El ombligo de Venus

El laurel, las hojas del triunfo

14 marzo 2025

Hoy hablaremos de una planta que todos tenemos en casa. Al menos, sus hojas, porque yo ya no me imagino unas lentejas sin su hojita de laurel. O en el arroz blanco, en los guisos, en los estofados, en las salsas… Seguro que nuestro chef tiene muchas y muy sabrosas sugerencias.

El laurel, Laurus nobilis, es un árbol de hoja perenne, que puede alcanzar hasta los 10 metros de altura. En España lo encontramos de forma natural principalmente en la región mediterránea y en las Islas Baleares. Florece entre marzo y abril, con grupos de 4 a 6 flores en una especie de racimos llamados «umbelas». El fruto es una pequeña baya de color negro cuando está madura.

Pero la parte más reconocible y empleada son, sin duda, sus hojas. Son hojas lanceoladas, algo onduladas y de un tamaño que puede alcanzar más de 10 cm. Son muy aromáticas, y muy apreciadas desde la antigüedad en la cocina por su aroma y su capacidad para potenciar otros sabores.

Pero esta planta no solo se ha usado para aderezar nuestros guisos; también ha estado presente en las cocinas para adobos, marinados y conservas por sus propiedades conservantes. Y está muy generalizado su uso como repelente de insectos, ya sea para prevenir la aparición del gorgojo de la harina o para evitar la aparición de polillas en la ropa, los libros e incluso la lana recién esquilada.

Tiene muchas propiedades medicinales documentadas desde la Grecia antigua, sobre todo como digestivo y para afecciones del sistema circulatorio, pero actualmente han caído en desuso puesto que, aunque es inofensivo como condimento, en altas dosis puede resultar tóxico.

También su madera se ha utilizado para ahumar carnes, o colmenas para facilitar la extracción de la miel. Hoy en día se cultiva como uso ornamental en jardines y huertos, y en tiempos se creía que ofrecía protección contra las tormentas, porque se decía que a un laurel nunca le caería un rayo. El laurel siempre ha estado rodeado de simbología y leyendas.

Cuenta la mitología griega que el dios Apolo se jactaba de ser mejor lanzador de flechas que Eros. Éste, harto de sus burlas, decidió vengarse de Apolo y lanzarle una flecha de oro para que cayese perdidamente enamorado de la primera dama que apareciese ante él. Esta dama fue la hermosa ninfa Dafne, quien nunca había demostrado ningún interés por casarse, pues ella prefería vivir en el bosque como cazadora. Para completar su venganza, Eros lanzó a Dafne una flecha de plomo, que causaba el efecto contrario. Apolo perseguía incansablemente a Dafne, pero ella le rechazaba constantemente. Para escapar del acoso de Apolo, Dafne pidió ayuda a su padre, el dios-río Ladon. Ladon convirtió a Dafne en un hermoso laurel mientras Apolo veía cómo su amada se transformaba rápidamente en árbol. Cuando llegó hasta ella, sólo pudo abrazar sus ramas y prometerle entre sollozos que siempre sería su árbol predilecto, con hojas siempre verdes que coronarían las cabezas de los triunfadores.

Esta leyenda dio origen a la costumbre griega de premiar con coronas de laurel a sus guerreros y deportistas en algunos eventos, como en los juegos Piticos. En otros, como en los juegos olímpicos se entregaban coronas de olivo. Ahora sabemos de dónde viene aquello de «el deportista más laureado».

Los romanos también siguieron esta costumbre, pero la llevaron más allá, ya que se convirtió en un símbolo del poder imperial. Todos tenemos la imagen de Julio César con su corona de laurel, aunque se dice que empezó a usarla para ocultar su incipiente calva. Pero lo cierto es que se extendió el uso de coronas de laurel para condecorar a los generales romanos. Las llamaban Laureas, y los generales eran laureados.

Esta asociación con el éxito y el poder se ha mantenido hasta nuestros días, y podemos encontrar coronas de laurel en la arquitectura, en escudos heráldicos, incluso en logotipos y marcas de moda.

Todavía se mantiene esta distinción en los círculos académicos con la misma simbología, e incluso forma parte de nuestro lenguaje cotidiano, porque si después de tanto trabajo y esfuerzo que han llevado al éxito la persona se relaja demasiado y deja de esforzarse, seguro que alguien le dirá que «se ha dormido en los laureles».

En algunos pueblos, todavía se conservan tradiciones como el canto de los Mayos, o las «enramadas» de Pascua, en las cuales los mozos dejan ramas de laurel adornadas con caramelos o frutas en los balcones de las mozas para después pasar a rondar.

Por cierto, ¿Conocéis a alguna Laura? El nombre Laura significa «Coronada con laurel». Son mujeres triunfadoras que, gracias a su esfuerzo, han salido victoriosas. Yo tengo por ahí un par de Lauras. Y doy fe, son así.

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