Música en plan tal
El gran problema del sonido en el cine
20 junio 2024
El otro día le comenté a mi amigo Juan que había estado viendo la última de Dune en el cine y que me había desagradado muchísimo porque estaba excesivamente alta. Juan se sorprendió bastante y me dijo que no estaba de acuerdo, y tan en desacuerdo estaba que hizo un podcast sobre ello, podcast que me parece gloria bendita porque a mi todo lo que diga Juan, pues ya ves, de primera. Pero igualmente yo lo sentí súper alto y lo pasé fatal. Tan mal que tuve que pedirle a mi novia Ana unos cascos que, gracias a Dios, llevaba por el bolso de casualidad y que pude usar a modo de tapones, porque de verdad que pensé que me iba a tener que salir del cine. No sé si es que yo soy muy sensible (o mu’ gallego, que diría mi padre) o que la gente se va de cabeza, pero el volumen era tan desmesurado que me impidió disfrutar la película como merecía.
Y es que más no siempre es mejor, concretamente en este caso fue peor, porque como tuve que taponar mis oídos para no sufrir una perforación de los tímpanos, pues al final ahogué ciertas frecuencias y la película me sonó nasal y sin gracia. Cosa que se hubiera solucionado si simplemente la puta peli hubiese estado un poco más baja y así la hubiese podido disfrutar sin obstáculos físicos en mis oídos que modificasen el espectro frecuencial de la obra. Joder, si ya hay una pantalla del copón, estamos a oscuras, nos rodean tropecientos mil altavoces y el entorno es el idóneo para que el sonido no reverbere, ¿qué necesidad hay de que suene tan alto que me acabe acobardando como cervatillo al que sorprenden en el bosque? No te digo que lo pongas bajito, pero una cosa que no sea insalubre… que al final con tanta hostia acabo prefiriendo ver las pelis en casa y soy consciente de que me pierdo un buen puñado de calidad por el camino, porque: ni mi pantalla se puede comparar a la del cine, ni el equipo de sonido es el mismo, ni mi salón está acústicamente acondicionado… pero qué quieres que te diga, a mí es que pasar miedo no me gusta. Y ese asunto sumado a que me compro las palomitas en el mercadona por un tercio de lo que cuestan allí y que puedo parar la peli cuando guste para cumplir con las exigencias de mi diminuta vejiga, pues completa una experiencia que, casi con total seguridad saldrá ganando a la del cine (salvo que necesite ver la peli ya de ya porque no me aguanto las ganas, cosa que pasa pocas veces).
Y ojo, que aún no hemos hablado de la mezcla, otro problema latente que no lo salvo ni poniéndome la peli en casa. Yo no sé si lo hacen adrede o qué cojones, pero hay películas tan mal mezcladas que te obligan a sujetar el mando durante las dos horas que duran para ir regulando continuamente el volumen; ahora sube que están hablando y no se les entiende, ahora baja que ha entrado la musiquina y dos explosiones, vuelve a subir que uno está diciendo lo que sea, pero cuidado y no te pases subiendo que se ha puesto a pegar tiros… oye chico, relajaos, que así no se puede vivir. Si necesitáis que haya tantísima dinámica en el volumen para que la peli resulte más impactante, pues igual es que la peli es flojacha. Y si no es flojacha, pues sois más tontos que pijolo porque, al menos a ojos, o mejor dicho, a oídos de un servidor, estáis arruinando por completo la experiencia.
Haced lo que queráis, que este no es mi campo y si a Juan le parece bien, es que estará bien, no veo a nadie en la sala tapándose los oídos, ni tampoco grandes manifestaciones que bajen por Independencia pidiendo un volumen más comedido en los cines, pero vaya, a mí me la estáis cascando.