Cuentan los duendes cuentan
El Relato de los relatos
22 marzo 2022

Cuentan los duendes cuentan, que en su mayor parte el hombre construye su realidad a base de relatos. Son relatos con los que se explica las cosas, de los pequeños fenómenos cotidianos a los ignotos misterios esenciales. No son fáciles de identificar, y por ello mismo cuantificar o clasificar, las variables que permitirían conocer la trazabilidad de los mismos. Las distintas capas, aristas, colores, sus rudimentos y sus filigranas, quién o quienes formaron parte en la forja de ésta o aquella cosmovisión, a través de éste o aquel relato tangencial que entremezclado y enriquecido con otros tantos configurarán carne, epidermis y vello del relato de un grupo humano. Cuentan los duendes cuentan que el número de relatores es proporcional a la cantidad de pinceles que pigmentan de manera sistemática el campo mórfico que revela una identidad cultural humana viva. Cuentan los duendes cuentan que el Verdadero Relato es la suma de todos ellos.
Cantan los duendes cantan, que en noches de luna nueva, con la luna apagada y el cielo encendido, se asoman a contemplar el rosario de cosmovisiones humanas que eclosionan iridiscentes para su beatitud y más profunda alegría. El primer bostezo del sol confunde a los no iniciados con las sonrisas pletóricas de estos curiosos seres anunciando la noche parda. No hay duende que no lo perciba ni se regocije con él. Conocen bien el espectáculo celeste que contemplan desde que algunos hombres entraron en relación simbiótica con Madre Tierra en diversos puntos cardinales. Pese a conocer al dedillo la liturgia humana, liturgia inconsciente, cantan que desde que asisten a ese asombroso espectáculo no se recuerdan dos pardadas iguales aunque estructura y tempo sean constantes fijas. Cantan y cantan que al brotar multicolor inicial, en el que cada relato evidencia su tono, le sigue la fusión de los mismos en ocres siempre distintos que viran del rojizo, al anaranjado, al amarillento en un latir cada vez más explícito que se retroalimenta. No es un pálpito mudo, el sonido que hace vibrar a estas criaturas es un sonido grave, rítmico y acompasado, es el estruendo del corazón de corazones, la esencia de la especie humana manifestada a aquel que quiera ver, a aquel que pueda oir.
Aúllan los duendes, aúllan que el espectáculo humano de noche de luna ausente es sustancialmente menos fértil con el tiempo. Sus aullidos tratan en vano de reclamar a la parda el equilibrio, de recuperar los relatos perdidos. El pulso del gran corazón se debilita, es evidente que faltan pigmentos, se preguntan si la especie podrá aguantar el embate.
Ríen los duendes que conocen tres tipos de hombre, aquellos que beben directamente de la Fuente, y que por tanto no se nutren de relatos ni participan de la orgía lumínica que configura El Relato Humano -éstos llegan al mismo por otra puerta, los guardianes o portadores de relatos y aquellos que por diversas circunstancias descuidaron su relato y hoy cuentan cuentos. Ríen que para poder percibir visualmente a un ser humano tiene éste que tener un relato que le haga de saeta, adornada por relatitos que le sirvan de abrigo, de paraguas, de enaguas… Ríen pues que los relatitos se resguardan bajo relatos más grandes, aquellos que enlazan y entrelazan en lo sutil a los humanos que de los mismos se nutren. Ríen los duendes que desde que apareció el mono lampiño, han conocido plétoras de relatos, miríadas de relatitos. Ríen que los más bellos tonos son los que dimanan de los relatos ancestrales, aquellos transmitidos con integridad, aquellos recibidos con humildad, aquellos de los que brotan los relatitos honestos. Ríen los duendes, ríen que aquellos que descuidan sus propios relatos acaban contando cuentos que, aligerados de verdades, se hacen pasar por ellos y parecen más cómodos de portar. Ríen los duendes, ríen que no son capaces de percibir esos disfraces más que en la desaparición de un color esencial. Ríen los duendes por experiencia ríen que allá por donde los cuentos pasan pocos relatos quedan. Ríen que Ríen que las pardadas ya no son lo que eran que el Corazón de corazones, pierde color, pierde brillo, que faltan relatos.
Bailan los duendes que de entre los seres humanos, los guardianes de relatos, transitamos por este mundo alumbrados por un farolillo que parpadea con nuestro relato y el centelleo de nuestros relatitos. Llama y llamitas vienen de lejos, son el legado del caminar de nuestros mayores por un sendero de estrellas. Mientras no lo trascendamos y mientras duren estos tiempos oscuros, el farolillo habrá de alumbrar nuestros pasos y el explorar de nuestros pequeños. Bailan los duendes que bailan con nuestro farolillo y con el de todos los guardianes.
Frente a los gélidos cuentos que vienen del Este, alimento mi farolillo con ardientes relatos que proceden del sur, con relatos de arena, con relatos de té verde y hierbabuena, el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte.
¡A los hijos de las nubes, mis hermanos!
La canción que usamos de cortina es interpretada por Mariem Hassan, una de las voces más representativas del Sáhara Occidental.