CHATWIN and Me

Esta mañana he tenido una conversación seria. Una buena conversación. Hablaba con una amiga de LOS PROYECTOS. Proyectos e ilusiones que quizás rigen nuestras vidas. Yo exponía mi teoría de que cualquier cosa pequeña puede ser un proyecto. Yo suelo desarrollarlos. Pero hay gentes que te hablan de proyectos que nunca desarrollarán en su vida. Pero hasta eso es interesante. Mi tertuliana decía que cenar esta noche no es PROYECTO. No sé, depende.

Viene todo esto a colación de un personaje al que yo suelo admirar. Chatwin. Chatwin está ahí tan tranquilo en Sotheby’s, una sala de subastas bien prestigiosa y de repente se marcha a la Patagonia. Les manda un telegrama a su trabajo: Me he ido a la Patagonia. Y ya no parará de viajar.

Por otra parte, me gusta que Chatwin siempre busca Una casa para colgar el sombrero. Cuando viaja a Londres tiene una casa para dejar su sombrero y descansar. Tal vez para ver los pequeños detalles que se trae de sus viajes, la foto de su padre. 

Yo me parezco a Chatwin solamente en que me compro cuadernos Molaskine. No vaya usted a creer.

Os voy a contar las cosas que quiero hacer, que voy a hacer si nada lo impide. 

Esta noche empiezo la serie El ultimo artefacto socialista. En junio hacemos el Toubkal (el gran monte del Atlas). Mañana comemos con JB y K para hablar de eso, de proyectos. En noviembre haremos la maratón de Maratón. El jueves tengo a las doce, clase de viola (el gregoriano), con L.M. El miércoles leemos en Palmaria Los Poetas Elegantes, y ahora mismo me voy a preparar la cena (sardinas en aceite, que necesito omega 3).

Les he mezclado proyectos que se definen pequeños con proyectos que parecen más grandes. Ustedes pueden opinar que cosas harían con más gana. 

También les pido que piensen en esas frases ya míticas: «como en casa no se está en ninguna parte» (una amiga mía dice: me llama el sofá) o esa otra que dice, «cada cierto tiempo hay que darse una vueltica por ahí».