Pintura

La Tempestad

11 febrero 2023

Es difícil, a primera vista, relacionar el cuadro que hoy traemos, “La Tempestad” , y el ambiente cultural de la Viena en los últimos años de esplendor del Imperio Austrohúngaro.

Coleando todavía el influjo de Sissi “La emperatriz”, los grandes bailes de salón, los valses de los Strauss, la ópera vienesa… aparece uno de los personajes implicados, Alma Schindler.

Nacida en 1879. Hija de lo más selecto de la sociedad vienesa, su madre conocida cantante de ópera, su padre pintor paisajista de notable éxito entre la alta burguesía , con una exquisita cultura y sobre todo con una hechizante y seductora personalidad que sabia manejar.
Tuvo varios amores de juventud, con el pintor Gustav Klimt, con su profesor de música, con su confesor y otros varios pero siempre con hombres destacados de la cultura y el arte. A los veintidós años Alma se casó con el prestigioso compositor Gustav Mahler, el personaje de la película “Muerte en Venecia” que a su vez le llevaba casi veinte años.
En esa misma Viena, de la mano de una renovada y pujante intelectualidad, los “Decenios de oro austriaco”, aparecen personajes como el mencionado pintor Gustav Klimt, autor de” El Beso”, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud y un poco más tardío, en 1886, nuestro pintor Oskar Kokoschka que pretenden una sociedad más renovada.

Kokoschka procede de una humilde familia de orfebres y desde su ingreso en la prestigiosa Academia de Artes y Oficios de Viena intenta, sin ambages, romper ese estereotipo del rancio abolengo vienes, hasta el punto que le expulsan de la academia, vamos, radical oposición el mundo de Alma.
Y ya tenemos los ingredientes para el melodrama: mujer de buena posición, culta, guapa con una personalidad arrebatadora y joven e inexperto pintor– diez años más joven- de origen humilde, inconformista, transgresor, algo iluminado y no muy bien tolerado por la sociedad, pero del que otros artistas como Klimt hablan muy bien.
En 1912, con treinta y dos años, Alma se queda viuda de Mahler. Desconsolada y para mitigar su pena decide cambiar de casa, que es lo que hace cualquier viuda desconsolada, superar el luto estrenando casa. Su padrastro, también pintor de éxito le sugiere que se deje retratar por ese “genio hambriento” del que tanto se habla.
Alma accede divertida, el joven Oskar se presenta en su casa con su libreta de apuntes y comienza a dibujar de inmediato, pero se produce una nueva circunstancia para ella, se siente tan profundamente observada que se turba. Para intentar romper la situación se pone a tocar al piano su obra favorita, Tristán e Isolda de Richard Wagner. De repente, ambos se ponen en pie y se funden en un apasionado abrazo que duró tres años.
Kokoschka diría más tarde: “Me sentí deslumbrado por ella, me perturbó… qué hermosa era… qué seductora estaba detrás de su velo de luto”. Alma también se había enamorado: «Lo amo porque es un genio al igual que amo al niño terco y mal educado que hay en él”.
Recordemos que Kokoschka ha pasado a la historia por los retratos psicológicos que realizaba. Miraba el interior del retratado de tal manera que le hacía sentirse como desnudo ante una multitud y eso es lo que ponía en el lienzo.
Así comenzó una relación tan intensa que a veces rozaba la locura, pero siempre perturbadora y obsesiva.
Se conservan más de cuatrocientas cartas de las que el pintor mandaba a diario a su amada.
A pesar de esta atracción tan excesiva, con el tiempo las diferencias entre ambos empezaron a hacer mella. Oskar joven, obsesivo e inmaduro con la costumbre de ir contracorriente. Alma una mujer madura acostumbrada al lujo y a estar siempre rodeada de hombres que la pretendían. Finalmente, la personalidad celosa y controladora del pintor, que llegaba a revisar su forma de vestir, saturaró a Alma.
Acostumbrada a que Mahler no le hiciese ni caso, ahora se encontraba entre la atención absorbente de Kokoschka y un amor que la consumía.
Decide apartarse de él. Se había quedado embarazada pero toma la decisión de abortar. Teme que ese hijo herede la violenta fogosidad de Oskar.
Cuando abortó, Kokoschka cogió los paños ensangrentados con el feto y dijo: “Este será, mi único hijo”. Y cumplió su promesa.
Cuando estos hechos sucedieron el artista estaba trabajando en la obra que hoy comentamos “La Tempestad”, su obra maestra que aún tardo meses en completar.
El cuadro muestra a dos amantes en el centro de una violenta tormenta. Yacen de lado dándose la cara ajenos al tormentoso mar que los rodea. Mientras la mujer parece descansar plácidamente, el hombre se encuentra tenso y despierto.
Esta obra a mí me resulta contradictoria porque por un lado es una escena muy intimista pero a su vez refleja una gran distancia. Las pinceladas, la composición y especialmente los colores, sugieren que esta es una representación de emociones muy profundas, y que hay más de lo que aparenta. El cuadro transmite muchas emociones, pero desde luego entre ellas no está la serenidad.
Como curiosidad La Tempestad o “La novia del viento” como también se conoce esta obra, pictóricamente está influenciada por las obras de El Greco que Kokoschka descubrió en una exposición en Paris, auspiciada por Ignacio Zuloaga, fijaos por ejemplo en “El Apocalipsis” de este autor griego.

