Lana de Voz

Marea

21 febrero 2025

El estudiante de osteopatía William Garner Sutherland, hacia principios del siglo XX, estaba estudiando los huesos temporales de un cráneo desarticulado cuando le llegó el destello de un pensamiento nuevo:

están biselados, como lo están las agallas de un pez, para la respiración”.

Desde entonces, enfocó su actividad profesional hacia la escucha, y llego a determinar mediante la palpación con sus manos, la existencia de un mecanismo de respiración primaria hundido en las arenas de un cuerpo. Se puede decir, desde una mirada un tanto poética, que escuchaba el mar de los orígenes, el aliento de la vida, su oleaje en los fluidos.

Los huesos del cráneo no estaban fusionados, ni inmóviles, como le enseñaban entonces a los estudiantes de medicina. Las suturas le indicaban a Sutherland una motilidad básica.

La respiración más sutil del fluido secreto es como una raya o trazo en el agua donde se despliega la quietud primordial. Un agua profunda, como un río íntimo, discurre por la espina dorsal. Y coincide exactamente con una intención secreta, debajo de la vida… moviéndonos, llevándonos. ¿Qué intención? Nadie lo dice. Habrá que abrazarla a ciegas llegado el momento. Sí sabemos con certeza, sin embargo, lo sabe el poema, que la transparencia vacía del agua es la mirada. Y sí dicen los que llegaron arriba, a lo más alto del poema, que esa mirada interior, nuestra, con dueño, coincide con el mar que nos mira. Extenso, sin nadie… afuera, sin dueño. Pero un monte nos divide, un monte de comprensión y de lógica, una arquitectura tangible de conocimientos y de ironía, también a veces de desprecio.

Ciertamente, no sería posible evitar

el razonamiento correcto

caminando sobre huellas recién pisadas.

Pero la vida tampoco parece así conveniente.

La playa, en el pecho de la amapola, se rompe.

Es viernes a ratos. Esfinge, mar diminuto

y manos que albergan mundos lanzados al aire.

Despacio, por la tierra pisada en el aroma

vas mientras llueve. ¿Dónde llueve aún? preguntas.

Ay, en tu espalda que no ves

tan alejada de las manos.

Es un tic de memoria, enmascarada,

así que corre, corre, antes que las huellas,

antes que la amapola del mar en su pecho

te refleje detenido, atrapado en un futuro

igual,

y regresen las palabras reconocibles,

entre manos que aprietan su vacío.

La orilla se deshace y en las olas

pronto eres ya solamente el vaivén.

Barcos del azul cruzan por encima de tus alas,

y la insistencia de los cinco colores

transformando el día

brota

de manera semejante a tu pecho que se eleva,

igual que el vientre también,

tan despacio que existir o no

dejó de tener alguna importancia.

Te olvidas así, dentro del cielo

que cruza y trenza y conquista

el vaivén de tu cuerpo.

Parecen suyas,y eres tú, sin embargo,

olas que caminan,

van y viene y rompen

contra la rutina cotidiana

y el rostro

arena y voces y espuma.


Fotos de Ibon López Lameiro
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