Lana de Voz
Cantar de los cantares: El monte que nos divide
27 diciembre 2024
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Quiero hablar del cantar, y lo hago mirando hacia las dunas de Doñana, ¿o quizás debería decir hacia la arena de las nubes?
La tierra y el cielo se hablan, y se buscan bajo el vestido, y se confunden el uno con la otra. El amado con la esposa, el espíritu con la materia.
Quiero hablar del Cantar, pero tendré que soltar ya desde el comienzo… esa cordura que sujeta un armazón entumecido, porque acaso de eso trate el propio Cantar. De cómo se deshacen en la boca los frutos, y contra el cuello los aromas, y en los dedos se deshace como cereal la consistencia de un cuerpo, el de las palabras… ¿a dónde van las palabras untadas con la saliva del amado?
Toda consistencia, incluso la más cruel, llegará alguna vez a estremecerse y será entonces cuando… allí.. por el otero pueda asomar el esposo … De esta forma, con susurro y cántico propio, rememoraba el Cantar de los cantares San Juan de la Cruz. Lo hacía en un calabozo frío, minúsculo, signo de la crueldad y de la consistencia humana, demasiado humana. Y así, encogida, la materia sonora fue habitada, transformada en liras por el inmenso amor hundido en aquel corazón… humano, demasiado humano… un corazón que supo deshacer toda la consistencia de su prisión.
Por encima del monte que nos divide, como se dice en el Cantar; por el otero, como se dice en el Cántico, pero también por encima de los muros que aplastan cada corazón; y sobre todo por encima de la separación entre materia y espíritu; por encima.. como cervatillo de ternura… asomaba el esposo.
Juan de la cruz en su lecho de muerte pidió que dejaran a un lado los responsos acostumbrados y que leyeran, que le abrieran en aquella su última ocasión, los versos del Cantar de los cantares, el nardo de lo aromas, una vez más. En ningún lugar del Cantar se menciona a Dios; y por eso, justo por eso es más sagrado aún. Porque el cantar está vacío. Vacío de identidad.
Está desierto. Desierto de filigranas, de elucubraciones, de todas las chácharas del pensamiento con las que se alimenta una voraz carencia interior. Esa que al vivir acompaña, que es afán y penuria íntima y que aprieta hundida como un insecto junto al corazón.
Dice Guido Ceronetti que «en realidad, el vació del Cantar está ahí para confirmar su condición más sagrada. Todo lo que está vacío, el vacuum lucreciano, el desierto, una fosa, una habitación, una carcasa, un estuche, todo eso es parte del Gran Misterio, significa la espera de Alguien o una Presencia oculta».
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«Pero nosotros, sigue diciendo el poeta italiano, ya no vemos lo sagrado, ni en un vacío ni en una plenitud.» El poeta Guido Ceronetti tradujo con ritmos cercanos a nuestro tiempo y con mucho acierto el libro, el más sagrado libro de la Biblia.
Y Ciertamente. ¿Nosotros a quién esperamos? Quien asomará por el otero, quién cruzará el monte que nos divide, el muro de la prisión. Al encuentro de quién salir ahí fuera, a quién este cuerpo podrá abrir una celosía íntima, una espera… «cuando el día refresca y cae la sombra / vuelve amigo mío / como la gacela o el cervatillo apareces / sobre el monte que nos divide» …para que llegues entonces… porque vas a llegar… aquí sostengo el momento de una espera sin respuesta, de una puerta abierta a nadie, como quien expone todo su cuerpo frente a la claridad profundamente vacía de otra mirada. Lejos, muy lejos de toda cordura, toda la entrega. Lugar de luz y tacto donde los aromas brotan, y el inmenso amor escondido suena bajo las dunas o bajo el cielo de arena.
Levántate tramontana, ven viento del sur, soplad sobre mi jardín, que exhalen sus aromas, entre mi amado en mis habitaciones para comer aquel fruto prodigioso, entren las dulces salivas del amado que todo el cuerpo entumecido de las palabras derrumba.
También se derrumbaba el cuerpo de Teresa de Ávila en 1582 en la pequeña celda de un convento de Alba de Tormes. Su cuerpo se desangraba por una hemorragia uterina, entre medicinas de olor fétido, monjas mal lavadas, y dolorosas sangrías que practicaban los médicos en aquellos tiempos… más o menos así lo cuenta Ceronetti en su comentario. Están bien documentados los testimonios de las personas que estuvieron cerca de Teresa. En aquellos últimos días, en su «agonía invocaba al Amado y hablaba de unión y de goce, tanto que le rogaron que se callase por miedo a que se condenara…»
Cuando finalmente murió, los olores han sido descritos por algunos testigos. «Isabel de la Cruz y Catalina de San Ángel dicen que era una cosa maravillosa, un olor que no se podía comparar con nada, distinto de los buenos olores que hay en el mundo». […] El fraile Miguel de Carranza dice que era un olor que dejaba muy atrás el ámbar, el estoraque, el benjuí, el almizcle…
Y el olor que exhalas
Supera todo perfume
Panales chorreantes tus labios, oh esposa
Miel y leche en tu boca
Como un Líbano de aromas
De tus vestidos el olor […]
Tus acequias son un jardín
Paraíso de granados
De nardo y azafrán
Caña aromática y canela
De todos los árboles de incienso
La quintaesencia de cada perfume
Oh fontana del oasis oh pozo de aguas vivas
Oh Líbano de cascadas
Levántate tramontana
Ven viento del Sur
Soplad sobre mi jardín
Que exhalen sus aromas
Entre mi Amado en su jardín
Para comer aquel fruto prodigioso
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La obra completa, montaje de audio y texto, son producidas por el autor del artículo, Enrique Pérez Arco.