Aire hueco

Bigote de autor

1 marzo 2024

Hace tiempo le recomendé a un tal señor Musgo la filmografía de Wes Anderson porque pensaba que le iba a gustar debido a una estética que de alguna manera asocio a los dos. Anderson es un director de cine con un marcadísimo estilo propio donde prima la estética por encima de todo. Y eso me gusta.

Me gusta la manera de ser de este cineasta que es famoso y a la vez no, del que muchos conocen su nombre, aunque pocos reconocen su cara. Perfil bajo, humilde, como un centrocampista cuyo trabajo sucio no se lleva titulares ni halagos, pero es reconocido por los que saben; “qué bien lo hace todo el 17”.

Sus películas están plagadas de detalles para mí fascinantes. Como ‘El Gran Hotel Budapest’, una de mis favoritas. Wes Anderson hace que cada personaje masculino porte algún tipo de barba o bigote, como el del imberbe protagonista Zero, que debe pintarse uno finito dentro de la propia película como un elemento más de su uniforme.

Un bigote famoso como el de Charles Chaplin, usado porque le daba una apariencia cómica y era lo suficientemente pequeño como para no ocultar su expresión. Más tarde le sirvió para parodiar y ridiculizar a Hitler. Otro es el de Groucho Marx que decidió pintárselo porque comprobó que era más sencillo que colocarse uno postizo y representaba el hombre de a pie de la Nueva York de la época. O el de José María Aznar; un tupido bigote de derechas que bueno… nada…

Hay muchos otros en la historia del cine como el de Charles Bronson o el del gaditano Clark Gable. Y es que como dijo Constantino Romero un día, creo: “Detrás de cada bigote hay una historia”.

Cuando estaba en el instituto me dio por pensar un día que, si un coche era biplaza porque tenía dos plazas, un bigote se llamaría así por tener dos gotes. Si miramos bien su origen proviene del término alemán «bei Gott» traducido como «¡Por Dios!», un juramento que hacían los soldados alemanes de Carlos V, mientras se llevaban la mano a la zona facial comprendida entre el labio superior y el corte de la nariz. Vamos, al bigote.

Ves, Anderson. Lo que yo decía en el instituto.

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