Relatos

Si te escribo, no me acuerdo

14 diciembre 2024

Desde el día que la vio por primera vez, Marina espera cada día ver a la misma chica, la chica de las 8.

Siempre a la misma hora, más o menos en el mismo lugar, sin forzar nada. ¿Cómo algo tan simple puede ser motivo de sorpresa si sucede casi todos los días de cada todos los días? En algún momento de las ocho, aparece, la ve, y cada una sigue su camino.

A veces se encontraban en el centro del ocho…

Es como si circularan por el propio número. A veces se encontraban en el centro del ocho, de frente, casi rozándose, otras veces en la acera de enfrente, más o menos lejos, a veces en la misma y otras en distinta dirección.

Según la ropa que lleva, el calzado y cómo anda, lento o rápido, Marina imagina si trabaja, si no, si es un alma creativa, si estudia o si tiene familia o gatos, si echa suavizante a la ropa o si se ha cortado el pelo o lo tiene de su color natural, si corta la patatas con cuchillo o pelador. Imagina si en las bolsas, bolsos mochilas y demás bultos que lleva estará el tupper para el trabajo o libros o la ropa del gimnasio, quizás correo secreto o algún regalo, cada día para una persona diferente y algún día le hará su entrega.

Y así se entretiene y sigue pensando cuando la ve. Y un poco también cuando no la ve. Si está haciendo cualquier tarea en casa, Marina imagina cómo será la casa de la chica de las 8, y qué casualidad, es exactamente la misma casa que Marina siempre ha querido.

Un día después del día anterior, justo ese día, no apareció. Marina rondó las calles del ocho, a las 8 y a más de las 9 y media, pero las obligaciones le impidieron seguir buscando el encuentro fortuito. Y al día siguiente, lo mismo.

Empezó a mirar con recelo a todos los demás, que no se preguntaban por aquella falta tan irregular, sin atreverse a expresarlo más que con sus miradas de sospecha. En cada uno puso un quizás, un seguro que, un qué ocultará, un por qué y un qué pasará.

No encontró ni rastro, ni respuestas a sus preguntas que lanzaba mentalmente cual interrogatorio policial. Y la chica de las ocho, no volvió. ¿En serio? ¿Jamás?

No se sabe, no se dice, no se pregunta, no se sabrá.

Marina encontró otro entretenimiento en las 11, justo cuando sale a almorzar. No es tan regular, no hay periodicidad, y siempre es lo mismo, ella viene y él/la se va, en paralelo, fugaz.

Pero aún así pasados los años, cuando Marina pasa por el ocho de encontrar, hace una marca en un muro pintado, en una esquinita, y se va. ¿Qué significa? ¿qué quiere contar?

No se sabe, no se dice, no se pregunta ni se sabrá.

Igual que no se sabe con qué pie acabarás de bajar

 unas escaleras si no sabes cuántos escalones hay.

Porque lo que significa para cada quién una situación casual,

no se puede medir con un metro normal.

Y lo que signifique o no encontrarse y dejarse de encontrar,

puede no ser nada o ser algo especial.

Si como muñecos de reloj que a veces se ven y otras no,

dependiendo de la hora que les toque cantar,

de la música y del baile para el que les han programado bailar,

algún día nos volvemos a encontrar,

que sea en el centro de las ocho, para de frente poderte mirar.

…si te escribo, no me acuerdo.

Y como esto era un cuento,

no me pidas explicaciones, pero si las necesitas yo me las invento.

Y sin más, me voy despidiendo,

y si te escribo, no me acuerdo.

s r

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