No viene a cuento

Mi amor

28 agosto 2025

Cada vez que se callan las bombas, el silencio es denso, es material… asusta.

Cuando tenía casa, el silencio era cálido, suave, y tranquilizaba.

Ahora sobrevivo en un pandemonium: polvo, humo, cascotes, cristales rotos, hierros doblados, cables colgando, agua turbia corriendo entre las piedras, olor a cemento quemado, a carne…

Otra vez caminando en busca de algún refugio improvisado… estoy cansada.

Mi carga la compone un balde, la ropa que llevo puesta, y la bolsa.

La bolsa.

Lo que llevo dentro es lo único que me aferra a lo que fui, aunque desde mi cordura sé que es una obstinación absurda de seguir cargando lo irreparable.

Dentro llevo a mi amor.

Mi amor… El mundo a su lado era menos hostil. Se reía, tenía las manos fuertes, y su piel era un imán para mí.

Nadie me pregunta qué contiene la bolsa.

Todos y todas cargan con algo más o menos valioso, útil, o siniestro en este infierno.

Llevo su cabeza.

La recuperé después de un ataque, para que esta guerra no me lo arrebate todo.

Le hablo… y no espero respuesta, claro.

Un día me pararon tres soldados. Me miraron amenazantes. Me miraron a mí, miraron la bolsa. Querían que la abriese.

  -«Sólo son recuerdos» les dije.

Y se rieron.

Yo pensé que se reían porque lo mejor es no recordar. ¡Me llamaron loca! (ellos…).

Uno me la quitó, y en el tirón la cabeza salió y quedó expuesta: una grotesca y embarrada imagen de un pasado feliz.

Dejaron de reír, y se fueron mirándome con asco.

La recogí y la devolví a la bolsa. Cogida a ella puedo seguir adelante.

Otro estallido de golpe.

Vibra la tierra.

Aprieto la bolsa a mi pecho.

Se mueve, ligera y fría.

Todo explota.

    Yo me sostengo porque me sujeta.

    La guerra sigue.

Yo también.

   No me olviden…

De los 10 conflictos para "tener en la mira" según la web crisisgroup.org, algunos pueden considerarse guerras... otros desgraciadamente no, faltaría uno de los contendientes. De un lado hay un monstruo, de otro un pueblo desarmado, desnudo y desnutrido, al que se le prohíbe hasta el agua.
guillermo gaRceta, editor
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