El ombligo de Venus

La Ortiga, la gran incomprendida

10 octubre 2024

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Quien más quien menos, casi todos hemos estado paseando por el campo y hemos notado esa quemazón en las piernas. La quemazón que produce el contacto con las ortigas, o chordigas por mi tierra. Su nombre científico, Urtica dioica viene del latín y significa «que quema», un nombre de lo más apropiado. Y como habréis podido adivinar, de allí proviene la palabra urticaria.

Es una planta que puede alcanzar el metro y medio de altura, y es muy fácilmente reconocible por sus hojas dentadas y cubiertas de unos finos pelillos urticantes. Sus flores son muy pequeñas y verdosas, y pueden tener también pelos urticantes.
Podemos encontrarla en toda la península ibérica, pero escasea en las zonas más áridas. Se encuentra en las márgenes de los caminos en las huertas o cerca de las fuentes.
Suele causar aversión por ese efecto urticante al contacto, y son muchas las plantas que se han utilizado para contrarrestar esta picazón, como la menta de burro, el sauco, o la acederilla. De esta última hay un dicho: «La ortiga me picó, la acederilla me lo quitó». Yo aprendí de mi suegra que casi siempre que hay ortigas, hay cerca llantén, y eso es lo que ella usaba para contrarrestar los efectos de la ortiga. Yo lo he probado y es bastante eficaz. Otra manera menos romántica es el empleo de orina, por su contenido en amoniaco. Yo prefiero el llantén, llamadme loca. Hay quien dice que si la tocas aguantando la respiración, no te pican, pero eso nunca lo he comprobado.

A pesar de sus efectos, es una planta que se ha consumido mucho como verdura en casi toda España puesto que tiene un alto valor nutricional. Además de vitaminas y minerales, contiene entre 6 y 8 gramos de proteínas por cada 100 gramos de planta fresca. Una cantidad nada desdeñable para una planta. Se consumen los brotes tiernos una vez escaldados. También se puede comer cruda, pero hay que procesarla un poquito. Se puede recoger el brote tierno con unos guantes y frotarlos entre las manos hasta formar con ellos una especie de «cigarrillos» y esperar un par de horas desde el momento de la recogida, además de lavarlas concienzudamente. Con este sistema podemos consumirlas sin miedo de que nos pique la lengua, y tienen un sabor bastante agradable que recuerda al de las nueces. También se empleaba el caldo de su cocción para elaborar arroces y otros platos, y está muy extendido su consumo en tortilla. E incluso en la elaboración de bebidas alcohólicas, como la ratafía.

Como muchas de las plantas que encontramos por nuestros campos, tiene muchos usos medicinales, la mayoría de ellos relacionados con el sistema circulatorio. Uno de los más curiosos, al menos para mí, es el que consistía en azotar con la planta fresca las extremidades adormecidas, debido a su acción rubefaciente. También se ha utilizado para trastornos digestivos, o como diurético. Otra curiosidad: esta planta se puede emplear para tratar las diarreas o el estreñimiento, pero se emplean diferentes partes de la planta y diferentes métodos para una u otra indicación. Por eso, antes de aventurarse al consumo como alimento o como planta medicinal de esta o cualquier otra planta, hay que tener mucha precaución y asegurarse de que se sabe identificar la planta al 100% y de que se conocen sus usos, propiedades y peligros. En sus usos medicinales, hay que tener muy clara la metodología de uso y la dosis. En su consumo, siempre hay que lavar bien las plantas y considerar el riesgo de alergias. Los experimentos, en casa y con gaseosa.
Otros usos interesante son como plaguicida e insecticida, para ahuyentar moscas y mosquitos, o usada como escoba para barrer las estancias plagadas de pulgas.
En farmacia podemos encontrar hoy en día cosméticos con ortiga para eliminar impurezas de la piel, o para el cabello graso.
¿Queremos más usos? Pues incluso con sus tallos fermentados en agua se han elaborado trapos o incluso guantes. Bien tejidas, con sus fibras frescas se puede elaborar una cuerda de circunstancias bastante aceptable.

Una vez estuve en el Bosque de Broceliande, en la bretaña francesa. En 1990 se produjo allí un terrible incendio que devastó mas de 400 hectáreas. Un año después, el artista François Davin creó una preciosa obra de arte que simboliza el renacimiento del bosque, pero también su carácter frágil y hermoso. Cubrió el «esqueleto» de uno de los árboles calcinados con pan de oro. Está rodeado de otros 5 árboles calcinados que representan la desaparición de la naturaleza.
¿Sabéis cómo se protege esta obra del posible vandalismo? Efectivamente, además de una valla, el árbol está rodeado de una ancha franja de enormes ortigas. A ver quién es el guapo que se atreve a adentrarse allí.

¿Veis por qué es la gran incomprendida? En muchos poemas y canciones se nombra la ortiga como metáfora del dolor inesperado, del rencor, de lo traicionero. Pero yo espero que después de conocerla un poquito más, la veamos con otros ojos y sepamos apreciar una planta tan útil como urticante.

Para los que se queden con ganas de ver como se hace una ensalada de ortiga, nuestra colaboradora lo muestra si pulsas sobre el play en la foto de cabecera.
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