Pintura
La caída de Rembrandt
14 enero 2025

Cuando me he puesto a escribir este artículo pensaba comentar sobre la extraordinaria calidad compositiva de la obra del mejor pintor holandés de todos los tiempos, Rembrandt, tomando como ejemplo su obra, mal llamada, “La ronda de noche” pero al fijarme en esa figura de mujer fuertemente iluminada, me ha apetecido irme por las ramas, que para eso el señor editor, don Guillermo Garceta me da plena libertad.
“La ronda de noche” es un retrato corporativo de los que se estilaban mucho en los Países Bajos de mediados del XVII, vamos como un retrato de ministros, o lo que proceda, delante de la puerta de la Moncloa con el jefe en el medio, solo que Rembrandt lo hace más divertido.
Pero… ¿Qué hace esa señora en medio de los orgullosos defensores de la ciudad? ¿A que no pega ni con cola?
Lo mismo pensaron los que encargaron el retrato, a lo que Rembrandt contestó:
- Pero señores defensores del bien y la moral ¿No se han percatado sus señorías que la dama en cuestión lleva un pollo colgado de sus patas? ¿No es acaso las garras del pollo el símbolo de su compañía?
Respecto a que la mujer se parezca a mi esposa Saskia es simplemente una casualidad.
Desde luego que eso de la casualidad era una mentira cochina. Rembrandt adoraba a su mujer Saskia para la cual no miraba el precio de ninguno de los regalos que le hacía.

Pero vamos al principio de su vida.
Rembrandt Harmenszoon van Rijn nació el 20 de julio de 1606 en Leiden, Países Bajos. Su padre era molinero y su madre hija de panadero y a pesar de ser el noveno de los hijos, la familia era lo suficientemente acomodada como para mandar a su hijo a la Universidad, donde el pequeño de los van Rijn cursó sus estudios en latín. Pero pronto destacó en la pintura.
Con tan solo diecinueve años ya contaba con su propio estudio y sus propios alumnos.
Debido al enorme éxito que tenía decidió mudarse a Amberes alojándose en la casa de su marchante en la cual conoce a Saskia.
Todo era éxito y felicidad como se puede ver en un grabado suyo, “Autorretrato con los ojos muy abiertos”, eso sí que es un sefie.
Por supuesto Saskia y Rembrandt se casan y son muy felices, viviendo textualmente en la opulencia, cambiando de residencia continuamente y por supuesto, siempre yendo a una cada vez más lujosa, se lo podían permitir con los tremendos ingresos de la venta de sus obras, que adicionalmente completaba con sus actividades de marchante de arte.
En 1635 nace su deseado primer hijo, que fallece con tan solo dos meses de vida.
Por fin en 1638 nace una hija, a la que llaman Cornelia, que fallece tres semanas más tarde. Dos años después Saskia da a luz una segunda hija a la que vuelven a llamar Cornelia… que fallece al mes de haber nacido.
Rembrandt era tan extraordinario pintor como manirroto.
Joya que veía joya que compraba para su esposa, toda antigüedad que le enseñaban, bustos romanos, armaduras japonesas, objetos exóticos… lo compraba. Llego a pujar por cuadros pintados por él.
Finalmente en 1641 nace Titus, único hijo que llegó a la madurez, pero su amada Saskia fallece a los pocos meses del parto, aparentemente de tuberculosis.
Los dibujos que Rembrandt le hace en su enfermedad son de una tristeza absoluta.

No me digáis que esto no parece un culebrón venezolano. ¡Ah no, que falta la mala de la historia!
Ahí va.
Durante la enfermedad de su esposa Rembrandt, contrata una mujer llamada Geertje para hacerse cargo de Titus. Desconocemos si la relación con el pintor pasó a otro grado, pero Rembrandt descubrió que Geertje estaba empeñando joyas que habían pertenecido a Saskia, por lo que la denunció, ella alegó que el pintor le había prometido matrimonio, cosa bastante improbable, por lo que solicitó una pensión vitalicia de doscientos florines anuales.
A pesar de ello Rembrandt posteriormente pagó durante doce años su manutención en un hospicio para pobres.
Con 36 años comienza una relación, esta vez sí, con su nueva asistenta doméstica Hendrickje Stoffels, veinte años más joven que él.
Catorce años más tarde, de esa relación nace una niña a la que, por supuesto, llaman Cornelia y no, esta no se muere, pero a su madre, a Hendrickje, la iglesia reformista, a la cual pertenecía, le acusa, y cito textualmente, «haber cometido los actos de una prostituta con Rembrandt el pintor» siendo excomulgada y señalada en público.
La situación económica de la familia va de mal en peor, tienen que subastar todas sus pertenencias, desde residencia a ropa de cama. El resultado de la puja es lamentable. El gremio de pintores de Ámsterdam considera que Rembrandt, el gran Rembrandt, es indigno de ejercer la profesión, hasta el punto de modificar los estatutos gremiales, que eran ley, y prohibir que Rembrandt Harmenszoon van Rijn pudiese nunca más comerciar como pintor. Supongo que no os sorprenderá saber que las envidias tuvieron mucho que ver.
¿Cómo salir adelante sin vivienda, sin dinero y sin poder pintar?
Pero Hendrickje los tenía bien puestos y sabiendo que su esposo aún tenia un buen prestigio como pintor, se van a vivir a una modesta casa en el campo y monta, junto a Titus una sociedad mercantil cuyo único empleado es Rembrandt, con lo cual ya pueden vender las obras que este produzca, puesto que quien vende es la sociedad.
¿A que la estrategia parece sacada de un noticiero de hoy en día?
Pero la edad, la pobreza y la tristeza fue haciendo mella en el pintor.
Los historiadores del arte hablan de dos períodos en su obra uno más alegre y otro más oscuro, puñetas, no me extraña.
Hacia 1662 aún recibía encargos importantes de retratos de las personalidades de su entorno. El mismo Cosme III de Médici, gran duque de Toscana visitó a Rembrandt en su domicilio.
Durante esos años en que Hendrickje pasó a controlar, junto con Titus la situación, Rembrandt adquirió una cierta estabilidad que le ayudó a producir numerosas obras, como este retrato de Hendrickje bañándose.

Rembrandt sobrevivió tanto a Hendrickje —fallecida en 1663— como a su hijo Titus, que murió el 7 de septiembre de 1668. El pintor no pudo superar la situación y murió a los pocos meses, siendo enterrado en una tumba sin nombre en el Westerkerk de Ámsterdam.
Después de tanta desgracia prometo hablar otro día de la obra, solo de la obra, del mejor pintor del siglo de oro de los Países Bajos, mientras tanto dejad que sea el propio Rembrandt, el pintor, quien contemple a nosotros, espectadores, desde su último autorretrato reflejo de su vejez, su pobreza pero también desde la serenidad que transmite su pintura.
