Colaboración Interna

La rosa púrpura de El Cairo

11 septiembre 2022

Contemplar el mundo dentro del iris del espectador, todas las historias convergen en la única obra maestra que en realidad nos compete, nuestra propia historia de vida. Desde el nacimiento del teatro griego, el ser humano busca siempre esa bifurcación entre la tragedia y la comedia, tal vez, para olvidar por un rato lo cotidiano y en muchos casos el hastío.

¡Somos tan pequeños en el universo!

El séptimo arte nos permite volar, soñar, hacer catarsis… necesitamos la máxima romana del “pan y circo”, o, mejor dicho, de palomitas de maíz y plataforma digital cualquiera…

En la propuesta de Woody Allen, también hay una invitación a la reflexión, corroborar lo cerca que estamos de cruzar esa delgada línea que separa lo tangible de lo intangible, para materializarnos, a la vieja usanza de las deidades helénicas, en el plano físico.

A fin de cuentas, todos lo hacemos, salimos del útero, nos damos un garbeo por este mundo ilusorio, y regresamos a lo ignoto.

UN INESPERADO ANTOJO DE LA FICCIÓN

En el marco histórico de la “Gran Depresión” de los años 30, Cecilia, una torpe camarera de Nueva Jersey es víctima del maltrato de un esposo holgazán. La desdichada encuentra evasión en una sala de cine donde proyectan la película “La Rosa Púrpura de El Cairo” que ve incansablemente, hasta el punto que el personaje protagonista de la trama sale de la pantalla para conocerla.

A partir de allí se enredan en una tragicómica relación, configurándose un imposible triángulo amoroso entre la camarera, el personaje y el actor que representa a este último.

Te invito a cruzar esa frontera a veces difusa entre la provocación del ser y el no ser, para disfrutar de un metraje cargado de evocaciones existencialistas.

Texto de Jhonny López con colaboración del señor gaRceta.
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