Relatos

Secuencias mudas

23 abril 2025

Parte Uno –secuencia primera, fondo negro sobre letras blancas- La chica de la flor

Todo es blanco y gris, algunas cosas casi negras. Y así surge todo, con un fogonazo de luz blanca, y poco a poco se va dibujando una imagen distorsionada. Y aparece nuestra protagonista, que se acerca a la cámara sin saber que la están grabando. Huele esa margarita que acaba de coger del manto de blanco y gris y deshoja cada uno de sus lígulas.

Voz en off: Qué sería de nosotros si no hubiéramos aprendido eso de Teresa.

Esa misma chica se aleja, la cámara se lo permite, pero pronto otra vez es captada de más cerca, en otro lugar, sonriente, esperando a alguien, sentada en una terraza, la madera de la mesa, gris, dibuja vetas más oscuras, y ella las repasa con el dedo mientras espera.

En la mesa, otra margarita descansa y espera, como ella, fresca y esperanzada.

Parte Uno –segunda primera media secuencia– La mujer

Una pareja, una mujer con un abrigo largo, de pata de gallo, blanco y negro. En la mano un paraguas muy largo y esbelto. Cabello ondulado, uñas pintadas, gris brillante, labios perfilados de suave perla. Gris. Tacones negros, pasos cortos limitados por la falda entallada, y efectos especiales del taconeo sobre el empedrado.

La cámara la recorre de arriba abajo quedándose al final mirando solo el sonido del suelo.

Parte Uno –segunda segunda media secuencia– El hombre

El plano se abre al hombre que la acompaña, de traje, bigote y sombrero. Bien podría ser banquero, o quizás tendero o heladero. Cualquiera puede vestirse de gala y ser lo que quiera. Camina seguro, firme, al ritmo de las finas agujas de los zapatos de su acompañante. Y hace girar un bastón, sólo por llevar un elemento más. Se podría sustituir por unos guantes blancos o simplemente por un reloj de cuerda. El caso es darle visibilidad a su presencia.

Y como si traspasara la imagen, ahora se ve alejándose, de espaldas, hasta confundirse con el fondo desenfocado del final.

Parte Dos: Enfoque

La cámara recorre las sombrillas blancas de una terraza. Blancas, de lino, no son para tapar la lluvia, sino para jugar con el sol, lo justo para dejarle pasar tamizando solo una pequeña parte de lo rebosante de su calor. Ahora desde un plano más centrado, vemos varias mesas, y distinguimos algunas figuras conocidas.

Parte Dos -secuencia uno- La terraza, la flor y el hombre

La chica de la flor sigue en la mesa, esperando. La pareja se sienta en una mesa a su lado.

La margarita está ya cansada. Palidece de gris hasta en su flósculo, se desparrama ya sobre la mesa sin ganas ya de aparentar frescura. Suena una música tristona, más lenta. El protagonismo lo tiene la flor. Aunque la chica mueve los labios no sabemos lo que dice. Coge la flor, y se levanta, pero se le escurre entre los dedos y la pisa. Qué torpe, se recrimina ella misma acentuando su expresión de la cara.

El hombre, sentado justo al lado de la tremenda situación de abatimiento, recoge la flor y se la muestra a la chica. La deposita lentamente sobre uno de sus guantes blancos (al final se quedan los guantes), y se la ofrece. La chica sonríe, aunque triste, y se va.

Al abrirse el plano, oímos los tacones de nuevo, y vemos a la muchacha de la flor que avanza alejándose de la terraza. Y partiendo del mismo punto, se aleja también la señora del abrigo negro con su paraguas.

Parte Tres o Fin

Todas las cámaras siguen encendidas, todos los personajes pueden ser protagonistas.

Hasta la flor que nunca quiso, ser cogida, solo quería alegrar la vista.

Todas las cámaras en blanco gris, roto oscuro. Ambos, el blanco y el negro,

solo con música e imaginación, de una imagen sale una inexplicable relación.

Si lo piensas bien has puesto tú el final,

yo solo he contado cosas separadas, nada más,

un cuento sin palabras, un relato para olvidar, para pensar…

o para ponerle voz, según lo que hayas querido ver donde yo no he dicho lo que pasará.

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