Para realizar La Tempestad, Kokoschka se encerró en su taller y pintó de negro todas las paredes del estudio para así crear la sinergia que buscaba. Alma, cuando vio esto lo consideró excesivamente perturbador y fue cuando decidió que lo mejor era alejarse de él.
Kokoschka tuvo la intención de llamar a la obra Tristán e Isolda, la ópera preferida de Alma, pero cuando el poeta Georg Trakl vio la obra se sintió tan inspirado por ella que le hizo un poema Die Windsbraut, que en alemán significa La novia del viento, aunque poéticamente se use para referirse a La tempestad.


Al mirar de cerca la amplia pincelada y las gruesas capas de pintura de la obra es fácil imaginar la intensidad con la que Kokoschka trabajó en su oscuro estudio poniendo toda su carga de emociones sobre la tela y logrando que el cuadro cobre una vida extraordinaria y ciertamente perturbadora.

Coincide que el día en que Alma abortó, fue el mismo en el que estalló la Primera Guerra Mundial con el asesinato del heredero de la corona Austrohúngara el archiduque Francisco Fernando en Sarajevo.
Kokoschka, para salir de la depresión que le supuso la ruptura, se alistó como voluntario en el ejército. Quiso asegurarse un puesto en la vanguardia por lo que se enroló en el regimiento de élite “Dragones de la Guardia Imperial”.
Para poder combatir en ese cuerpo era obligatorio llevar caballo propio. Oskar logra vender La Tempestad a un farmacéutico de Hamburgo y con los beneficios se compra caballo, uniforme y derecho a combatir en primera línea de batalla.

Terminada la Guerra en 1918 y todavía traumatizado por el recuerdo de Alma, encargó a un fabricante de Múnich una muñeca de tamaño real que se pareciese a su amada y aunque el resultado fue espantoso, llevaba la muñeca a todas partes e incluso la usó como modelo en varias obras. Finalmente tras una violenta discusión, sí , con la muñeca, la tiró por la ventana.
Alma se casó dos veces más y murió en 1964 en Nueva York, a los ochenta y cinco años. Entre sus pertenencias había una pequeña reproducción de La Tempestad.
Oskar Kokoschka contrajo matrimonio y murió en 1980, recién cumplidos los noventa y cuatro años en su casa de Suiza. Para entonces ya era reconocido como uno de los artistas más innovadores del siglo XX.


Epílogo
Prometo para el siguiente articulo un tema algo más reposadito y un pintor emocionalmente más estable, que los hay, pocos, pero los hay.

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