Lana de Voz
Un impulso
29 agosto 2025

Un impulso no visible de uno a otro cuerpo
alumbra la extinción.
Reconozco el destello.
Hay flores secas del invierno
en la chimenea.
Habría que estar cerca
y hacer algún ruido,
o conservar un canto de perdiz
doblado junto al mantel.
Incrustada en el silencio
encima de los platos
un carencia cruza las generaciones.
Y ofrece su don ínfimo:
una pausa en la conversación
repetida de manera minuciosa,
almendras del año anterior
y aguardiente seco que arde
en los días fríos.
Es un impulso, como vaho entre labios. Gotea y canta
el extravío de aves que no saben regresar.
La siembra enciende en los terrones
un áspero sabor.
Es humedad y yerbas
que podrían nacer dentro del invierno
y buscar de manera indecisa
algo no visible entre los dos.
¿Sientes?
Hojas pisadas, ¿de ayer… de hoy?
Son tallos quebradizos, cereal de mañana,
humedad que amanece en los matorrales,
y arañazos que un nuevo verano
volverá a trazar en la piel.

El tacto cae del labio que se aleja
desde hace mucho tiempo.
Aceite y pan antiguo.
Hojas, restos de barro
y rastrojos en el suelo emporlado
bajo todas las ventanas del mediodía.
Se llena de sol otra vez la casa
que nunca tuvimos.
Son las palabras. Y es la espalda
contra el muro cálido al final del día,
y es el universo que se derrumba
allí enfrente.
Todo está lejos y todo
vuelve
a ocurrir en la belleza.
Quizá pueda por una sola vez
la quietud del trazo poner
en otro cuerpo dulzura aún y susurro
o intimidad,
y desprender del deseo
las aves escondidas en el tiempo.
Irá quedando un impulso no visible
semejante a brisa fugaz.
Será intención o reclamo de perdiz
o espuma de las ramas:
como los álamos,
que siempre renuevan en cada orilla
la promesa de sus brotes.
¿Sientes?
Es memoria que mueve la materia
y emerge sin mostrar su raíz antigua,
y abre otra flor en otro invierno
que viene y regresa
para arder en la chimenea.
Es sensación.
Nace en la abertura un desprendimiento.
La lentitud suelta o deshace
la piedra enquistada en la memoria,
y brota en briznas otra voz.
Hay briznas del verano entre los pinos,
hay un olor seco donde nace el mundo
hecho avispa.
Por entre los ojos amarillos y la ceguera
con tus alas
crúzame.
Déjame exhausto. Sin infancia.
Déjame solo el cielo ardido en este olor seco.
Déjame el sabor
y despierta el cuerpo innumerable
en surcos y espliego y acequias.
No son los nombres, son sus cauces.
Secos.
Es el tacto áspero
y es el aroma donde se deshacen.