Lana de Voz

Resplandor mudo

14 agosto 2025

EFE/EPA/Haitham Imad/Archivo

Dice Merleau-Ponty en “La prosa del mundo”:

«Y así como nuestro cuerpo no puede encontrarse entre las cosas ni frecuentarlas más que a condición de que renunciamos a analizarlo para usarlo,  así el lenguaje literario … [dirá cosas nuevas]..

a condición de que dejemos de examinar de dónde viene… 

para seguirlo a dónde va…»

Y entonces concluye: «…que todo el escrito vire hacia un valor segundo y tácito en el que llegue casi a alcanzar el resplandor mudo de la pintura.»

Hasta el resplandor mudo, pretendía llegar. También este resplandor que sangra mudo de injusticia.  Ella, la madre que sostiene, parece nuestra tierra. Su calma, la de su cuerpo, es tierra arañada por la crueldad. Interpela nuestra calma contertulia y esquiva poblada de razones y de análisis y de lamentos de tuits. ¿A quién vamos a sostener con todas nuestras certezas y denuncias y juicios sumarios de tertulia? ¿No habría que poner el cuerpo, no tendríamos que juntarnos, no deberíamos usar el cuerpo para sostener? 

«…a condición de que renunciemos a analizarlo para usarlo»

¿Cómo….? pienso.  Y me digo: mira. Mírala. Solamente mira. Hasta ser tú, hasta ser yo mismo, ella. Acaso a fuerza de mirar, los cuerpos algún día encontrarán la forma de juntarse hombro contra hombro. 

Para seguirnos a donde vamos.

Y que todo vire hacia un valor segundo y tácito… Un resplandor mudo. Un sentido de humanidad. 

Es muy difícil encontrar las palabras transparentes cuando todo el dolor está puesto encima de la inmensidad más cruel, cuando la mirada hundida hacia dentro permanece tan abierta y muda que no es posible creer. La creencia y el juicio, incluso la verdad, parecieron alguna vez lugares propicios; y a fin de cuentas, fueron refugios para el pensamiento. ¿Acaso la mirada abierta, acaso el resplandor mudo de Gaza, acaso necesita nuestro pensamiento?

Mira. Solamente mira. No sueltes está imagen, que te acompañe su resplandor arañado, me digo a mí mismo, que me acompañe su dignidad de madre que sostiene sin remedio ni esperanza. Hasta ser ella en mi corazón. Hasta agotar mi creencia, mi juicio, mi verdad, hasta agotar el pensamiento de lo mío a fuerza de pensar el cuerpo que sostiene. La devastación provocada ya sin remedio ni esperanza mira, nos está mirando en busca de otra mirada, la de un testigo, que sostenga aún después de ella, que sostenga el cuerpo devastado de la humanidad. ¿Quién se merece el horror calculado, el pavor sin sentido, quien se merece haber llegado aquí para el desconsuelo? 

Gracias a todas las madres que sostienen, que ponen y entregan su cuerpo, su tierra arañada. 

Cuando digo madre, hablo de todas, allí y aquí. Ellas han puesto el cuerpo y el miedo y el cansancio, para sostener. Habría que mirar la cualidad materna que nos constituye. Sentirla en el cuerpo, no en las razones. Ni en las creencias. Ni en los juicios.

«…a condición de que renunciemos a analizarlo para usarlo»

«…a condición de que dejemos de examinar de dónde viene… 

para seguirlo a dónde va…»

Y que todo vire hacia un valor segundo y tácito… Un resplandor mudo. 

El niño palestino Yazan Abu Foul, de dos años, es cuidado por su madre Naima, ya que sufre desnutrición severa debido a la aguda escasez de alimentos causada por el bloqueo que Israel impuso a la Franja de Gaza y el cierre de los cruces fronterizos, en el campo de refugiados de Al-Shati, al oeste de la ciudad de Gaza, el 19 de julio de 2025.
(Fuente texto: BBC)

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