugares de implantación (es secundario), sino en que se genere valor añadido allá donde se genere la materia prima, en este caso, en el medio rural.

            Como decía en otro artículo, la lucha por la supervivencia del medio rural aragonés pasa por elaborar frentes conjuntos y simultáneos que compaginen desarrollo con calidad de vida y respeto por el medio ambiente. En este sentido, la conexión ferroviaria de cercanías es otro de los pilares del desarrollo en cuyas reivindicaciones me encontrareis. No me busquéis negando otras soluciones ferroviarias como el AVE, si no es para que se democratice su uso. Bueno, eso es ya otra historia. Pero desarrollo, calidad de vida y medio ambiente bien entendidos.

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Comments

  1. Muy acertadas las preguntas que planteas.
    Tú artículo de opinión, creo que da para un interesante debate, pero ya verás cómo la desgana o pereza de tus conciudadanos, no lo propiciará, y continuaremos con la situación actual, no por los siglos de los siglos, si no hasta el momento en que el territorio esté tan vacío que ya no existan voces para defenderlo.
    Lo dicho, felicidades por tu artículo.

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